Desacertada la forma de ingresar al BRICS y desacertados los enfoques de las críticas de los dos principales candidatos opositores. No debió Alberto Fernández manejar el tema de manera inconsulta, como si fuera el deño del país con el derecho a situarlo en el tablero internacional como le parezca. Pero actúan de manera similar, aunque en sentido contrario, Patricia Bullrich y Javier Milei.
Como hizo Carlos Menem al proclamar las “relaciones carnales” y Néstor Kirchner al manejar la política exterior desde sus simpatías personales y políticas, tanto el presidente actual como las dos principales figuras de la oposición hablan como si fueran dueños de decisiones estratégicas que deben constituir políticas de estado en lugar de establecerse según sus filias y fobias.
En la cumbre de Ekaterimburgo del 2009, donde se formalizó la creación del BRIC (Sudáfrica se sumaría más tarde, agregando la S final de la sigla), se formalizó un espacio para promover acuerdos comerciales y crear formas de financiación de proyectos productivos. Lo conformaron las economías emergentes con mayor potencialidad de salto hacia el desarrollo: Brasil, Rusia, China y la India.
En la presidencia de China estaba Hu Jintao, continuador de la línea de Deng Xiaoping y Jiang Zeming, promoviendo buenas relaciones con las potencias de Occidente.
Al frente del gobierno indio estaba Manmohan Sing, que había sido el ministro del gobierno de Rajiv Gandhi que abrió y modernizó la economía.
Sudáfrica pudo sumarse dos años más tarde porque también es una economía emergente con potencialidades relevantes.
Entrar a un espacio de esas características puede ser bueno para un país como Argentina, por las oportunidades comerciales y de financiación que añade. Eso sigue siendo así aunque a China hoy la presida el agresivo Xi Jinping. Esos cambios, así como el ingreso de un puñado de regímenes autoritarios que dejan en minoría a las democracias brasileña, sudafricana, india y argentina, debe formar parte del debate. Pero no necesariamente implican que sea negativo ingresar a ese espacio.
Entrar al BRICS no es un alineamiento ideológico, como insinúa Patricia Bullrich, ni aliarse con “comunistas” como insinúa Javier Milei.
También fue errónea la manera con que Alberto Fernández incorporó al país. Un posicionamiento geopolítico no es algo que pueda decidir un gobierno en solitario. En rigor, poder, puede. Pero no debe.
Se trata de decisiones que, para tener sentido, deben convertirse en políticas de Estado. Actuar sin consensuar es lo que hacen quienes se sienten dueños del Estado.
Todo posicionamiento en el tablero internacional debe tener una base de sustentación más amplia. Más aún si se está sumando al BRICS Irán, país encabezado por un régimen con el que hay un conflicto desde que perpetró una masacre en Buenos Aires.
Hasta ese punto, la crítica de Bullrich y Milei tiene lógica. Lo inaceptable es que definan el ingreso al BRICS como un alineamiento ideológico. No es así. No es un bloque ideológico, es un espacio económico y geopolítico que puede resultar conveniente.
Se equivocan al definirlo como lo definió Bullrich (peor aún Milei al hablar de comunismo) y al considerar que, de llegar a la presidencia, pueden también ellos actuar como dueños del poder y manejar las relaciones exteriores de acuerdos a sus filias y fobias.
Hoy, BRICS es un espacio en el que hay tres democracias y dos regímenes autoritarios, y al que se suman ahora otra democracia, Argentina; un país en vías de democratización, Etiopía, y cuatro regímenes autoritarios más: Irán, Arabia Saudita, Emiratos y Egipto.
Con altibajos, Sudáfrica, India y Brasil son democracias, pero China es un régimen autoritario encabezado por un aparato burocrático que ahora le está transfiriendo poderes excepcionales a un líder autoritario; mientras que Rusia es una autocracia liderada por un asesino serial.
De las nuevas incorporaciones, Irán es una teocracia chiita autoritaria. Arabia Saudita es una monarquía absolutista, igual que EAU, una federación de monarquías absolutistas. Ambos son tan o más oscurantistas y dictatoriales que Irán. Mientras que Egipto está en manos del general Abdelfata Al-Sisi desde que, en el 2014, derrocó a Mohamed Morsi.
Finalmente, Etiopía está en un proceso de reformas democráticas impulsadas por el primer ministro Abiy Ahmed, para superar el autoritarismo implantado por el emperador Haile Selassie y por el régimen militar que lo derrocó y encabezó Mengitsu Haile Mariam.
Las potencias occidentales no han tenido problema en relacionarse con Riad y Abu Dabi. Ni Milei ni Bullrich cuestionan esos autoritarismos.
China tiene un régimen dictatorial encabezado por una burocracia denominada Partido Comunista, pero su sistema económico, al que Milei considera “comunista”, no tiene nada que ver con el colectivismo de planificación centralizada.
Aún si así fuera ¿por qué considera Milei que un presidente tiene el derecho de asociar el país con los países que a él le gustan?
* El autor es politólogo y periodista.