El gobierno inglés le dice al gobierno argentino “no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros”.
En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. “Los dominios británicos tienen cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos”, señaló Lisandro de la Torre en el marco de una denuncia desde el Congreso contra el tristemente célebre Pacto Roca-Runciman.
En base a esta denuncia se estableció una Comisión Investigadora dentro del marco legislativo para conocer a cuánto ascendía la cifra, hasta entonces secreta, de ganancias realizadas por parte de los frigoríficos ingleses en detraimiento de los intereses argentinos gracias a dicho pacto comercial.
Según el senador puntano Laureano Landaburu se abocaron concretamente a verificar si los precios que pagaban los frigoríficos en la Argentina guardaban relación equilibrada con los precios que ellos obtenían en el exterior; averiguar si los ganaderos o los frigoríficos habían recibido ganancia de la devaluación del 20% del peso hecha el 28 de noviembre de 1933; investigar cuáles fueron las ganancias de los frigoríficos particulares y determinar si los precios de los novillos de exportación en Australia eran superiores o inferiores a los que se pagaban por los de la Argentina.
A pesar de la negativa por parte de los frigoríficos de colaborar, no se dio marcha atrás.
Los resultados arrojaron pruebas de un monopolio escandaloso por parte de este grupo de frigoríficos y la consecuente extracción excesiva de ganancias.
Además, De la Torre acusó especialmente al ministro de agricultura Luis Duhau, casualmente ganadero, de beneficiarse particularmente de esta situación colocando sus propios productos en esta aventura delictiva.
Duhau amenazó a De la Torre públicamente y dos días más tarde -23 de julio de 1935- en medio de un tumulto en el recinto fue asesinado Enzo Bordabehere, aliado político de don Lisandro.
El mítico Alfredo Palacios era entonces parte del cuerpo legislativo y escribió: “Frente al cadáver de Bordabehere, asesinado alevosamente en el recinto del Senado, exijamos justicia, pero no perdamos la conciencia de la responsabilidad que nos incumbe. Los que no hemos sido arrebatados por la creciente marea del odio, proclamemos y sostengamos el acatamiento a las fuerzas morales (…) Trabajemos por un ambiente en que la libertad y la tolerancia destruyan el afán de prepotencia que proclama la ley del instinto sin reparos, el imperio de la astucia sin escrúpulos y la moral del éxito. Trabajemos por la armonía solidaria para el afianzamiento de la justicia, y la práctica de las libertades cívicas; es decir, por lo que nos falta ahora, ya que todos se afanan en enconar las heridas y arrojar combustible a la hoguera”.
Pero junto al cadáver de Bordabehere se enfrió la investigación y de la Torre terminó renunciando.
Consideramos propicio traer del pasado esta anécdota de valentía y dignidad, en tiempos durante los que nuestro Congreso está en manos de personajes como Juan Emilio Ameri que lejos de resultarnos admirables, nos avergüenzan a nivel mundial.