Derrotado y apresado en una Isla lejana, Napoleón manifestó en varias oportunidades “¡Qué gran novela, mi vida!”. No podemos más que darle la razón y dedicarle este articulo al primer capítulo de aquella existencia, su infancia.
Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en Córcega, isla que había sido incorporada a Francia sólo un año antes. En 1768, los genoveses la habían vendido a los franceses, después de estar cansados de las constantes revueltas independentistas del orgulloso pueblo corso de origen italiano.
Carlos Bonaparte -padre de nuestro protagonista-, provenía de una familia noble aunque no muy sobresaliente, originaria de Toscana. Desde hacía tiempo, el clan vivía modestamente en Córcega gracias a algunas tierras mediocres y a sus ingresos esporádicos como notarios o escribanos. Destacaban dos tíos sacerdotes, quienes eran “hombres adinerados”, ayudaban a sostener a la familia.
De su matrimonio con Letizia Ramolino nacieron trece hijos, de los que sobrevivieron ocho: José (el mayor), Napoleón, Luciano, Jerónimo, Luis, Carolina, Elisa y Paulina.
Gracias a contactos políticos Carlos consiguió becas para sus hijos. Así, Napoleón, con nueve años de edad, fue llevado a Francia por su padre. El futuro Emperador era por entonces un niño inteligente, revoltoso, exaltado por el cariz salvaje de su isla.
Según Bainville esta etapa fue fundamental pues su carácter se fortaleció en la escuela al sufrir la gran prueba de los espíritus orgullosos, ardientes y tímidos: el contacto con extranjeros hostiles.
Viviendo como pupilo pasó cinco años sin ver a su familia. Mientras estaba allí, entabló amistades que conservó a lo largo de su vida. A pesar de que la historia tenía un espacio destacado para él, fue un alumno que pasó prácticamente desapercibido. El profesor de alemán consideraba que no era muy brillante, mientras que el profesor de matemáticas lo valoraba mucho.
En 1785, logró superar un examen de ingreso en artillería y fue nombrado alférez en el regimiento de La Fère.
En esa misma fecha, Carlos murió a causa de un cáncer de estómago. Tenía treinta y nueve años. Leticia quedó sola con sus hijos, cargada de familia pero sin muchos recursos.
Simultáneamente, Luciano Bonaparte cumplió la edad adecuada para ingresar al colegio y a través de sus memorias nos deja ver a un Napoleón adolescente, pero ya templado por los años:
“Muy serio por naturaleza, Napoleón me recibió sin la menor muestra de ternura. Desde entonces, a veces he pensado que él estaba triste de ver a un pequeño hermano menor... Él no tenía bondad en los modales, ni para mí ni para otros camaradas de su edad que probablemente no lo querían porque, como yo, le temían por su temperamento totalmente diferente al de ellos… creo que es mi primera impresión de este carácter de este hermano al que le debo la repugnancia que siempre he experimentado al ceder a él”.
Sin duda, la vida del gran francés constituye una aventura fascinante, una verdadera novela y como muchos grandes libros, el drama siempre estuvo presente.
*La autora es historiadora