Quedará en la historia como el año de la pesadilla. El inédito trance en el que un virus colocó a la humanidad. Pero también será recordado como el año de la proeza científica. La excepcionalidad de la pandemia global, el desarrollo tecnológico de los laboratorios y la interconexión de los centros científicos del mundo, permitieron desarrollar potentes vacunas en tiempos récords.
El año que comenzó a la sombra oscura de la palabra coronavirus, concluye con el esperanzador protagonismo de la palabra vacuna.
Mientras la especie humana transitaba un tiempo insólito, ocurrían acontecimientos que también serán capítulos notables en la historia.
Un misil norteamericano desintegró en Bagdad al general Qassem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds y figura clave del poder militar de Irán. Vanguyen Giap fue el gran estratega que convirtió a Vietnam en el pantano donde se hundieron franceses y norteamericanos, y Soleimani parecía inspirarse en aquel general asiático. Por eso organizaba milicias chiitas iraquíes para vietnamizar el país donde se unen el Tigris y el Éufrates. En eso estaba cuando el misil hizo blanco en su auto.
Irán clamó venganza, pero la que finalmente ejecutó fue simbólica: ataques, anunciados para evitar víctimas, a bases iraquíes donde había tropas estadounidenses.
El de Qassem Soleimani no fue el único asesinato de alto impacto estratégico contra Irán (también fue asesinado el científico nuclear Mohsen Fakhrizade), pero como ocurrió cuando el mundo todavía no sabía que lo estaba invadiendo el coronavirus, fue el magnicidio que más sacudió el tablero internacional.
De todos modos, la peor noticia para Irán fueron los acuerdos con Israel de Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos. El paso que dieron las monarquías del Golfo se lo atribuyen a Donald Trump, pero debe haberlo impulsado Arabia Saudita. Aunque Riad reconocerá a Israel en el momento que considere oportuno, parece haber entendido que para enfrentar a la potencia chiita necesita tener como aliado al país más poderoso y desarrollado de la región: Israel.
Ni Bahrein ni Abu Dabi habrían reconocido al Estado judío si el reino saudita no hubiera querido que lo hagan. El aporte de Trump fue decisivo en el caso de Sudán y de Marruecos. Para que den ese paso, les concedió a los militares sudaneses dejar en la impunidad sus crímenes cometidos bajo el régimen de Omar al Bashir, mientras que al reino magrebí le reconoció derechos soberanos sobre el Sahara Occidental, traicionando a los saharuis y su larga lucha por la independencia.
Otro sacudón fue la explosión que devastó Beirut. El hongo que se levantó desde el puerto de la capital libanesa es una de las postales del 2020. Y aunque el estallido de un depósito de material explosivo haya sido accidental, le recordó al mundo que Líbano cayó en un Estado fallido por la injerencia de poderosos vecinos y por la existencia de un poder autónomo y militarizado: Hezbollah.
Ahora bien, en materia de conflictos, el más grave ocurrió al sur del Cáucaso, donde el ejército azerí desató una guerra contra los armenios logrando recuperar el control de Nagorno Karabaj.
Fue sobre todo una victoria del sultánico líder turco y su política de ínfulas otomanas. Erdogán empujó al autócrata azerí Ilham Aliyev a reabrir el conflicto que había quedado suspendido en 1994 con una soberanía de facto del territorio que sus habitantes armenios llaman Artsaj.
No fue sorprendente que se impusieran las fuerzas azeríes sobre el ejército de Armenia y la milicia karabajsí. Azerbaiján es un país rico por el petróleo, mientras que Armenia tiene pocos recursos naturales. Lo sorprendente fue que Rusia y las potencias de Occidente dieran la espalda a los armenios. Vladimir Putin concedió al eje turco-azerí el tiempo necesario para reconquistar los territorios perdidos en la guerra de los años noventa, a pesar de que Armenia es parte del Tratado de Seguridad Colectiva que encabeza Rusia.
Las masacres que comenzaron bajo el sultán Abdul Hamid en el siglo XIX y derivaron en el genocidio de 1915 y en limpiezas étnicas como la que vació de armenios Najichevan, son una señal de la historia sobre el peligro que podrían correr los armenios de Nagorno Karabaj ahora que quedaron bajo pleno control de un Estado turcomano y sin el paragua soviético que tuvieron durante gran parte del siglo XX.
Trump ni se planteó los riesgos que genera el resultado del conflicto en Transcaucasia, porque a esa altura ya estaba preocupado por la elección, en la que finalmente terminó siendo derrotado.
El 2020 concluye con una postal inaudita: el presidente que niega el cambio climático y también la gravedad de la pandemia, atrincherado en la Casa Blanca, negando la realidad.