La grieta es entre república y populismo (Nota IV)

La presencia de valores antitéticos entre un sistema político y cultural republicano y otro democrático populista, se puede observar analizando cómo entiende cada uno el papel de la Justicia.

La grieta es entre república y populismo (Nota IV)
Imagen ilustrativa / Archivo.

Se trata de dos sistemas socio político en pugna. Dos modos de vida de dos sociedades en conflicto que hoy conforman la Argentina y que expresan diferentes valores fundamentales sobre lo que es la participación, el trabajo, el mérito, la desigualdad, la riqueza, etc.

Así su resolución será conflictiva  y de largo plazo, salvo que el sistema populista eclosione y su implosión  genere una crisis integral que lo disuelva. Esto arrastrará a un sector importante de esa sociedad al mismo tiempo que hará  surgir  la masa crítica de cambio que permita  finalmente superarlo.

La presencia de estos valores antitéticos entre un sistema político y cultural republicano  y otro democrático populista, se puede observar analizando cómo entiende cada uno el papel de la Justicia,  y su intervención frente a determinados conflictos dentro del sistema político: la llamada “judicialización de la política” junto a la “politización de la Justicia”. Galimatías que denotan una lamentable confusión de valores y  lo peor, resultados nefastos para el desarrollo republicano ya que siempre salda a favor de nuestro populismo visceral que cultivamos tan bien día tras día.

“La judicialización de la política”, se produce  cuando surge una controversia entre políticos por trasgresión o incumplimiento de alguna ley  por una de las partes involucradas.

Desde la perspectiva populista esto debe ser resuelto entre los políticos involucrados, porque enviarlo a la Justicia es “politizarla”  y ayudar a generar un Gobierno de los Jueces con sus negativas consecuencias.

Ejemplos, la quita de fondos a la Ciudad de Buenos Aires, la trasgresión de la normativa virtual para operar en las Cámaras,  reparto arbitrario o no envío  de fondos federales a las provincias por parte de la Nación , denuncias ante la Justicia por la creación del Observatorio “Nodio”, reforma judicial, y un larguísimo etcétera.

Sin embargo cuando esto ocurre en realidad, estamos ante el fracaso de la política para general acuerdos, consensos junto a un modo de hacer política que avasalla la ley y a la otra parte, pero de ninguna manera es oportuno tratar de evitar o desistir de la Justicia cuando la ley ha sido conculcada en su vigencia.

Este es el único y verdadero camino republicano de gobierno y no se trata de jueces gobernando sido de jueces impartiendo justicia.  No se puede invocar la ley para ciertas situaciones, personas, momentos y en otras no. Si la trasgresión se ha cometido, no puede haber excepciones nunca: o es República o Democracia Populista no hay opción.

La República tiene siempre la mejor manera de  resolverlo: con la división de poderes y una Justicia que haga prevalecer la Ley por encima de todo interés particular o contienda incluida la política.

¿Es condición necesaria? Sí, pero no suficiente. Porque para que esto se cumpla de manera republicana es imprescindible  que no se cumpla la segunda parte del galimatías  populista: “la politización de la Justicia”!

Nuestro Poder Judicial a estas alturas, tiene dos tipos  de jueces, fiscales, secretarios y abogados: los que son conscientemente populistas y la mayoría del resto que todavía no sabe que lo es, en tanto han sido culturizados durante setenta años.

Ningún juez o fiscal, en ninguna instancia y en ningún momento  puede siquiera simpatizar con algún partido, ideología o forma de hacer política y mucho menos si es miembro de la Corte Suprema.

Si bien esta politización judicial es la base del sistema democrático populista,  es también la que permitió su colonización.

Un juez y fiscal solo pueden “simpatizar” con la ley y su cumplimiento. Por eso nuestra Constitución Republicana prevé que los jueces sean seleccionados en base a sus antecedentes profesionales y ética republicana: punto.

Por último las afirmaciones vertidas pueden parecer ingenuas, poco realistas, cándidas  hasta inocentes pero la verdad es así: simple, clara, trasparente e inapelable como está expresada en nuestra Republicana Constitución. Lo que necesita complejidad, enredo, embrollo, retorcimiento y crear un laberinto de palabras  es siempre la mentira, la falsedad, el engaño y la difundida astucia

Todo lo demás es querer justificar lo injustificable, aceptar lo inaceptable, acomodar la realidad según  conveniencia, creencias, teorías, ideologías y nefastas experiencias pasadas.

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