Si hay una pregunta que convoca en igual intensidad a historiadores, economistas, dirigentes y entidades de la sociedad civil es el desempeño industrial en Argentina.
El peso que ha tenido el sector agroexportador en nuestro país desde fines del siglo XIX no impidió manifestaciones industriales a lo largo y ancho del país. Ya en 1871, el presidente Domingo F. Sarmiento organizó la Exposición de los productos del suelo e industria Argentina (Córdoba), cuyo objetivos fueron destacar la importancia de la ciencia en el desarrollo de la técnica y de ambas en el surgimiento de la industria -justamente en un período en el cual no se contaba con las instituciones de prestigio internacional que hoy funcionan en el país. También esa Exposición se proponía mostrar las oportunidades y desafíos que representaban las entonces incipientes producciones argentinas, basadas en la explotación de las materias primas disponibles. Y eso marcó, durante buena parte del siglo XX, la matriz agroindustrial del país: la elaboración de bebidas y alimentos. Sin duda, fue la llegada y la progresiva expansión de la red ferroviaria por todo el país, considerado un elemento clave para comprender la industria moderna, puesto que introdujo equipamientos, tecnología y mano de obra; y conectó los centros productivos con mercados de consumo distantes.
Desde entonces, se prestó atención a las relaciones complementarias entre el agro y la industria; alejándose, así, de perspectivas que consideraban al dinamismo del sector agropecuario como obstáculo para la evolución industrial argentina. Este esquema permaneció casi inmutable durante la primera mitad del siglo XX, hasta que en los años ‘50 se observó el crecimiento de las industrias básicas (acero, metalurgia, petroquímica y química) y que inauguró un largo ciclo de implantación de regímenes de promoción y protección industrial, que también estimuló la radicación de empresas extranjeras. Este proceso estuvo signado por lo que se ha denominado como “industrialización dirigida por el Estado”.
Pero quizá pensar en una industria nacional nos impida ver las singularidades y particularidades de un complejo proceso. Si le preguntamos a la IA qué es la industria argentina podría arrojar una foto que nos muestre las grandes empresas y ramas icónicas (Techint, Acindar, Giol, Siam Di Tella); pero omita otras manifestaciones industriales con un desempeño más modesto, en términos comparativos, pero que tienen un enorme impacto en sus espacios de implantación, a partir de la generación de empleo y eslabonamientos. Así, no solo deben ser analizadas desde los espacios más dinámicos del país, sino que urge un análisis de largo plazo en las zonas con un comportamiento económico-industrial dispar.
Estos temas/problemas motivaron un proyecto de largo aliento -ideado en el verano pospandemia- en el que participaron casi una treintena de investigadores de universidades públicas nacionales y Conicet, bajo la coordinación de Marcelo Rougier (UBA/Conicet) y Florencia Rodríguez Vázquez (FFyL-UNCuyo/Incihusa-Conicet). El resultado de este enjundioso esfuerzo colectivo se plasmó en un reciente libro, en el que ensayamos una serie de preguntas y respuestas tentativas y no concluyentes, cuya validez es innegable en la crítica coyuntura del país. En efecto, las más de 700 páginas que componen la obra aportan evidencia empírica y reflexiones sobre una serie de tópicos.
¿Estado para qué?
Un primer tema es el rol de las políticas públicas en el fomento de sectores industriales en diversos ciclos políticos y económicos del país; así como los obstáculos para su desenvolvimiento. Significativamente, estructuras burocráticas pioneras o cierta legislación favorable al desarrollo manufacturero pueden encontrarse en regiones como Cuyo -en Mendoza, el Ministerio de Industrias y Obras Públicas fue fundado en 1907 durante la gobernación de Emilio Civit- antes que en la zona del litoral pampeano, tradicionalmente reconocida como cuna de la industria moderna argentina. Desde entonces, el Ministerio se organizó técnicamente para satisfacer las demandas del sector productivo en etapa de modernización y expansión. De modo que esos diseños institucionales fueron previos a definiciones del Estado Nacional, aunque la mayor de las veces las provincias acompañaron con sus decisiones las orientaciones nacionales.
Asociado a este tema se presenta la disponibilidad de infraestructura, -caminos, puentes, diques, generación de energía-, es decir, una conjunción de elementos que resultan estructurantes y decisivos en el desempeño industrial de los espacios analizados. No es casual que en 1938, durante el gobierno de Rodolfo Corominas Segura, el Ministerio de Industrias se designara Ministerio de Economía, Obras Públicas y Riego.
Justamente, la infraestructura insuficiente, u obsoleta, es un elemento que puede retardar el despegue industrial y restringe las posibilidades de generación de empleo. Si no hay industrias, pymes, fábricas que dinamicen la economía, el Estado aparece y reaparece como fuente de empleo.
Las instituciones
Las actividades manufactureras no ‘aparecen’ en forma inmediata, tampoco se sostienen en el tiempo ni generan eslabonamientos ni efectos multiplicadores sin una red de instituciones, normativas, acceso al crédito, políticas específicas y recursos humanos con diverso grado de calificación que aseguren su implantación y puesta en marcha. La organización de facultades especializadas en ramas ingenieriles y económicas, las escuelas técnicas de nivel medio resultan un componente fundamental. Un ejemplo lo encontramos en Mendoza con la fundación del Instituto del Petróleo (1939) para atender las demandas del sector hidrocarburífero que se consolidaba en Mendoza a partir de la acción de la empresa estatal YPF.
También cobran relevancia histórica los centros técnicos fundados hacia fines de la década de 1950 (INTA, 1956; INTI, 1957; CONICET e INV,1958), que son un componente clave para motorizar y consolidar un desempeño industrial a través del tiempo. Las fechas consignadas se vinculan claramente con el período desarrollista y el estímulo a las industrias. Tal como ya se había expuesto en 1871, la ciencia y la técnica son un componente clave para la producción del país, no obstante los recientes cuestionamientos y desfinanciamiento a un sistema internacionalmente reconocido.
Heterogeneidades territoriales
Bastante sabemos sobre las zonas con mayor actividad industrial (regiones de Litoral, de Cuyo y Noroeste, parcialmente), pero quedan pendientes interrogantes sobre el comportamiento de aquellos agentes e instituciones radicados en zonas alejadas de los centros más dinámicos ¿de qué modo las materias primas disponibles propiciaron el surgimiento de proyectos industriales concretos?, ¿es posible rastrear vínculos entre esa disponibilidad y la radicación de grupos económicos y/o grandes empresarios en zonas no centrales del país?, ¿los gobiernos provinciales diseñaron e implementaron políticas con impacto directo en el sector industrial?, o, eventualmente, ¿cómo se articularon con las definiciones propuestas desde el poder central? En efecto, el abordaje territorial de los derroteros industriales permite ver el impacto desigual de las políticas sectoriales nacionales en las regiones y provincias, estimulando ciertas ramas y/o desacelerando otras. Al igual que el desempeño de los grandes grupos económicos y sus empresas en diferentes puntos del país no ha sido armónico.
Para aportar a la reflexión, desde la historia hemos intentado avanzar y sistematizar un estudio de largo aliento, que presenta un recorrido por los cambiantes escenarios industriales a través del tiempo, y a lo largo y ancho del país. Es posible consultar el índice https://lenguajeclaro.com/producto/estudios-regionales-sobre-las-industrias-argentinas/
* La Dra. Florencia Rodríguez Vázquez es miembro del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA-CONICET) y del Instituto de Historia Americana y Argentina -Facultad de Filosofía y Letras (Universidad Nacional de Cuyo).
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