Lo mejor de Mendoza: sus instituciones y los mendocinos de a pie

Un análisis de cómo quedaron parados los políticos mendocinos para proseguir sus lides electorales después de estas tan particulares PASO. Y la relación de estos comicios con la formidable arquitectura institucional de Mendoza, una de cuyas patas esenciales es la sabiduría en las cuestiones públicas de los mendocinos de a pie.

Lo mejor de Mendoza: sus instituciones y los mendocinos de a pie
Elecciones provinciales PASO 2023 en la provincia de Mendoza. En la Escuela Leandro N Alem de Guaymallén, Los ciudadanos consultan el padrón para ingresar a emitir su voto. Foto: José Gutierrez / Los Andes

En estos últimos meses, en este mismo espacio, hemos escrito una decena de columnas sobre la naturaleza institucional de Mendoza y la relación con los hombres que las encarnan. Las elecciones del domingo pasado han confirmado muchas de las características peculiares de los mendocinos, particularmente el precepto fundamental: que las instituciones construidas a la largo de décadas son un formidable freno a todos los intentos de exceso de poder, ya sean políticos o económicos. En ese sentido, estas elecciones han sido modélicas. Como si el voto de los mendocinos fuera una institución más de la mejor Mendoza.

Los políticos

Los de Cambia Mendoza dirán que el voto fue por coalición y así deberían sumarse. Los opositores dirán que fue un voto por candidato, que eso es lo que más vale. Y que como Luis Petri no pudo entrar pero sacó un aluvión de votos, todos tienen la misma posibilidad de quedarse con ellos. Que la que viene será la pelea, por candidatos y no por coaliciones. Querrán trasladar la interna a la general para que la menor cantidad de votos de Petri vaya a Cornejo. Es natural que eso intenten. Pero desde el gobierno se enfatizará ya no tanto en la figura de Cornejo, que era la apuesta previa a las PASO, sino en la necesidad de generar un gobierno que no sólo aproveche y mejore lo bueno de estos años en la provincia sino que sea coherente y forme parte de un futuro gobierno nacional no kirchnerista, que lo exprese en Mendoza. Que todo quien vote Juntos por el Cambio vote Cambia Mendoza, la exprese quien la exprese. Que el peronismo en Mendoza es kirchnerista (algo que está visto no le gusta nada a los mendocinos, incluso a muchos votantes peronistas porque no puede haber tan pocos en Mendoza). También dirán que el demarchismo está lleno de peronistas y que no tiene pata nacional. Es lógico que el oficialismo actúe así. Son las reglas del juego. Y cada uno quiere aprovechar la carta que mejor le convenga. Sin embargo, para hacer creíble esas ideas, los radicales tienen que ampliar la democracia interna. Con estas elecciones, Cornejo aún llegando a gobernador, quedó muy lejos de ser líder hegemónico o un caudillo tradicional. De ganar será primus inter pares porque el que lo sigue en poder (al menos mientras dure el efecto del voto popular) no fue designado por su dedo sino que se ganó el lugar por derecho propio. peleando internamente contra Cornejo. Además. Julio Cobos, que fue el mentor de Petri, deja de ser un histórico sin poder, un sobreviviente grado “125″ de prestigio, para pasar a ser otra vez considerable su influencia territorial y política.

De Marchi tiene otro tipo de problemas: es que para haber logrado que su fuerza salga segunda en las Paso necesitó romper e ir por afuera y atraer sobre todo el voto peronista. Pero ahora, para intentar ganarle a Cornejo, necesita variar sideralmente la estrategia: mostrarse como alguien más de adentro que de afuera de Juntos por el Cambio para que se valoren los votos no por coalición sino por personas, y así poder apostar al voto radical no cornejista (que en las PASO fue mayoritariamente a Petri, no a él) y alejarse de sus flirteos con los peronistas porque de allí ya sacó casi todo lo que podía sacar. Y si sigue viéndose su coalición como alguien que suma votos peronistas, no podrá sumar votos radicales o sumará pocos y necesita sumar muchísimos. De Marchi y los suyos dirán también que no tienen pata nacional porque son más mendocinos que Cambia Mendoza. Por lo que todos se disputarán las palabras Mendoza y Mendocinos. Lo cual no está nada mal si eso los obliga a ser mejores defensores de la provincia, gane quien gane. Yendo a los detalles electorales, todo parece que el San Carlos de Difonso le suma a De Marchi, pero con Las Heras parece haberse metido en un problema, porque que De Marchi rompiera fue un proceso traumático como toda ruptura pero nada del otro mundo, en cambio la ruptura de Orozco levantó pasiones tremendas sobre todo internas que indican que De Marchi con Las Heras se compró más problemas que votos. Porque, como en todo guerra civil, en estos tres meses Las Heras será un polvorín a diferencia de los otros dos municipios que se pasaron. Luján y San Carlos que siguen liderados por los que se cambiaron de partido. En cambio en Las Heras el liderazgo está en disputa entre Orozco y el radicalismo, ya que ambos lo consideran propio. Y las furias se intensificarán.

Los peronistas, por su lado, entre mediados de los 80 y casi todos los 90 persuadieron a los mendocinos de ser los representantes más creíbles de la mendocinidad y fue entonces cuando lograron los mayores éxitos de toda su historia. Y ahora que se los ve casi como la contrario (como la expresión casi directa de un proyecto nacional, el kirchnerismo, o incluso de una persona sola, Cristina) es cuando están logrando los mayores fracasos de toda su historia. Los intendentes peronistas de los distritos más representativos, que no son kirchneristas pero no se animan a decirlo con todas las letras, tienen ahora una gran contradicción: necesitan todo el voto peronista, incluso el K para ratificar en sus distritos las intendencias pero a la vez necesitan alejarse lo más posible del kirchnerismo que maneja el partido provincial y ganó las PASO, porque mientras estén cerca de ellos, el peronismo en Mendoza tiende a ser un partido de no más de un dígito. No es demostrable que explícitamente los intendentes le hayan mandado votos a De Marchi pero sí que muchos votos peronistas que no quieren a los radicales se fueron hacia De Marchi. De allí las fotos de los intendentes con el lujanino. No quieren aliarse ni irse con él pero necesitan diferenciarse del kirchnerismo si alguna vez quieren recuperar Mendoza. El peronismo está en sus mínimos niveles históricos. Tuvo un solo ganador nítido en estas PASO y fue un triunfo municipal: Celso Jaque. Los caciques peronistas perdieron en casi todos sus distritos: Maipú, Lavalle, Tunuyan, Santa Rosa y San Rafael. Por lo que tuvieron razón en separar sus elecciones municipales de las provinciales.

Las instituciones

Está visto que en Mendoza pasar el obstáculo reeleccionista es algo dificilísimo. No sólo no se pudo reformar la constitución ni siquiera para un mandato más, sino que parece que a la reelección aún alternada del gobernador se la mira con desconfianza. Cornejo hoy debe convencer a los mendocinos que nada más lejos de él que querer concentrar el poder. Más bien debe proponerse como quien lo dispersará. Así como su éxito del 2015 es que sumó todo lo que podía sumar fuera del peronismo, ahora deberá demostrar que puede compartir todo el poder que se supone tiene, sino corre el riesgo que éste se le disperse solo como ocurrió en estas PASO y pierda mucho poder.

En nuestras anteriores columnas hemos citado ejemplos históricos que confirman lo que ocurrió en estas PASO, donde la misma lógica política de conflictos internos hizo que el poder se auto limitara cuando en las otras provincias el poder suele tender a una concentración creciente. Acá no es así. En 1994 el peronismo marchaba hacia un triunfo fabuloso. Dos elecciones perdidas por paliza por la UCR que además tenía en su contra el desprecio por el pacto que Olivos que había hecho crecer al PD. Unido el peronismo tendía a superar el 60% de los votos. En 2006/7 el radicalismo amenazaba eternizarse. El peronismo municipalizado y el PD casi disuelto. A una elección legislativa fenomenal se le sumaba que ahora se unían Cobos y Kirchner en su mejor momento. También se podía ganar por más del 60%. Pero en ambos casos las coaliciones oficialistas se dividieron y eso recuperó un equilibrio de fuerzas políticas notable, muy conveniente para evitar cualquier hegemonía.

Todo indica que ya es casi algo parecido a una ley física la desconfianza de Mendoza a cualquier intento de concentración de poder y para eso uno de sus principales elementos es el voto popular que es altamente volátil porque no tiene ninguna vaca atada y no acepta como caudillo a ninguno de los líderes coyunturales por más poder que acumulen. En cambio, si acumulan mucho poder en las otras provincias los caudillos arreglan las instituciones para ponerlas a su servicio. Acá las instituciones frenan cualquiera de esos intentos porque el ciudadano culturalmente las sustenta con su voto y su cultura política.

Eso no indica necesariamente que la clase política sea mejor. En realidad hoy por hoy (no fue así en los inicios democráticos) su decadencia y su crisis son tendencialmente similares a las del resto del país, pero aún así hasta los peores deben esforzarse por ser mejores o por lo menos parecerlo, cubrir mejor las formas. En las tierras de caudillos no se disimula nada y hasta es bien visto, como señal de fortaleza, la concentración de poder. Acá siempre es visto como exceso.

Es como si, al igual que en nuestra lucha contra la naturaleza sísmica, hubiéramos armado para enfrentar el oasis contra el desierto una arquitectura política mucho más preparada para los sismos políticos. Más allá de los hombres que la sustentan. Acá un caudillo del norte argentino, por ejemplo Zamora, que es radical, se las vería en figurillas para imponer el modelo político feudal que tan fácilmente pudo imponer en su distrito. Casi seguro que a poco de andar caería derrotado, no por la oposición sino por la mera resistencia de la arquitectura institucional que combate tales vejaciones feudales. Y no se trata sólo del voto popular. Hay muchos actores que en cada oportunidad representan la cultura institucional de una provincia social y culturalmente muy plural. Allí aparecen los anticuerpos de Mendoza: intelectuales, académicos, periodísticos, de opinión pública. El sistema político se autocontrola de un modo tal que en Mendoza no es que no haya corrupción sino que cuesta más o hay que disimularla mucho más. Aunque estemos dentro de un país donde ella hoy ya se muestra al desnudo de un modo pornográfico porque el castigo que recibe es poco o nada.

En Mendoza todo lo institucionalmente indebido tiene un precio más alto, aunque eso no implica que la corrupción no vaya por dentro o que se pueda instalar sectorialmente como ocurrió hace pocos años en Irrigación cuando se entregó la autónoma y ejemplar institución como botín a un sector político que quería usarla para sus intereses facciosos. Sin embargo, a fin de combatir contra ello funcionaron varios de los anticuerpos citados, intelectuales, técnicos, académicos, periodísticos que se pusieron en pie de guerra contra el copamiento de la institución.

Otro ejemplo contundente fue cuando, también hace unos años, la legislatura mendocina votó por unanimidad un proyecto de ley de tierras escrita por y a favor de uno de los más importantes empresarios privados en contra del interés público. Si bien en esa oportunidad todos los legisladores claudicaron, lo cierto es que de inmediato surgió una reacción de sectores académicos, religiosos y periodísticos que pudieron anular la ley y reemplazarla por otra elaborada por la UNCuyo.

En Mendoza, las instituciones casi siempre funcionan para limitar el poder abusivo, a veces por sí mismas, a veces por la opinión pública, a veces por sectores o individuos preocupados por el interés general que provienen de las universidades, el periodismo o la religión. Y a veces también por los conflictos internos de los partidos que se auto limitan entre sí. No ocurre igual en el resto del país.

No obstante, más allá de la corrupción, del riesgo que no estamos exentos para nada es de el de la medianía, el de quedarnos en un gris mediocre conformándonos con que las instituciones hagan lo que no hacen los hombres que la dirigen. Una elite dirigencial a la que le falte dinámica para movilizarse con más fuerza en medio del desbande generalizado de la nación. Hoy necesitamos más que nunca una clase política con más inventiva, con cuadros más audaces, con mayor circulación de las elites. No tenemos reelección de gobernador ni de vice ni siquiera de intendentes y eso es un gran valor institucional, pero nada indica que haya una selección de los mejores para cada cargo, como que la política y la profesionalidad estuvieran un tanto separadas. Un tercer gobierno de un mismo signo, en el caso que ocurriese deberá enfrentarse mucho más al cansancio y la abulia dirigencial, al acostumbramiento casi naturalizado del poder porque ya no existe el entusiasmo del 2015 donde sobraban ganas aunque faltara experiencia que hoy sobra, pero sin tantas ganas porque muchos se creen que lo que administran en lo público les pertenece. Fenómeno inevitable, que ocurrió también en las citadas experiencias anteriores y que esta vez con un voto muy pero muy diversificado y desconcentrado, la ciudadanía quiso advertir en estas ejemplares PASO. No sabemos su veredicto final, pero intuimos que por allí va la cosa.

Para prolongarse en el poder, en el resto del país, los caudillos desmejoran más y más las instituciones con reelecciones indefinidas, ley de lemas o porquerías similares y así las hacen cada vez peores. Acá no es así, sino que las instituciones son casi intocables y si se las toca en general se mejoran. O sea que siguen siendo un obstáculo para el personalismo, el nepotismo, el autoritarismo o todos los males del poder que en los políticos mendocinos también existen pero en un clima que les es infinitamente más adverso que en la mayoría de las provincias argentinas. Y eso es algo que se ha logrado por acumulación histórica que el sano conservadurismo progresista de los mendocinos ha sabido defender más allá de los intentos de asalto al poder tanto por los concentradores públicos como privados. Es un fenomenal anticuerpo institucional.

En síntesis, nada ha mejorado en la provincia después de estas elecciones, lo que no estaba bien seguirá no estando bien, pero el equilibrio casi milimétrico de poder que la voluntad popular ha construido con su voto es un ejemplo de la mejor Mendoza, a cuya altura deben ponerse todos los dirigentes que se presentaron, los que ganaron y los que perdieron. Esperemos entiendan el sabio mensaje popular. El de los mendocinos de a pie.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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