Nuestros estados de ánimo se reflejan de varias formas, entre ellas, en nuestra manera de hablar: la tristeza, la alegría, el amor, el resentimiento, las aversiones, las dudas que albergamos, dejan un claro eco en el vocabulario usado como medio de comunicación de los seres humanos. Hoy vamos a tratar de recoger el léxico que se identifica con las vacilaciones y dudas: el primer verbo que refleja inseguridad y estado dubitativo es ‘tartamudear’ que queda definido como “hablar o leer con pronunciación entrecortada y repitiendo las sílabas”; el diccionario etimológico nos arroja que el vocablo tiene dos partes, ambas de índole onomatopéyica: por un lado, ‘tart-’, que da origen a otros términos como ‘tartalear’ (“moverse sin orden, temblar, turbarse”) y ‘tartajear’ (“hablar con un impedimento, repitiendo sonidos”). En la segunda, está ‘-mu’, que imita el sonido de quien pretende hablar con la boca cerrada. En la familia, hallamos el adjetivo ‘tartamudo’ y los sustantivos ‘tartamudez’ y ‘tartamudeo’, que aluden, respectivamente, a la cualidad del que tiene este problema de habla y a la acción y efecto de expresarse de ese modo: “Siempre, detrás de la tartamudez de un niño, existe alguna causa que la provoca”.
Si nuestro hablar da cuenta de vacilación como producto del enojo, de la confusión y de la prisa, nos encontramos con dos palabras significativas: ‘farfullar’, que equivale a hablar atropelladamente, con desorden: “Se alejó furioso del recinto farfullando amenazas ininteligibles”. La otra es ‘refunfuñar’, verbo del cual el diccionario nos dice que es de origen onomatopéyico pues se refiere a la emisión de voces confusas, de palabras mal articuladas, por desagrado o por enojo: “¿Qué anda refunfuñando con cara de pocos amigos?”.
También nos encontramos con un verbo que puede decirse de dos formas: ‘trastabillar’ y ‘trastrabillar’. Ellos tienen dos referencias que dan cuenta de inseguridad: la primera nos dice que trastabilla el que anda a tropezones o da traspiés; también, el que vacila o titubea; la segunda, se circunscribe al habla porque indica a la persona que se traba al hablar: “Había mentido, trastabillaba y no coordinaba bien sus ideas”.
Otro verbo da cuenta de un estado de incertidumbre por parte del hablante: se trata de ‘trabucar’. Esta acción puede hacer referencia a varios estados: en primer lugar, significa “trastornar, descomponer el buen orden o colocación que tiene algo, volviendo lo de arriba abajo o lo de un lado a otro”; puede tener uso pronominal: “Nerviosa, se me trabucaron las ideas para exponer ante un jurado tan exigente”. Puede también involucrar un estado de trastorno del entendimiento, que conduce a trastrocar o confundir especies o noticias: “Ante las cámaras, se le mezclaron los datos y trabucó toda la información destinada a los televidentes”. Por ello, una tercera acepción de este verbo nos dice “pronunciar o escribir equivocadamente unas palabras, sílabas o letras por otras”: “No supo evidenciar todo lo que había estudiado pues trabucó, en forma atropellada, nombres y conceptos”. Muy cerca está también ‘trastocar’ (trastornar, alterar algo, perturbarse).
Es una voz onomatopéyica el verbo ‘papear’, cuyo significado es equivalente a los de los términos analizados puesto que se define como “balbucir, tartamudear, hablar sin sentido”: “No sabe qué decir y papea permanentemente”.
Acabo de mencionar el verbo ‘balbucir’, derivado del latín “balbutire”; este vocablo indica “hablar o leer con pronunciación dificultosa, tarda y vacilante, trastocando a veces las letras o las sílabas”: “El funcionario balbucía solamente incoherencias”. Debe tenerse en cuenta que ‘balbucir’ no se conjuga en la primera persona del singular del presente de indicativo y subjuntivo; en su lugar, debe usarse ‘balbucear’. Si buscamos este verbo en el diccionario académico, nos encontramos con que no aparece definido sino que se nos remite al concepto de ‘balbucir’; sí, en este caso, se puede conjugar en las personas descartadas para balbucir: “Cuando lo veo, me altero y solamente balbuceo sonidos faltos de coordinación”. En relación con estos verbos, se da el sustantivo ‘balbuceo’ que, además de indicar la acción propiamente dicha, amplía su valor significativo y equivale a las “primeras manifestaciones de un proceso”: “Los balbuceos de un cambio ya se avizoran”. Puede decirse también ‘balbucencia’. Existe, además, el adjetivo ‘balbuciente’ con ese mismo sentido de “que empieza a mostrarse o desarrollarse”: “Esos son intentos de una balbuciente transformación”.
En nuestra búsqueda de vocablos análogos a los dados, hallamos también ‘mascullar’: este verbo tiene un primer valor, “mascar mal o con dificultad” y otro, coloquial, que nos interesa: “Hablar entre dientes o pronunciar mal las palabras, hasta el punto de que con dificultad puedan entenderse”: “Apenas podíamos entenderle porque mascullaba sonidos ininteligibles”.
El repertorio se amplía con ‘barbullar’, definido como “hablar atropelladamente y a borbotones, metiendo mucha bulla”; es sinónimo de ‘barbotear’. La persona que habla en forma confusa y atropellada es ‘barbullona’, mientras que el ruido, voces y gritería de quienes hablan a un tiempo confusa y atropelladamente se conoce como ‘barbulla’.
Otro verbo que indica un hablar confuso, pero no por vacilación sino por disgusto o queja, es ‘murmurar’: “Sus palabras provocaron la reacción del público que empezó a murmurar con disconformidad”.
Asimismo, hay palabras que señalan, como consecuencia de la confusión, la falta de un vocabulario adecuado: así sucede con ‘aturullar’ que es “confundir a alguien, turbarlo de modo que no sepa qué decir o cómo hacer algo”: “Perplejo, se aturulló y ya no le sacamos palabra”. También, sucede que, a veces, la causa de la falta de precisión es el deseo de mantener todo en secreto, como es el caso de ‘cuchichear’ o “hablar en voz baja o al oído a alguien, de modo que otros no se enteren”: “Nadie se animaba a expresarse en voz alta, sino que se limitaban a cuchichear en forma molesta”.
Nos dejan pensativos las palabras de Jacinto Benavente: “Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes.”
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.