En los comicios presidenciales de 2015, promediando el escrutinio, la ventaja a favor del macrismo era significativa, pero a medida que se fue llegando al final las distancias se acortaron tanto que la definición estuvo cerca del empate. La explicación es muy sencilla: los últimos votos en ser cargados fueron los del conurbano profundo, del segundo y tercer cordón, que en su gran mayoría votan al peronismo.
Pues bien, según la opinión de los principales encuestadores del peronismo, esas tendencias electorales se han dado vuelta. Dice, un tanto desanimado, el máximo gurú de los consultores K, Artemio López: “Eso de esperar que lleguen los votos del segundo y tercer cordón ya no funciona, es un anacronismo que el peronismo debe cambiar”. En efecto, ahora lo que se refleja en el escrutinio al principio y al final es parecido, no hay más votos finales que inclinen la balanza.
Este fenómeno puede merecer las más variadas de las explicaciones, pero sin lugar a dudas la más original es la del propio Artemio, quien extrae conclusiones asombrosas.
Según el analista político, lo que ha ocurrido en los años que van de 2015 a 2021 es que la batalla cultural la está ganando el macrismo. Posición exactamente opuesta a la de los ideólogos de Juntos por el Cambio, que sostienen que el triunfo electoral K de 2019 fue la expresión del triunfo cultural de esa corriente peronista.
Pero avancemos un poco más: Artemio dice que “después de Macri el fenómeno electoral de avance de la centroderecha en las zonas metropolitanas es impactante... La penetración del discurso de la derecha con epicentro en la Capital Federal estaría siendo tomada por amplios sectores populares. Un habitante de Quilmes hoy esgrime valores y aspiraciones similares al de un porteño medio. Claramente, el ciudadano de Quilmes no es un porteño medio, pero sin embargo aspira a serlo y, en consecuencia, también se inclina por la representación política de Juntos por el Cambio”.
Piensa el analista que en el Gran Buenos Aires ha ocurrido un enorme cambio negativo del sentido común político y de expectativas. Tanto que no sólo el macrismo sino hasta Javier Milei está entrando en esas bases.
Para horror de Artemio, el AMBA “se ha constituido en una región en la que, aspiracionalmente, circula un discurso similar al de la Capital Federal”.
Artemio López se basa en una encuesta suya donde el 53% de los habitantes de los barrios más humildes de Buenos Aires quisieran que su barrio y municipio se parezcan a los de la Capital Federal, mientras que apenas el 28% no lo desearían.
Desde la neutralidad de las ciencias sociales, poco de lo que dicen estos análisis es objetable, por el contrario suenan razonables. La extraño es la consecuencia que de estos datos sacan los analistas peronistas.
Para ellos, los bonaerenses de antes tenían su propia identidad y eso era lo valioso, pero ahora los pobres del conurbano -precisamente por estar perdiéndose la batalla cultural- no se quieren diferenciar de los chetos de la Capital, sino que anhelan ser como ellos, aunque no sean como ellos.
Estos peronistas kirchneristas transforman en ideológico algo lógico: el deseo de querer avanzar en la pirámide social aspirando a ser como los que están un paso más arriba, lo ven como negativo. Cuando en realidad es una tendencia natural y positiva del ser humano acá y en todas partes del mundo. Tendencia que el peronismo de los 40 cumplió a rajatabla con los lumpes ascendidos a obreros y los obreros luego ascendidos a clase media mediante trabajo y educación.
Otra dirigente ultraK, la chavista Alicia Castro, le agrega a esta interpretación de Artemio que en realidad no es sólo que los pobres estén sucumbiendo a los cantos de sirena ideológicos de los ricos, sino que eso también ha ocurrido en el gobierno de Alberto Fernández que en estos dos años no ha hecho más que obedecer los designios de la derecha (algo similar a lo que piensa Fernanda Vallejos, la diputada cristinista que cree que Alberto es un okupa en el gobierno). “Si se toman medidas de derecha para satisfacer a ese electorado, siempre se termina perdiendo”, afirma Alicia Castro.
O sea, Artemio López cree que el pueblo se hizo de derecha y Alicia Castro que el gobierno de Alberto se hizo de derecha. Frente a eso proponen volver a la ortodoxia K.
Algo bastante raro porque hace dos años, sabiendo que los moderados no votarían a Cristina, pusieron a Alberto como cebo para ellos, y les fue bien. Ahora, cuando los moderados no los votaron, proponen volverse más extremistas. Al revés que en 2019.
Es una traducción de las ideas de Cristina: ganamos seduciendo moderados pero por seguir siendo moderados gobernando, así nos fue. Hay entonces que volver a las fuentes. Por lo tanto lo más seguro es que se gane o se pierda la elección, el gobierno influenciado por el cristinismo seguirá profundizando las tendencias estatistas y aislacionistas que en estos días está insinuando con la declaración oral de guerra al FMI y el combate épico por el control de precios.
Eso del control de precios también es considerado por el ideologismo kirchnerista, como una forma más del combate cultural. Acá y en todas partes del mundo la inflación es interpretada como un fenómeno producido cuando la oferta de pesos excede a la demanda de bienes y por eso los precios aumentan. En la Argentina K, en sus antípodas, se cree que la emisión monetaria por más exacerbada que sea, no tiene un pelo que ver con la inflación. Que ésta, por el contrario, tiene como única causa la avaricia de los empresarios que quieren ganar por encima de lo que corresponde. Por lo tanto de lo que se trata es de quitarles la ganancia excesiva del modo en que sea. Tenemos, en la Argentina, según esta interpretación, un tipo de empresario diferente al del resto del mundo capitalista porque en otros lados no producen inflación. Por lo cual, o son más buenos que los nuestros o algo está fallando en la interpretación.
En fin, que más allá del triunfo o no de las ideas macristas, a los kirchneristas les resultará bastante difícil ganar la batalla cultural afirmando que está mal que los pobres quieran dejar de serlo, o que los empresarios argentinos son más pérfidos que los del resto de la humanidad. Ideas raritas.