La locura en el poder

En la Argentina, el poder y la locura fueron muchas veces de la mano. al igual de como ocurrió a lo largo de la historia mundial. Dejemos en el lector la tarea de enumerarlos.

La locura en el poder
En la antigüedad se consideraba que la locura, al igual que la mala salud del cuerpo, era producto de un desequilibrio de los “humores”.

Antiguamente se creía que la enajenación era fruto de causas sobrenaturales, aunque también buscaron explicaciones “científicas”. Los griegos clásicos consideraron que la locura, al igual que la mala salud del cuerpo, era producto de un desequilibrio de los “humores” (flujos, supuraciones) que condicionaban el temperamento del hombre.

Esta idea fue aceptada casi sin cuestionamientos durante el Renacimiento. Entonces, los primeros médicos trataban las manías como enfermedades físicas: con purgas, enemas y sangrías buscando reestablecer el “equilibrio de los humores”.

Además, como sospechaban que este padecimiento se encontraba en el cerebro, practicaban trepanaciones craneales, para “drenar la zona” y “liberar los vapores tóxicos” que lo corrompían.

Existen textos medievales que aconsejan colocar un gallo rojo recién muerto sobre la cabeza del loco, suponiendo que la sangre caliente del ave absorbería los gases dañinos. En su defecto, decían, podía utilizarse el cuerpo de una paloma.

Sin embargo, durante la Edad Media fue más fuerte el peso de las explicaciones sobrenaturales como causa de la locura. Se confió en curar a quienes la padecían con misas, exorcismos y reliquias sagradas. Por entonces -siguiendo a Michel Foucault- se coloca a esta enfermedad en la jerarquía de los vicios. Muchos eran azotados públicamente y como una especie de juego ritual, los ciudadanos los perseguían simulando una carrera, expulsándolos de las ciudades mientras los azotaban con varas.

A fines del siglo XVII estas personas comenzaron a ser aisladas e internadas en clínicas específicas.

“El abandono le significa salvación; la exclusión es una forma distinta de comunión” especifica el filósofo francés.

Se fundaron manicomios privados, que generalmente dependían de la Iglesia, y comenzaron a ser “tratados”.

Comenzó entonces a establecerse la idea de que los “locos” debían “ser controlados”, y si bien algunos procedimientos aplicados eran benévolos, otros no lo eran tanto.

En 1864, el médico Thomas Willis escribió: “…Como primera medida es necesario intimidar, encadenar y golpear al paciente, además de administrarle medicamentos (…) para curar a los locos no hay nada más eficaz que lograr que sientan respeto por quienes los atienden, a los que deben ver como sus torturadores…”

Hasta aquí se realizó un recorrido sobre la locura y como ésta fue tratada por la sociedad occidental en distintas épocas; pero también hubo casos en los que dichas sociedades fueron gobernadas por personas dementes y se sometieron a sus “humores”. De hecho, la historia está repleta de casos de lunáticos que alcanzaron el poder y el consecuente arrastre en esa irracionalidad a sus pueblos.

Desde Calígula hasta los tiranos del siglo pasado, pasando por la Casa de los Austrias, la dinastía inglesa y por un par de sanguinarios zares. Pensemos que el siglo XX fue testigo de cómo el desequilibrio mental de una sola persona decidió sobre la vida de millones, cuando los delirios de Hitler y Stalin influyeron sobre el mundo entero.

En la Argentina, el poder y la locura también fueron muchas veces de la mano. Dejamos en el lector la tarea de enumerarlos.

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