Los estudios de futuro modernos se remontan a la inmediata post-guerra, básicamente orientados a la seguridad y la defensa, nacieron asociados a la ciencia y la tecnología.
La política estadounidense asociada al desarrollo de la C&T siguió los lineamientos que marcara Vannevar Bush en el informe para el presidente Roosevelt, “Science, the Endless Frontier”, donde se proponía formalizar un programa de investigación y formación en ciencias físicas y biológicas. Sin afectar las ciencias sociales, las humanidades y otros estudios tan esenciales para el bienestar nacional. Lejos están nuestros países de contar con una guía tan simple y clara.
Una palabra caracteriza la ciencia actual: convergencia, reflejada en los últimos avances en ciencias y tecnología. Pero ésta articula disciplinas científicas, ingenierías y computación, aunque no siempre se aplica a las políticas públicas. Lo logrado por la convergencia se ha acelerado notablemente con los desarrollos pos-pandemia.
El conocimiento destacado, durante muchos años se confundió con la alta especialización. Las disciplinas han perdido mucho tiempo en delimitar su campo propio y su autonomía metodológica. Esto ha sido abandonado, pero tímidamente se habla de interdisciplina, y menos de transdisciplinas. Aún pervive una brecha entre ciencias básicas y ciencias sociales. Dificilmente un desarrollo científico o tecnológico avance más allá su relación con el mercado, o algún componente de responsabilidad social, sostenibilidad o medioambiental.
La globalización siglo XXI se ha caracterizado por la complejidad, la incertidumbre y la volatilidad. Procurar despejar estos problemas no sólo requiere de C&T, sino de la comunicación pública y que ésta llegue a los tomadores de decisión.
Es preciso tomar conciencia que cerrar las brechas entre ciencia, tecnología, humanidades, artes es fundamental para dar a las políticas públicas su auténtica función social y para orientar las políticas en materia de investigación financiadas por los contribuyentes, para que sean eficientes y equitativas y rindan cuentas a los ciudadanos.
Sin descartar la participación de la comunidad que ha adquirido conocimientos cimentados en su experiencia de vida. La producción colaborativa de información científica fortalecerá la relación entre ciencia y sociedad y en consecuencia con la política
Los enfoques interdisciplinarios podrían generar beneficios que incluyen evaluaciones más precisas de los impactos de las políticas, comunicación personalizada de los impactos de las políticas a los grupos afectados, diseño mejorado de políticas y metodologías basadas en un alcance más amplio de disciplinas.
En materia de educación el término dominante ha sido STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática), lo que supone un fuerte impulso a la convergencia de esas disciplinas, pero se han aislado durante mucho tiempo de las artes y las humanidades y ciencias sociales, en el descubrimiento de problemas. Todo esto exige una cuidadosa atención a las interrelaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad, interrelaciones que no se iluminan por completo solo con una lente STEM.
Pero ¿cómo los científicos, ingenieros y tecnólogos pueden articular la experiencia de otras áreas del conocimiento para comprender la magnitud total de los problemas que buscan resolver?
¿Pueden los colegios y universidades construidas sobre la alta especialización -que sostenía su prestigio-; acometer ahora la transformación de sus organizaciones y superar la fragmentación de la currícula, con un nuevo modo de producción de conocimientos que vaya más allá de sus puertas?
Creo necesario trabajar para incorporar ciencia a las decisiones de políticas públicas. Pero no se debiera idealizar el rol de la ciencia porque no está ajena a la injusticia y la manipulación. Se ha tomado información, documentos, muestras de historia natural sin consentimiento y se han manipulado datos genéticos para respaldar movimientos eugenésicos. También se reconoce una brecha entre científicos del norte y del sur global. Según un estudio de 2021, solo el 16 % de los artículos en revistas de alto reconocimiento han sido escritos por investigadores basados exclusivamente en el sur global; en tanto el 73 % de los autores procedían del norte global.
También la ciencia y la tecnología se han constituido en campo de competencia geopolítico. La articulación de los programas de desarrollo tecnológico sino-ruso, conforman la base del objetivo de alcanzar el liderazgo mundial de China para el 2045, lo que impulsa también a los programas europeos y estadounidenses a participar de la carrera.
Como podemos ver hay otras brechas, hoy más importantes que las ideológicas y políticas, pero que no ocupan la atención de los tomadores de decisión en el terreno público. Claro es que esas brechas deben preocuparnos a todos los simples mortales, porque éste es nuestro mundo y porque siempre el futuro ha sido el espacio adecuado para construir consensos: No dejemos que se convierta en un campo de batalla, porque su peligrosidad supera en mucho a la carrera armamentista del siglo pasado.
* El autor es Doctor en Historia. Director del Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva.