La felicidad, ¡ja, ja, ja, ja!

La del FMI es vuestra pelea, no la mía, le dijo Cristina ayer a la clase política entera. De Alberto porque cree haber ganado y de los opositores porque de verdad ganaron.

La felicidad, ¡ja, ja, ja, ja!
Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

Lo que afirmamos a continuación, más que una opinión es una afirmación basada en hechos y actitudes: es difícil, si no imposible, recordar otra situación como ésta donde una derrota electoral (estrepitosa, además) pusiera tan felices a los derrotados. Aunque uno de los grandes perdedores ganadores, Alberto, hable todos los días de lo feliz que está y de lo felices que deberíamos estar los argentinos, y la otra gran perdedora ganadora no haya dicho nada hasta ayer. Pero que ambos -y todos los demás supuestos perdedores- están felices, están felices.

El pueblo les dijo no al rumbo seguido y a ellos mismos de una manera impensada (5 millones de votos menos en apenas 2 años) y la oposición avanzó raudamente en todo el país. Pero esas son cosas que a Alberto y Cristina no les importan demasiado. Para ambos lo crucial es la interna entre ellos y eso es lo que tratarán de dirimir en los próximos tiempos en un empate de expectativas brindado por el espíritu con el que se interpretó el resultado de los comicios: que se perdió pero no lo suficiente para cambiar algo. O sea, Alberto interpretó la derrota como un aval a su gestión mientras que a Cristina no le alcanza para seguir avanzando sobre el gobierno, como lo intentó en las PASO. Por eso, así como después de las primarias se inmiscuyó todo lo que pudo para cambiarle el gobierno al Alberto, en la carta de ayer dice que ella no se meterá en nada, y que la responsabilidad para arreglar con el FMI es del gobierno de Alberto y de los opositores quienes además de contraer la deuda son los que ganaron la elección.

En fin, por distintas razones están los dos felices. Alberto porque puede seguir adelante sin cambiar nada, mientras que Cristina puede ponerse por encima de todos y ver qué hacen tanto los ganadores reales como los perdedores victoriosos (entre los cuales ella no se incluye) mientras que como lo pudo verificar el pasado viernes, también goza de los beneficios de esta derrota psicológicamente triunfal, que los jueces facciosos interpretaron como una forma de comenzar a liberarla de las causas por corrupción más atroces y comprobadas. Ahora sí comenzó en serio el indulto judicial a Cristina para el que Alberto fue contratado de presidente y que antes de los comicios no venía cumpliendo. Justicia legítima está legitimando a pasos acelerados la impunidad de la corrupción. La felicidad sigue siendo plena. Al fin tanto esfuerzo por copar la justicia demuestra tener sentido.

Mientras Cristina trabaja para la historia logrando que la historia (a través de Justicia Legítima) la absuelva, Alberto intenta ver si puede ser, aunque sea, un poco presidente. Y eso los mantiene felices. Ella más allá de los humanos, el humano demasiado humano. A su modo, aún sin quererse nada entre ambos, son felices. Quizá como nunca lo fueron tanto.

Ella aprovecha la ocasión para ponerse por encima de todos, más allá del bien y del mal. Ella será la voz de la conciencia nacional y popular: le dice a Alberto que sea presidente de una buena vez por todas y a la oposición que haga algo después de haber ganado, mientras que ella, junto con Néstor -que la acompaña desde el cielo- evaluará si todos juntos traicionan o no a la Patria en su arreglo con el FMI. Esta es vuestra pelea no la mía, le dijo ayer en su carta a la clase política entera. De Alberto porque cree haber ganado, y de los opositores porque de verdad ganaron. Mientras que yo perdí, Así que háganse cargo. Yo sólo estoy para juzgarlos a posteriori si no cumplen con su deber.

Cristina le dice a Alberto y a la oposición que se dejen de joder con que ella es la que manda. Yo me borro con el FMI, sostiene nuestra más grande diva política.

Alberto puede ahora ilusionarse con estar independizándose de Cristina al menos lo suficiente para poder llegar a ser presidente de verdad, aunque sea por un rato. Eso hasta Cristina se lo pide ayer en su carta. Que deje el andador y las pañales. Que se anime a gobernar, que no ponga a ella de excusa para no hacerlo.

Los embajachantas

Otros que están tan felices como Alberto con su derrota triunfal y Cristina con su impunidad, son los embajachantas, o sea los embajadores bolivarianos del gobierno nac & pop.

Allí revisten Rafael Bielsa y Ariel Basteiro, dos baluartes del albertismo en la conquista del continente latinoamericano. Las expresiones de un surrealismo de republiqueta antes de ahora inimaginable para un país con la trayectoria diplomática de la Argentina. Pero bien a la medida y el tamaño político del presidente transitoriamente liberado por Cristina.

Lo de Rafael Bielsa, el embajador argentino en Chile, es inadmisible en un hombre que fue canciller y cuya cultura es amplísima. Pero la ideología, cuando se apodera del espíritu humano, todo lo puede, Sobre todo si se suma a la ambición de poder. Para defender al izquierdista Boric ataca al derechista Kast, ignorando que el peor favor que le puede hacer al izquierdista chileno es defenderlo. Como dijo el ex canciller Ruckauf, ahora Kast copiará la vieja alegoría de Braden versus Perón para decir que no está peleando contra Boric sino contra la embajada argentina en Chile para resucitar el espíritu nacionalista belicoso de una parte de la sociedad chilena. Por eso Boric tiene que pedirle a Bielsa que no lo siga ayudando. Una de las torpezas políticas internacionales para el récord Guinness.

Por otro lado, ver al embajador argentino en Bolivia, Ariel Basteiro, gritando consignismos facciosos en un acto netamente partidario a favor de Evo Morales, sonaba inconcebible.

Pero todo esto también tiene que ver con la felicidad en que nuestra clase dirigente está viviendo su mundo maravilloso. Imagínense sino. Para eso basta recordar que estos revolucionarios argentinos internacionalistas, como Bielsa o Basteiro, ganan cada uno por su agraciado trabajo una suma que es mayor a las dos pensiones sumadas de Cristina Kirchner. El sueño del pibe progre: hacer la revolución, hacerla incluso en otros países y cobrar por ella una suma de dinero que hasta las Ceos capitalistas envidiarían.

Tenemos también, hace ya tiempo, a Carlos Raimundi como formal embajador argentino en la OEA, y éste es aún peor, ya que se ha transformado en el embajador de Cuba, Venezuela y Nicaragua en la OEA en vez de serlo de la Argentina, literalmente. Éste ya se ha excedido tanto en defender a Maduro y Ortega que hasta Alberto lo quisiera sacar pero no puede por temor a enojos internos.

Lo cierto es que más allá de este ideologismo torpe y ramplón pocas veces se vio tan nula defensa de los intereses nacionales en la política internacional argentina.

En fin, así estamos, siga el siga, siga el baile, al compás de la felicidad ¡ja, ja, ja, ja! de Palito Ortega.

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