“Cuatro años es poco, muy poco, para hacer los cambios que se necesitan, para dar vuelta la historia”. El que habla, sentado en su despacho, es Rodolfo Suárez. El que escucha es uno de los colaboradores que integran su círculo áulico. La Cámara de Senadores acababa de aprobar la boleta única y el festejo a la vez tenía un lado amargo.
Ese cambio electoral es la “mini reforma” posible, una que se puede lograr con la mitad más uno de los votos. La otra, la ideal, ya se sabe, es una que todos los que pasaron por ese sillón han querido tener pero se ha revelado inalcanzable porque exige dos tercios de los votos: la Constitución.
Tal vez envalentonado por la boleta única, o porque la obsesión que genera es demasiado fuerte, o también porque puede ayudar a dejar más expuesto al rival, Suárez está decidido a avanzar con su proyecto para cambiar la Constitución.
El argumento elegido desde un principio para presentarla como necesaria es uno que suena bien en los oídos de los ciudadanos hartos de que nada funcione: bajar el costo de la política. Eso lo haría eliminando una cámara legislativa y por consiguiente todos esos sueldos que hoy se pagan. También haciendo una elección cada cuatro años. El modelo cordobés de los peronistas De la Sota y Schiaretti es el inspirador de las reformas.
El plan oficial es hacer que el proyecto se vote, aun a sabiendas de que no será aprobado. “Que expliquen después ellos por qué se oponen”, dicen en el Gobierno en referencia al peronismo local, que se opone y cuyo apoyo es esencial.
Ese texto que descansa desde 2020 en la Legislatura no contempla la reelección del gobernador, pese a que Suárez la cree imprescindible, pero eso no quiere decir que no pueda incorporarse después, en el debate.
Someter el proyecto a votación convencido de que se pierde en realidad encierra una esperanza de que algo cambie a último momento. Una negociación salvadora. Muy difícil.
Premio consuelo
La Vendimia se empeña año tras año en marcar el inicio de todo. Ese día, la Mendoza del glamour se exhibe sin tapujos, se sobreactúa convivencia política más allá de las críticas y hasta las protestas sindicales y sociales tienen su espacio institucionalizado.
Este 2022 no fue la excepción. Pasada la Vendimia, el Gobierno confirmó que Sergio Marinelli seguirá cinco años más al frente de Irrigación, un casillero esencial por el presupuesto que maneja y por el poder territorial que implica. Nombrado por Alfredo Cornejo, fue ratificado por Suárez.
El pacto entre los dos líderes radicales funcionó una vez más. Pero cerca de Suárez buscan quitarle influencia a Cornejo: “El Rody está muy conforme con el trabajo de Marinelli. Sobre todo porque se puso al frente del plan de obras para usar la plata de Portezuelo del Viento. Por eso lo dejó”.
Lo de Marinelli era previsible, pero el mes próximo, cuando deban renovarse las autoridades legislativas, habrá una sorpresa: el nuevo jefe del bloque de senadores de Cambia Mendoza será Martín Kerchner, que asumirá en su banca a fines de abril.
El ex ministro y actual representante de la Provincia en YPF es un cornejista “de la primera hora” que pujó con Suárez precisamente por la candidatura a la gobernación en 2019.
Los pocos que saben de esa decisión cuentan que fue el Gobernador el que se la propuso a su antecesor.
Esa jugada implica desplazar al que fue el jefe de bloque los últimos dos años, Alejandro Diumenjo, uno de los hombres de máxima confianza de Suárez desde siempre. “Kerchner tiene más llegada a la prensa”, fundamentan.
El oficialismo dio otros dos pasos claves la semana que pasó. Uno que ordena el año desde lo financiero y evita la conflictividad, como son las paritarias; el otro desde lo político, con la aprobación de la boleta única.
Esos dos objetivos terminarán de cumplirse la semana que inicia, cuando los otros gremios “grandes” confirmen la aceptación (“Correa quiere aceptar”, susurran sobre el líder del SUTE) y el proyecto electoral se transforme en ley en Diputados.
El tránsito por el Senado de la boleta única fue más lento que lo esperado por el Gobierno. Y desde el inicio tuvo un condimento extra: la tensión con ese aliado incómodo que es Omar de Marchi, el principal referente del Pro en la provincia.
De hecho el lanzamiento oficial fue después de que De Marchi anunciara que sus legisladores presentarían esa idea. El macrista siempre sospechó que así el Gobierno buscó neutralizarlo y quitarle protagonismo.
La puja siguió una vez conocido el texto. El ex intendente de Luján se opuso desde el principio a que existiera la opción de votar la boleta completa de un partido. Curiosamente, fue el argumento elegido por el peronismo para justificar su rechazo.
La votación final en el Senado dejó en evidencia al PJ: hasta el FIT, que siempre vota por el “no”, y el confrontativo Marcelo Romano, del Partido Verde, apoyaron. “A los partidos chicos les conviene la boleta única”, explicó un legislador oficialista.
Ahora bien, con la boleta única aprobada, la duda es cuándo debutará. Hay una condición clave: sólo podrá usarse en elecciones desdobladas de la Nación. Y las únicas que hubo en Mendoza hasta ahora fueron las dos últimas ejecutivas, 2015 y 2019.
De mantener esa línea y atenerse a la ley electoral provincial, el estreno provincial sería con seguridad el año próximo. Si no ocurriera así, la reforma será sólo teórica, o sea nada.
Suárez quiere ver el debut de su criatura antes de irse y mostrarla como su logro. Al fin de cuentas, su carrera política se construyó con elecciones desdobladas: las dos veces que fue elegido concejal, cuando se convirtió en intendente de Capital y cuando ganó la gobernación.
La única duda en el oficialismo tiene un nombre: Alfredo Cornejo. Si el ex gobernador hiciera pie en el escenario nacional y tuviera posibilidades de integrar una fórmula en las PASO, es posible que decidan unificar fechas.
El desaire nacional
“No me perdonan lo de la pandemia”, se lamentó Suárez ante los suyos cuando confirmó que no estaría en la comitiva argentina que viajó a Chile a la asunción de Gabriel Boric como nuevo presidente, pese a ser Mendoza el principal punto de conexión. Es la segunda vez que Alberto Fernández lo deja fuera de un viaje al vecino país.
La relación con el Gobierno nacional a estas alturas parece irremontable. A Suárez no sólo no lo invitaron al viaje a Chile. Tampoco lo convocan cuando hay reunión de gobernadores. Y aún no le contestan el pedido de audiencia con el Presidente.
En este contexto, el laudo sobre Portezuelo tiene pocas chances de avanzar. Justamente para tantear el terreno, el ministro de Gobierno, Víctor Ibáñez, tuvo una reunión el viernes en el Ministerio del Interior. Pero el destino de esa gestión es incierto
El quiebre entre el Presidente y el kirchnerismo/camporismo reduce los interlocutores válidos. Últimamente, Suárez ha tendido puentes con Gustavo Béliz, uno de los funcionarios más cercanos a Fernández, pero poco ha servido hasta ahora.
Al Gobernador le urge tener una respuesta para definir el destino de los 1.023 millones de dólares que debe terminar de pagar la Nación. Por eso, incluso evalúa pedir a la Justicia una acción de amparo por mora.
Si Portezuelo se cae, tendrá que acelerar el proceso para definir las obras que se harán con ese dinero. La prioridad, dicen, la tendrán aquellas que puedan generar empleo a futuro, no sólo durante su ejecución. Producción y trabajo es el objetivo.
Detrás de ese apuro hay un fundamento: Suárez sabe que le quedan ocho meses reales de gestión. El inicio del Mundial de Fútbol, el 21 de noviembre, marcará el final de hecho de este año. Y el próximo será puramente electoral, con la definición del candidato del oficialismo a sucederlo como primer gran desafío.
La despedida, aunque aparentemente falte mucho, ya empezó.