Cada vez que en Mendoza hay alerta de nuestro viento regional, en todos los comunicados se menciona este viento con mayúscula inicial: Zonda. ¿Es correcta la colocación de esa mayúscula?
No corresponde y lo sabemos por la explícita normativa académica en este sentido: “Se escriben con minúscula inicial los nombres de los vientos, salvo que estén personificados en poemas o relatos mitológicos: ‘céfiro’, ‘austro’, ‘bóreas’, ‘tramontana’, etc.”; deberemos, entonces, escribir El zonda ya está en el Valle de Uco. El chorrillero, viento frío y seco, circula por el valle del río Chorrillo, entre la sierra de San Luis y sus últimas estribaciones”.
¿Por qué tendemos a escribir el nombre de los vientos con mayúscula inicial? Se trata de una tradición heredada: en los textos clásicos aparecían escritos con mayúscula inicial pues venían asociados a la mitología. Así, por ejemplo: “Entre los griegos, el más suave de todos los vientos se denominaba Céfiro y, entre los romanos, el Favonio era el que ostentaba el dominio sobre plantas y flores”.
Al asociar la idea de los vientos con una leyenda, por ejemplo, se los personifica y es lícito colocar el nombre con mayúscula; así lo advertimos en la Breve historia de Mendoza, de Chaca, sobre el origen legendario del zonda: “El cazador vio con sorpresa que envuelta en un viento apareció nuevamente la Pachamama para hablar de esta manera: -Mandaré sobre tu pueblo un viento arrastrado que ahogará en polvo a la gente, tan caliente que incendiará los campos y las chacras, tan veloz y poderoso que volará los ranchos, tan malsano que morirán los viejos y enloquecerán los jóvenes. Este es el castigo. Al instante la Madre Tierra desapareció y comenzó a soplar... el Zonda”.
Nuestro vocabulario español tiene múltiples modos de designar los vientos, según su intensidad, sus características y el lugar en donde sopla. Por su intensidad, es posible encontrar vendavales, rachas, galernas, brisas, ráfagas… Hay una gradación de ellos, según se advierte en las definiciones: un vendaval es un viento fuerte, que no llega a ser temporal declarado. El término es un extranjerismo llegado desde el francés, idioma en que se decía “vent d’aval”, traducido como “viento de abajo”. ¡Qué distinto de una ‘brisa’, definido como “viento suave, contrapuesto al vendaval” y al ‘aura’, voz de carácter poético, definida como “viento apacible”!
Pero hay otros vocablos inherentes al viento: la ‘ráfaga’, cuya definición pondera la fuerza pues nos dice “viento fuerte, repentino y de corta duración”, como cuando leemos El zonda de ayer se limitó a unas cuantas ráfagas. Casi un equivalente resulta el sustantivo ‘racha’, cuyo valor denotativo es “ráfaga de aire”. Este último vocablo lo usamos cotidianamente con sentido metafórico: “En cualquier actividad, período breve de fortuna o desgracia”. Se lo asocia, en general, con los adjetivos ‘buena’ y ‘mala’: Pasé un largo tiempo de mala racha.
No usamos demasiado el sustantivo ‘galerna’ ya que designa un tipo de viento súbito y borrascoso que, en la costa septentrional de España, suele soplar entre el oeste y el noroeste.
Se asocian al vocablo ‘viento’ los términos ‘remolino’ y ‘torbellino’: el primero es un movimiento rápido y giratorio del aire, mientras que el segundo se define utilizando el valor del primero como “remolino de viento”.
Se podría seguir la escala de intensidad con vocablos como ‘huracán’ (“viento muy impetuoso y temible”), ‘tornado’ (“viento a modo de torbellino”) o ‘tifón’ (“huracán en el mar de la China”); pero hemos querido recurrir a la familia léxica de ‘viento’, formada por sustantivos no tan conocidos, como ‘ventola’ (esfuerzo que el viento hace contra un obstáculo cualquiera); también, ‘ventolera’ (golpe de viento recio, pero poco durable); ‘ventolina’ ( en nuestro país y Uruguay, racha de viento más o menos fuerte). También podemos vincular a ‘viento’ el verbo ‘aventar’, que puede significar “hacer o echar aire a algo” y, en sentido figurado, “echar especialmente a personas”. Además, se da ‘ventilar’, equivalente a “penetrar el aire o hacerlo correr en algún sitio”, pero mucho más usado figuradamente con el valor de “hacer público un asunto privado”: Anda ventilando el pasado.
La importancia del viento en la vida humana puede advertirse en la gran cantidad de nombres propios que designan los distintos vientos en el mundo, según sus caracteres de intensidad y procedencia. Preferimos detallar algunas locuciones muy ilustrativas de cómo el hombre equipara sus acciones a los efectos de esa fuerza natural: Las cosas van viento en popa indica que se desarrollan con buena suerte, con prosperidad. Si alguien pregona una noticia ‘a los cuatro vientos’, significa que la difunde por todas partes. Cuando afirmo que He luchado contra viento y marea, habré querido significar que mi pelea ha sido denodada, contra todos los obstáculos; si un rumor se va divulgando ‘como el viento’, querré decir que lo hace velozmente. Cuando despido a alguien ‘con viento fresco’, significaré que lo hice con mal modo, con enfado o desprecio. Y la locución ‘corren malos vientos’ equivale a decir que las circunstancias son adversas para el desarrollo de algún asunto.
Concluimos citando un poema de Francisco Villaespesa: “Llaman a la puerta, madre. ¿Quién será? / Es el viento, hija mía, que gime al pasar. / No es el viento, madre. ¿No oyes suspirar?/ Es el viento que al paso deshoja un rosal. / […] Soy el amor, dicen, que aquí quiere entrar. / Duérmete, hija mía… Es el viento no más”.
* Profesora Consulta de la UNCuyo - Especial para Los Andes