Ya se está convirtiendo en un lugar común decir que el mundo surgido de la victoria de los aliados en la segunda guerra mundial y reformateado, luego de la victoria de las democracias capitalistas en la guerra fría, que elevaron a los Estados Unidos como la única superpotencia, ha desaparecido.
La recuperación de su posición en este planeta de las potencias asiáticas, con la rápida reconstrucción del Japón después de su derrota en 1945, el auge de las naciones del sudeste asiático y sobre todo el retorno de China a la importancia en la economía mundial que tuvo hasta finales del siglo XVIII, han cambiado el panorama global al que se está agregando a otro jugador, La India, que en pocos años será, con los Estados Unidos y China, una de las tres superpotencias económicas.
Pero no sólo los cambios son económicos. La agresión rusa a Ucrania ha violado límites que venían desde la paz de Westfalia y consolidados en 1945 sobre la integridad territorio de los estados. Se agregan en estos años las nuevas amenazas a la defensa y seguridad de los países, las amenazas provenientes de organizaciones no estatales como el terrorismo o el crimen organizado que el narcotráfico ha potenciado.
El ataque terrorista de Hamas a Israel con un salvajismo no visto desde tiempos primitivos muestra claramente el peligro de estas amenazas de una nueva forma de guerra donde algunos estados, en este caso la teocracia Iraní, ha impulsado para impedir el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Reino de Arabia Saudí es Israel culminando con el proceso iniciado por ese notable estadista egipcio que fue Anwar el Sadat.
¿Cómo está nuestra Argentina en este cuadro internacional?
En cualquier conversación, incluso con dirigentes cercanos a la coalición gobernante, hay coincidencia en que este es el peor gobierno de los últimos cuarenta años. Por eso no puede extrañar la mediocridad e inoperancia de nuestra política exterior, sus contradicciones y su desconocimiento de las reglas básicas y por sobre todo del interés nacional.
El faccionalismo y las afinidades ideológicas están por encima, para este gobierno, de los intereses permanentes del país olvidando, que, la política exterior busca preservar las relaciones con los Estados más que las relaciones personales de los líderes de los mismos.
La actuación del gobierno ante los ataques terroristas en Israel son otro signo de la falta de principios, convicciones, desconocimiento de los problemas y de una historia honrosa en nuestra política exterior.
La falta de condena a la organización terrorista Hamas, como, la negativa a calificarla de esa manera, solo para coincidir con personajes nefastos de la región y aliados al estado terrorista de Irán, responsable de los dos atentados sufridos en nuestro país en la década del noventa, los más importantes sucedidos entonces en el mundo, es vergonzosa, como lo es la falta de reacción ante las complicidades del gobierno de Bolivia con Irán, cuyos funcionarios, incluso los participantes en los atentados en Buenos Aires, visitan con asiduidad.
Los ataques terroristas a Israel muestran claramente que ciertos sectores y gobiernos de la región influenciados por una izquierda que ha perdido el rumbo le niega al pueblo judío su derecho a tener un estado propio, que lo preserve de nuevos holocaustos. El régimen teocrático de Irán lo dice con todas las letras.
Agrava este cuadro que veintiuno de los rehenes en manos de los terroristas de Hamas son argentinos, el 10% del total. El gobierno nacional poco y nada reacciona ante esta situación de nuestros compatriotas. Sobre el dolor y el sufrimiento de estos rehenes del terrorismo prefiere preservar la membresía en los foros que reúnen a los sátrapas que mantienen a la región en el atraso y la irrelevancia.
La degradación del servicio exterior argentino lo vemos con la disminución de las exigencias académicas para ingresar a la carrera diplomática y en la designación de embajadores que parecen representantes de los intereses de los estados en los que están acreditados en vez de ocuparse de nuestros intereses, como sucede con los embajadores en Rusia y China.
Otros embajadores, acreditados en la región, actúan como militantes de los regímenes dictatoriales que soporta la región. Las embajadas y los altos cargos del ministerio les sirven para compensar a políticos sin cargos, aunque, de los temas internacionales no tengan ningún conocimiento.
En circunstancias difíciles como las que hemos descrito el gobierno no puede disimular la degradación a que ha sometido al país en el ciclo infausto iniciado hace veinte años. Los prejuicios, el anacronismo, el desconocimiento de la realidad de lo que somos y de lo que podemos ser, la ausencia de visión, el olvido de nuestros orígenes y pertenencias y de una honrosa tradición diplomática, nos han llevado a la insignificancia perdiendo nuestra posición y rango en el mundo.
* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar.