La crisis de Venezuela se prolonga, Maduro resiste, la oposición empieza a cansarse y la presión internacional muestra su impotencia. Estados Unidos capturó el avión personal del presidente venezolano que estaba en República Dominicana, llevándolo a Miami. Al mismo tiempo, Maduro le ordena a la Fiscalía -que está bajo su control, al igual que todo el sistema judicial- que detenga al candidato electo, Edmundo González Urrutia, acusándolo de “terrorismo”.
Lo ha elegido como blanco antes que a Corina Machado, la líder real de la oposición unificada. De ser detenido, implicará un golpe político muy fuerte para la oposición, que deberá definir si redobla la apuesta en las calles o se repliega tácticamente. Cabe recordar que Maduro nunca detuvo a Juan Guaidó, quien lo desafió durante varios meses como presidente electo de la Asamblea Parlamentaria. En la militancia opositora empieza a registrarse cierto cansancio por la ineficacia de su accionar y a eso es a lo que apuesta el presidente venezolano. Mientras tanto, Estados Unidos, la Unión Europea y parte de los países latinoamericanos -pero no los tres más grandes, que son Brasil, México y Colombia-, acentúan las presiones y sanciones, apostando a que ellas debiliten a Maduro y lo obliguen a negociar o a abandonar el poder.
Pero ello no parece fácil mientras se mantenga el apoyo de las Fuerzas Armadas y policiales al dictador venezolano, lo que no parece debilitarse por ahora. Sólo un oficial superior (coronel) ha hecho una manifestación crítica al respecto, pero desde la clandestinidad. Las sanciones contra los funcionarios chavistas, como las que se adoptaron recientemente contra los integrantes del Máximo Tribunal que convalidaron el triunfo electoral de Maduro, no parecen el camino eficaz para resolver el problema.
Al mismo tiempo, en Cuba escala el malestar popular por la crítica situación socioeconómica, pero la protesta política es débil por ahora. En años recientes surgieron nuevas protestas con motivaciones políticas y culturales que llegaron a movilizar a miles de personas. Pero el gobierno que preside Miguel Díaz-Canel las reprimió con éxito, permitiendo el exilio de algunos de sus líderes y deteniendo a otros, algunos de los cuales permanecen todavía encarcelados. La situación socioeconómica ahora parece asemejarse a la de 1990, y con Estados Unidos abandonado por ahora la intención de los gobiernos demócratas de intentar una salida negociada para Cuba y avanzar hacia la democracia.
Es una política similar a la que intenta Washington ahora con Maduro, pero tampoco tendrá éxito mientras las fuerzas policiales y armadas se mantengan bajo control del Gobierno. Cabe señalar que ello ha sucedido en los sesenta y cinco años que lleva el régimen cubano. Pero es claro que una crisis en este modelo afectaría sensiblemente al chavismo venezolano y le sería más difícil seguir resistiendo.
Hay quienes dicen en Estados Unidos que Venezuela está tomando el camino de Nicaragua. Daniel Ortega llega al poder en 2007 (tras ejercer un periodo en los años ochenta) y ha sido reelecto sucesivamente desde entonces. Ha ido endureciendo gradual y sistemáticamente su régimen, que parece seguir el modelo cubano.
De acuerdo a esta tesis, el modelo central es el cubano, Nicaragua iría detrás de él y Venezuela en tercer lugar. Este país se encaminaría a ser un régimen totalitario como en la realidad es Cuba, que parece ser el modelo deseable tanto para Ortega como para Maduro. Una característica general es la presencia de familiares en el poder. En Cuba se dio con Fidel Castro, que designó a su hermano Raúl primero como Jefe de las Fuerzas Armadas y luego como su sucesor.
En el caso nicaragüense, la mujer de Ortega, Rosario Murillo, es la número dos del régimen, ejerce un poder creciente y representa el “ala dura” del gobierno. En el caso venezolano, tanto Chávez como Maduro han dado espacios a sus parientes pero no en los niveles que se han dado en Cuba o Nicaragua. Este país ha entrado en una etapa de fuerte represión de la Iglesia Católica que se parece más a la política cubana que a la coexistencia con una iglesia crítica que se da en Venezuela. Un caso a su vez especial se da en Nicaragua, que avanza cada vez más hacia un comunismo totalitario sin que ello implique abandonar el tratado de libre comercio con Estados Unidos que tienen los países de América Central. Quizás Washington piense que excluir al régimen de Ortega de este instrumento lo vuelque más hacia Rusia y China.
Los tres países se han mostrado aliados de Rusia, China e Irán y lo han hecho recientemente al recibir a una flotilla de la Armada rusa que ha estado en sus puertos desde fines de julio y durante todo el mes de agosto. Este hecho no ha generado una reacción por parte de Estados Unidos, y en cuanto al bloqueo de los puertos venezolanos, cubanos y nicaragüenses, no hubo incidente alguno entre buques de la flota estadounidense y los rusos. Estados Unidos pareciera eludir hechos en este campo en momentos en que se encuentra concentrando sus esfuerzos diplomáticos y militares en las guerras de Ucrania y Gaza.
Pero quizás haya sido Donald Trump quien dio una clave, al referirse a la captura del avión de Maduro en Santo Domingo. Dijo que mientras Estados Unidos siga comprando petróleo venezolano, puede comprarse muchos aviones más. Es que Estados Unidos podría adoptar actitudes más firmes, como suspender la compra de petróleo a Venezuela a la que se refería Trump, y eventualmente bloquear los puertos a través de los cuales buques de Irán y otras banderas comercian petróleo venezolano, vital para su subsistencia económica.
* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.