La mutilación de Chacho Peñaloza

El Chacho tuvo en jaque a las autoridades nacionales durante mucho tiempo, lo que no justifica el cobarde y espantoso asesinato que puso fin a sus días. Además, luego de acribillarlo, pese a haberse rendido, las tropas nacionales se ensañaron salvajemente con el cadáver del Chacho.

La mutilación de Chacho Peñaloza
Chacho Peñaloza

El 12 de noviembre se cumplió un nuevo aniversario de la muerte del mítico Chacho Peñaloza, un personaje diferente dentro del muestrario caudillista.

Si bien se enfrentó al centralismo porteño encarnado por Rosas y adhirió a la política nacional de Mitre, cuando sus intereses se vieron afectados se colocó frente al naciente Estado nacional y las fuerzas del Ejército.

En este contexto invadió las provincias de Catamarca y Tucumán, debido al apoyo que éstas daban a Mitre.

Aunque se romantice a los caudillos, su montonera protagonizó espectáculos atroces donde no faltaron robos, violaciones y asesinatos.

Peñaloza mutó en un agente de permanente belicosidad, acechando sobre las fronteras de San Juan, San Luis y Córdoba.

Tras ser vencido por las tropas nacionales, obtuvo una tregua —Tratado de la Banderita, 1862— con la condición de reconocer a las autoridades residentes en Buenos Aires.

Pero el Chacho no cumplió con su palabra y siguió protagonizando junto a sus hombres invasiones, saqueos, revueltas, crímenes, etcétera. Aunque buscó no exponerse directamente, debido al compromiso.

Por entonces era ya un hombre de más de sesenta años, el contemporáneo Salvador de la Colina lo describió de esta manera: “Lo vi, al pasar una tarde por mi casa, a caballo y seguido de un grupo de gauchos. Llevaba montura de plata, con pretal, freno de grandes copas y riendas del mismo metal. Su traje era: pantalón doblado para lucir los calzoncillos bordados; chaleco de terciopelo negro, sin saco, desabrochado y con botones amarillos; la cabeza atada con un pañuelo de seda de flores punzó y encima un sombrero blando de felpa color marrón (…). El Chacho era blanco y de ojos azules. Su cabello y su barba debieron de ser rubios, peor ya estaban blancos. Usaba la barba afeitada en el medio, formando U como la tenía prohibida Rosas, porque U quería decir unitario”.

El Chacho tuvo en jaque a las autoridades nacionales durante mucho tiempo, lo que no justifica el cobarde y espantoso asesinato que puso fin a sus días.

Además, luego de acribillarlo, pese a haberse rendido, las tropas nacionales se ensañaron salvajemente con el cadáver del Chacho.

Separaron las orejas y la cabeza para exponerla sobre una pica.

Entre los testimonios de la época leemos “el peón que trajo la oreja (…) ignoraba lo que conducía. Al llegar a la Rioja (…) abrió el paquete en presencia de mi tío —un niño en esa época—ora es profesora de Historia., ¡quién vio entonces una tremenda oreja peluda y putrefacta! Vino, haciendo arcadas, a contar en la casa, lo que había presenciado”, leemos en la obra que Fermín Chávez dedicó al caudillo.

* La autora es historiadora.

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