Lecciones de la historia que deberíamos recordar

Confianza es lo que le falta al gobierno actual y ese problema lo tiene desde su triunfo por amplio margen en las Paso de agosto del año pasado. Lo que en ese momento pudo ser tomado como resultado de prevenciones y prejuicios de un sector de la sociedad lo ha ratificado e incrementado día a día la gestión del gobierno ante los ataques a la independencia judicial y las amenazas a los derechos de propiedad.

Lecciones de la historia que deberíamos recordar
Imagen ilustrativa / Archivo

Aunque en nuestro país muchos no lo entienden, en el mundo se suceden cambios cada vez más vertiginosos, pero, algunas enseñanzas de la historia, siguen siendo válidas.

No nos referimos a las nostalgias de tiempos mejores, que llevan a las dirigencias sucesivas a reiterar recetas superadas y muchas veces fracasadas, sino a recordar experiencias exitosas, en las que imperaron el sentido común, el conocimiento de los acontecimientos, del mundo como es y del comportamiento humano.

Porque si bien los sistemas productivos están en mutación, si las tecnocracias o los políticos tuvieran en cuenta esas lecciones de la historia, tal vez evitarían errores como vemos se cometen en estos días en nuestro país.

La crisis internacional del 2008 fue superada porque el titular de la Reserva Federal de los Estados Unidos, era el académico más estudioso de la crisis de 1929 y de los errores cometidos luego del estallido, errores que, postergaron la salida.

Es clara como lección el diálogo entre el Rey Luis Felipe de Orleans y su ministro de Hacienda, Guizot, quien le dice al Rey, “Sire, dadme buena política y os daré buenas finanzas”. La política es lo primero es la lección de Guizot.

Años después, en la tercera república, Francia soportaba una crisis, consecuencia del esfuerzo para afrontar la primera guerra mundial. Es convocado Poincaré, quien fuera presidente de la República durante la conflagración y acepta el ministerio de Hacienda y anuncia: “Mi programa es dar confianza”.

Confianza es lo que le falta al gobierno actual y ese problema lo tiene desde su triunfo por amplio margen en las Paso de agosto del año pasado. Lo que en ese momento pudo ser tomado como resultado de prevenciones y prejuicios de un sector de la sociedad lo ha ratificado e incrementado día a día la gestión del gobierno ante los ataques a la independencia judicial y las amenazas a los derechos de propiedad.

Hay un problema político, que no es solamente el interrogante de quien gobierna, si el presidente o la vicepresidenta. En primer lugar la creencia que todos los males son responsabilidad del gobierno anterior, así que como este creyó, que toda la mala herencia del 2015 era resultado de la administración precedente.

Desde 1974 nuestro país padece de problemas estructurales irresueltos, como baja tasa de inversión, deterioro de la moneda, crecimiento de la pobreza.

Las recetas para revertir este proceso de decadencia, baste recordar que desde el período 1963 a 1974 no hemos logrado superar los cinco años consecutivos de crecimiento y cuando lo hemos tenido lo derrochamos en subsidios a la pobreza en vez de volcarlos a la reinversión productiva, cosa que está en los manuales.

Dar confianza no es una frase trivial, significa dar señales claras, fijar un rumbo y sobre todo no poner en duda el consenso básico que es el respeto a las instituciones, que es lo mismo que decir el respeto a las reglas de juego.

Sin reglas ninguna sociedad funciona y menos es atractiva para la inversión. No se trata solamente de la inversión extranjera; cuando no viene la “lluvia de inversiones” externas, es por la simple razón, que los argentinos invierten cada vez menos en su país y esto no es un problema de patriotismo, sino, porque a lo largo de mucho tiempo no ha sido positivo hacerlo.

Países de la región que han logrado crecer en estos años, han tenido esos logros, porque los partidos que, se han alternado en el poder, sin perjuicio de programas diferentes, no alteraron esos consensos fundamentales como lo es el respeto a las instituciones y la seguridad jurídica.

El respeto a las instituciones es el pilar para iniciar un programa con creíble consistente en moneda sana, bancarización y mercado de capitales.

No hay otra receta que capital y trabajo, capital para la inversión y trabajo para fructificar la inversión.

Sin un ciclo de veinte años con una tasa de inversión de 25% del PBI es imposible pensar en bajar la pobreza, y recuperar la Argentina de las vastas clases medias y la movilidad social ascendente.

Salvo que el modelo sea el pobrismo: todos con lo mínimo salvo las oligarquías gobernantes. Eso es la irrelevancia, la emigración de los mejores y tal vez, la disolución nacional.

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