Una flota rusa ha llegado a La Habana, en un gesto que es más político que militar. Algunos analistas compararon el hecho con la Crisis de los Misiles que se generó a principios de los años sesenta a raíz del despliegue misilístico de Moscú en Cuba. Pero se trata de situaciones muy diferentes. Entonces, en plena Guerra Fría, la presencia militar rusa en Cuba implicaba una amenaza directa para los Estados Unidos.
Algo similar estaba pasando con los misiles que había desplegado Estados Unidos en Turquía, que preocupaban a Rusia. Fue una situación que planteó el mayor riesgo de confrontación entre la URSS y Estados Unidos en la posguerra.
La situación planteada entre Rusia y Ucrania hoy es diferente y el nivel de la flota enviada por Rusia es muy limitado para generar una tensión del nivel de hace seis décadas. Está compuesta por cuatro buques: un destructor misilístico, un aviso, un petrolero y un submarino a propulsión nuclear. El gobierno ruso se ha encargado de informar públicamente de que sus buques no traen armamento nuclear. Pese a ello, durante la navegación realizaron ejercicios disparando misiles de precisión con un alcance cercano a los ochocientos kilómetros.
El hecho tiene relación con la reciente decisión de la OTAN de permitir a Ucrania usar el armamento que le provee para atacar blancos militares dentro del territorio ruso. Se trata del cruce de otra de las “líneas rojas” que había fijado Rusia a Estados Unidos y sus aliados. Putin ha decidido responder en forma análoga. Ha dicho que dará armamentos a los países que se sientan amenazados por los aliados de Ucrania. Ha comenzado por Bielorrusia, su aliado más firme en las ex repúblicas soviéticas, al cual ha proporcionado misiles con capacidad nuclear.
Pero la decisión de Moscú tiene relación también con la crítica situación que enfrentan sus aliados en la región: Cuba y Venezuela. En el primer caso, el régimen de Miguel Díaz-Canel se encuentra amenazado por una crisis económica y social que afecta a la población, en momentos en que crecen las protestas y el régimen se ve obligado a reprimirlas nuevamente. La situación socioeconómica es la mayor de los últimos años y una eventual llegada de Trump al poder implica un escenario en el cual Estados Unidos aumentará la presión sobre el régimen.
Rusia hoy no está en condiciones de financiar al gobierno cubano, como sí lo estaba más de sesenta años atrás. Pero la presencia en Cuba aunque sea por pocos días de los buques rusos, es vista por el gobierno cubano como una señal de respaldo internacional en un momento crítico. Los buques rusos permanecerían en Cuba hasta el 17 de junio.
De allí irán a Venezuela, país que vive una fuerte tensión política por la elección presidencial del 28 de junio. El régimen de Nicolás Maduro enfrenta una situación difícil. Una elección libre llevaría a su derrota y al triunfo del principal candidato opositor, el diplomático Edmundo González Urrutia, quien tiene el respaldo de María Corina Machado, la figura con más apoyo popular de la oposición, y cuya candidatura fue vetada por el Gobierno. Pero Maduro ha impedido en los hechos la presencia de observadores electorales de Brasil y Colombia -dos gobiernos que tienen diálogo con Maduro-, y de la Unión Europea, que ha participado en diversas gestiones de diálogo entre el oficialismo y la oposición. No hay información sobre si los buques rusos visitarán también Nicaragua.
En este contexto, la presencia de los buques rusos en el Mar Caribe, una zona muy distante al teatro de operaciones de la guerra entre Moscú y Kiev, es una acción colateral y secundaria de este conflicto bélico. Pero la respuesta principal de Putin frente a la decisión de la OTAN de permitir el uso de sus armas entregadas a Ucrania contra territorio ruso, ha sido el anuncio de que si fuera necesario, en su óptica, si está en riesgo la existencia del estado ruso, usaría armas nucleares tácticas. De acuerdo a ello, realizará ejercicios militares con este armamento para demostrar su voluntad de usarlos en caso de que lo decidiera. Es así como el despliegue de misiles rusos en Bielorrusia y la presencia de buques en el Caribe forman parte de una respuesta a la reciente decisión de la OTAN. Rusia busca recordar a Estados Unidos que tiene capacidad de despliegue global y presencia estratégica en el Caribe, desde la cual amenazar el territorio estadounidense, aunque por ahora no lo haga. Se trata de un mensaje más diplomático que militar. Cuba y Venezuela se encuentran en situación de aislamiento internacional. En el caso de Maduro, busca acuerdos en materia de exportación e inversiones, como el que recientemente logró con Turquía, un país de la OTAN que ejerce una singular autonomía en el marco de la alianza atlántica. Se trata de la segunda fuerza militar de la OTAN por su cantidad de efectivos, es el único país de la misma que está en territorio europeo y asiático al mismo tiempo, y es de religión musulmana. En los hechos, las relaciones de Cuba, Venezuela y Nicaragua se establecen con los oponentes a Estados Unidos.
En conclusión, la presencia de una flota rusa en aguas de América Latina tiene más entidad diplomática que militar, pero es una señal de que Moscú sigue siendo la tercera potencia militar global.
* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.