La bruma dificulta adivinar el futuro, lo cubre, lo encierra. Es imposible para la política vislumbrar qué ocurrirá ya no en un año o dos, sino en un mes o dos. Está todo sujeto al día a día. Al ritmo de la economía, que da algunas señales positivas y otras negativas.
Alfredo Cornejo intentará esbozar ese futuro inasible el miércoles, cuando se siente frente a la Asamblea Legislativa. Su discurso será la hoja de ruta que mostrará su mirada sobre lo que viene, o mejor dicho sobre lo que él desea que pase.
A casi cinco meses de haber asumido, esta apertura de sesiones, la primera de su segundo tiempo, tendrá algo de balance y bastante de proyección. El Gobernador repasará todos los proyectos que propuso y ya fueron aprobados en este “escaso” tiempo. También anunciará una nueva ley de aguas y un paquete de reformas en Seguridad.
Hay dos ejes además, uno nacional y el otro provincial, que ocuparán buena parte de la presentación. Y son los que lo desvelan por sobre cualquier otro tema.
El primero girará, una vez más, en torno a las reformas que pretende Javier Milei. De hecho, cuando hable ante los senadores y diputados provinciales, y las cámaras de TV, todo indica que estará recién aprobada la demorada “ley de bases” que el oficialismo nacional impulsa y que el oficialismo provincial acompaña.
El segundo será la minería, esa prioridad que mantuvo oculta durante toda la campaña y que se convirtió en la obsesión cornejista desde el 1 de marzo. El único plan de gobierno que le ha permitido “instalar agenda”, en un contexto en el que todo pasa por lo nacional.
El Presidente, su novedad, su disrupción, sus excesos verbales y sus fallidas leyes han acaparado desde el 10 de diciembre toda la atención, de los medios y la gente. Cornejo desde entonces se ha mostrado apoyando con firmeza, más allá de algún titubeo tras el fracaso de la primera versión de la “ley de bases”.
El discurso del Gobernador en el desayuno vendimial explicitó un alineamiento que no se recuerda haya tenido, al menos públicamente, ni con Mauricio Macri cuando coincidieron en la gestión de 2015 a 2019.
Ese respaldo está sustentado en la coincidencia de objetivos, de ideas. Pero también en que los votantes de uno y otro se solapan, se superponen, aunque hoy sean más los mendocinos que apoyan a Milei que a Cornejo. Enfrentar al Presidente sería enfrentarse a sus propios votantes, hacerlos elegir entre uno u otro. Un suicidio que ningún dirigente con experiencia y sapiencia comete.
Después de la encuesta de Reale Dalla Torre de hace dos meses, no se ha hecho ninguna otra medición provincial que permita saber dónde está parada la opinión pública. Pero sí hay datos que surgen de encuestas cualitativas y departamentales que sirven como guía.
Milei conserva una adhesión que supera el 60%. Pero más allá de la imagen, lo que sorprende es el nivel de expectativas positivas que genera. Esperanza es la palabra. Al punto de que el 70% de los consultados cree que dentro de un año va a estar mejor que ahora. El humor social del presente está aferrado a la ilusión de ese futuro mejor que promete el libertario.
Con esos números se explica que resulte difícil oponerse, incluso para los que no coinciden en nada con lo que se hace y que han optado por un silencio “saludable”.
Por supuesto, falta que las boletas de luz y gas expresen todo el impacto de los aumentos de tarifas. Y no puede soslayarse la marcha en defensa de la universidad pública, un llamado de atención para la soberbia oficial. Pero de esa manifestación participaron muchos votantes de Milei que, más allá de esa disidencia puntual, lo seguirán apoyando.
Si la foto del presente se mantuviera iniciado 2025, Cornejo estará ante un desafío político como el que no enfrentó nunca desde que creó Cambia Mendoza en 2015.
“No somos oficialistas. Somos opositores, que es donde nos ubicó la sociedad. Pero queremos aportar para que le vaya bien al Gobierno nacional”, dicen en el radicalismo mendocino. Esa ambivalencia los deja a mitad de camino de uno y otro extremo.
El perokirchnerismo siempre fue un rival predecible, cada vez más debilitado electoralmente y fácil de “demonizar”. Todo lo contrario del fenómeno Milei, que es impredecible, parece empoderarse con el tránsito del tiempo y, como si fuera poco, hace lo que Cornejo siempre ha proclamado.
Si en 2023 ya hizo que el oficialismo mendocino perdiera una elección por primera vez en diez años, cuando aún era una fuerza incipiente y desorganizada, nada indica que no vaya a repetir un triunfo en las legislativas del `25. Por supuesto, de haber tenido un éxito relativo en la gestión en los próximos meses y conservar el apoyo ciudadano mayoritario.
Esa perspectiva ha desatado las peleas por el sello de La Libertad Avanza (LLA) en Mendoza. Una interna justificada por el crecimiento de la marca libertaria.
El hipotético escenario de 2025, en el que muchos ya piensan aunque públicamente digan que es “demasiado pronto”, plantearía así dos opciones para Cornejo tal vez igual de malas.
Puede ser la segunda marca Milei, sin criticarlo y apelando a la defensa de la mendocinidad para que voten a los candidatos del frente provincial. Pero sabiendo que la mayoría se va a inclinar por la lista mileísta.
O bien puede aliarse a Milei, pero con el riesgo de ser el furgón de cola, entregando la identidad y también el mando. Aparece allí como nexo inevitable el empoderado Luis Petri, rival interno de Cornejo en las últimas PASO y ministro nacional de alto perfil que sueña con gobernar Mendoza.
Esta segunda opción tiene un gran signo de interrogación al final. Hasta ahora, el Presidente no se ha mostrado abierto a las alianzas partidarias. Prefiere captar dirigentes. Bien lo sabe Mauricio Macri. El proyecto de LLA, parece cada vez más claro, es quedarse con todo sin compartir beneficios.
Por eso, Cornejo debe mostrar resultados en su gestión para que el proyecto político que fundó llegue con chances electorales al año próximo. Necesita ser atractivo para los votantes y, paradójicamente, también para Milei. Para lograrlo, su máxima apuesta, casi la única, es la minería. Y lo urge avanzar con los proyectos de exploración de cobre en Malargüe.
Así como la semana anterior fue la de los viajes a ferias minera internacionales, la que pasó la agenda oficial giró sobre el mismo tema, pero con trámites más formales. El martes, el Senado aprobó las reformas al Código de Procedimiento Minero. Y el jueves se hizo en Malargüe la audiencia pública para la construcción del prometido polo logístico en la localidad de Pata Mora, al sur del sur.
En este camino de impulso a la actividad minera, Cornejo ha encontrado un aliado impensado: el ex gobernador peronista Celso Jaque, desde diciembre otra vez intendente de Malargüe, de quien solía ser muy crítico.
Ese vínculo soldado al calor de las necesidades compartidas está retratado en la red social X. Jaque estuvo el martes en la Legislatura junto a la vicegobernadora Hebe Casado; la ministra de Energía y Ambiente, Jimena Latorre, y el director de Minería, Jerónimo Shantal. El jueves, fue el anfitrión de Casado y el subsecretario de Ambiente, Sebastián Melchor.
Ahora viene el desafío más duro para el plan cornejista: la aprobación de la declaración de impacto ambiental de todo el Distrito Minero Malargüe. Es para ese momento cuando se esperaba en el Gobierno la reacción de los grupos antimineros.
Aunque esa reacción parece haberse anticipado con la denuncia presentada en la Oficina de Ética Pública contra Jimena Latorre por ser a la vez ministra de Energía y Ambiente y la representante de Mendoza en el directorio de YPF. Con la particularidad de que renunció al sueldo de ministra para cobrar el de la petrolera.
Latorre se convirtió, por su empecinamiento en ocupar la silla en YPF, en el flanco débil del plan de Cornejo. No sólo eso: la necesaria defensa ante las criticas distrae al Gobierno y a ella misma del objetivo principal. El lunes pasado, sin ir más lejos, tuvo que salir a poner la cara y dar explicaciones en una gira mediática. En algunas entrevistas radiales la pasó realmente mal y quienes se la cruzaron aseguran haberla visto muy afectada.
La denuncia, dos meses después de confirmarse su nombramiento, fue activada por la noticia de un aumento en los honorarios de los directores de YPF. La asamblea fue el viernes último y, como se preveía, fue aprobado sin objeciones un incremento del presupuesto de 388%. Si ese mismo porcentaje se traslada a los honorarios, algunos estiman que la ministra pasaría de cobrar 10 millones a más de 40 millones de pesos mensuales.
Con ese dinero, si lo donara a la Provincia, alcanzaría para pagar los sueldos del Gobernador y los siete ministros, incluida ella misma. Es más, sobraría para algunos subsecretarios.
Cornejo defendió públicamente a Latorre. Entre los firmantes de la denuncia, están Jorge Difonso y Marcelo Romano, a quienes no quiere nada. “Si la denuncia la hubiese presentado una ONG, en vez de firmarla ellos, sería más creíble”, razonó un legislador peronista. A veces, el ego pesa más que el éxito de la misión.
En el Gobierno sostienen que “el antiminero Difonso tiene que hablar del sueldo de Latorre porque no tiene nada para objetar del plan. Vamos a hacer minería con la 7722″. También están convencidos de que si la ministra dejara de estar en YPF en un mes, buscarían otro tema para oponerse.
Latorre es clave porque está a cargo de la única posibilidad de crecimiento económico que se intuye para Mendoza. Después habrá que ver si se traduce en beneficios realmente. Pero este protagonismo de la ministra se debe no sólo a la importancia asignada al área, sino también a que sus colegas de gabinete no generan otras opciones y no terminan de asentarse en sus nuevos roles.
El trasvase generacional que el Gobernador imaginó al nombrar a cinco sub 40 en la primera línea del gabinete no ha dado hasta ahora los resultados que esperaba. Palabras más, palabras menos, esa idea transmitió a dos interlocutores de confianza con los que habló recientemente.
Aquel gesto de confianza a los milenials también fue un traspaso de responsabilidad y una exigencia para que se hagan cargo de lo que viene. De su éxito depende la continuidad del proyecto político y también que Cornejo no deba poner el punto final a un ciclo que él mismo alumbró hace una década.