Esos pequeños seres que conviven con nosotros y que pueden resultarnos antipáticos o molestos son los llamados, en lenguaje informal, los ‘bichos’. Con los nombres de algunos de ellos, se forman locuciones diversas y expresiones coloquiales que usamos cotidianamente para comparar o para ilustrar mejor nuestras afirmaciones. Veremos algunos de ellos: “¿Qué bicho/mosca te habrá picado?” es una expresión que se usa para inquirir la causa de un malestar, desazón, mal humor, etc., considerados inoportunos por quien pregunta: “Cambió abruptamente su modo de proceder: ¿qué bicho le habrá picado?”.
También llamamos ‘bicho raro’ a una “persona que se sale de lo común por su comportamiento”: “En ese ambiente, resulta un bicho raro por su personalidad extravagante”. Y si de alguien decimos que es un ‘mal bicho’ estamos indicando que es una persona aviesa, con malas intenciones: “No confíe en ella porque es mal bicho”. En cambio, cuando hablamos de ‘todo bicho viviente’, estamos refiriéndonos a todo el mundo: “Todo bicho viviente ha pasado por esa experiencia”.
Un bichito antipático y repulsivo es el ‘gusano’, término que, en forma despectiva, puede aplicarse a una persona vil y despreciable: “Su proceder es deshonesto, resulta un gusano”. En lo tecnológico, hablar de ‘gusano’ significa aludir al virus informático con capacidad para duplicarse e instalarse en otras computadoras o dispositivos electrónicos, usando los mecanismos de comunicación de una red: “No funcionaba su computadora personal porque se le había llenado de gusanos”. Para la física, ‘agujero de gusano’ es el “túnel hipotético que uniría dos lugares muy distantes del universo de manera rápida, como a través de un atajo”.
En la vida diaria, si decimos ‘gusano/gusanillo de la conciencia’ nos estamos refiriendo al remordimiento que surge por haber obrado mal: “No pude engañarlo porque me lo impidió el gusanillo de la conciencia”. Por otro lado, ‘matar el gusanillo’ es satisfacer, momentáneamente, el hambre: “¿Me convidás algo liviano para ir matando el gusanillo?”.
¿Y qué puedo encontrar con ‘pulga’? En primer lugar, la frase coloquial ‘la pulga detrás de la oreja’, aplicable a algo que causa desazón: “Esa preocupación económica era mi pulga detrás de la oreja”. Además, existe la locución ‘buscarle (a alguien) las pulgas”, con el mismo valor que ‘buscarle (a alguien) las cosquillas’: coloquialmente, significan estas locuciones que, para causar impaciencia en una persona, se emplean todos los medios que, al efecto, se consideren más a propósito: “No me moleste más, déjeme de buscar las pulgas”.
Otras expresiones con el nombre de este insecto son, por ejemplo, ‘hacer de una pulga un camello’, que se utiliza para señalar exageración desmesurada: “Su equivocación no fue tan grave; por favor, no haga de una pulga un camello’.
También, ‘No aguantar (sufrir) pulgas’ y ‘Sacudirse las pulgas’: con la primera, se indica en forma coloquial que no se toleran ofensas; así, “¡Basta, ya no estoy dispuesto a aguantar pulgas!”; con la segunda, en cambio, se quiere dar a entender que esas ofensas son rechazadas: “Ya harto de tantos desplantes, se envalentonó y se sacudió las pulgas”. Además, con esta locución, se puede indicar que se eluden responsabilidades o que se intenta liberarse de una situación incómoda: “No soportaba tanta presión laboral y, de buenas a primeras, se sacudió las pulgas”.
No es lo mismo decir que alguien ‘tiene pulgas’ que afirmar que ‘tiene malas pulgas’ ya que, en el primer caso, se quiere significar que esa persona posee un genio demasiado vivo e inquieto, mientras que, en el segundo, se pretende señalar que la persona es malsufrida o que se resiente con facilidad, pues posee mal humor. Lo advertimos en “Es mejor no gastarle bromas porque tiene pulgas y, rápidamente, monta en cólera” y en “Ya sabés que se ofende enseguida porque tiene malas pulgas”.
¿Cuál es el valor significativo de ‘mercado de pulgas’? Es el equivalente a ‘mercadillo’, esto es, el “mercado, por lo general al aire libre, que se instala en días determinados y en el que se venden artículos muy diversos, a precio menor que el de los establecimientos comerciales”: “En Córdoba, me encanta visitar, cada vez que voy, el mercado de pulgas, diverso e interesante”.
Si hablamos de pulgas, no podemos dejar de buscar valores connotativos para el vocablo ‘piojo’ y ‘piojillo’: ‘matar (alguien) el piojillo’ da a entender que una persona va sacando adelante su negocio, de modo mañoso y disimulado: “Con la pandemia, supo matar el piojillo y salvó su pequeño emprendimiento”.
Que una persona haya tenido origen humilde y haya sido capaz de progresar es siempre motivo de alabanza; pero, si lo ha hecho con malos medios, entonces diremos, con desprecio, que es un ‘piojo resucitado’. Asimismo, connotación negativa posee la expresión ‘piojo pegadizo’, que sirve para caracterizar a aquella persona inoportuna y molesta que alguien no puede apartar de sí: “Ya no sabía cómo liberarme de ese piojo pegadizo que me seguía a todas partes”.
Connotación absolutamente negativa posee la locución ‘como piojo/piojos en costura’, usada para denotar que se está en un sitio con excesiva estrechez y apretura: “En esa vivienda tan pequeña y con una familia tan numerosa, el artista se sentía como piojo en costura”. También resulta negativa la connotación de ‘guindar alguien el piojo’ pues señala que la persona aludida ha llegado al término de su vida.
En las noches de verano, todos hemos oído el monótono canto de algún ‘grillo’: evocamos, entonces, aquellos versos de la zamba de Atahualpa Yupanqui, cuando decía “Como ese grillo del campo/ que solitario cantaba/ así, perdido en la noche/, también era un grillo/ viday*, mi zamba”. Fuera de su significado primario, encontramos también frases, como ‘andar a grillos’, que connota que alguien se ocupa de cosas baladíes o inútiles: “Es un pobre personaje, siempre anda a grillos”. Otra locución también negativa es ‘memoria de grillo’ que indica que una persona posee escasa memoria. Y, finalmente, ‘ola de grillos’ designa un lugar donde nadie se entiende porque reinan la confusión y el desorden.
*El término ‘viday’, según el Diccionario de americanismos, equivale en Argentina, Bolivia y Uruguay, a ‘vidalitá’.
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.