Es la profundización sin atenuantes de la crisis y la caída definitiva de expectativas lo que está cambiando la percepción respecto del gobierno. Siempre funcionó así: la diferencia es que ahora todos lo notan. El gobierno se halla en una virtual parálisis por bloqueos internos, lo cual responde al diseño que le dio Cristina Fernández desde que se constituyó.
En la apertura del plenario de las sesiones de EuroLat, la vicepresidente explicó gráficamente en qué consiste su esquema de desdoblamiento poder y gobierno. Un poder en la sombra, un gobierno sin poder. Al fenómeno se lo conoce como fraude de facto de la legitimidad democrática.
Después del gran miedo de la pandemia, que también los asustó a ellos, esta ineficacia constitutiva se hizo evidente. El país está virtualmente sin gobierno, sin conducción. Nada funciona, nadie decide ni marca el rumbo. La profundidad de la crisis demanda un altísimo grado de gestión, que no se halla en ningún nivel del Estado. No cabe esperar nada de este Gobierno, está vaciado de todo capital político. Algunos nunca lo hicimos.
Frente a este estado de cesación funcional de las instituciones políticas se alza la voz de quienes sostienen que el gobierno de Alberto debe completar su mandato a como dé lugar. Usan varios argumentos:
1. La necesidad de que haya una vigencia regular de las instituciones democráticas. Como si esas instituciones cesaran en caso de que Alberto renuncie. Esa institucionalidad ha sido vulnerada hace rato. Llegan tarde a su defensa.
2. La necesidad de que el kirchnerismo/peronismo se haga cargo de las consecuencias de sus políticas depredadoras y a corto plazo. Algo que evidentemente depende exclusivamente del kirchnerismo/peronismo, experto en echarle la culpa a otro y encontrar chivos expiatorios.
3. La expectativa de que la ciudadanía tome conciencia de una vez por todas de la inviabilidad política del kirchnerismo/peronismo y sus formas afines, convirtiéndolo en una expresión política sin peso propio ni relevancia. Como si una mayor crisis generara mejor conciencia política.
4. Agregan que una salida forzada antes de tiempo les permitiría victimizarse y preservar parte de su capital político.
La tesis 1 es falsa. No se interrumpe la institucionalidad si el presidente renuncia y se llama a elecciones anticipadas. Las tesis 2 y 3 asumen el presupuesto escatológico de “cuanto peor, mejor” que está muy bien para las visiones apocalípticas pero aplicado a la dinámica política/social es nefasto. La tesis 4 simplemente prefiere el bien menor que conlleva el mal mayor.
Dicho esto, es difícil saber qué fantasía de desolación y destrucción nacional abrigan estos partidarios de la tierra arrasada. ¿Cuánto piensan que será suficiente? ¿Creen que verán a Cristina o a Alberto revolviendo en la basura en busca de comida, se imaginan una guillotina en Plaza de Mayo o el país sumido en una (altamente improbable) guerra civil? ¿En serio piensan que si el gobierno llega al 2023 será la tumba del kirchnerismo/peronismo? ¿Piensan que se acaba? Supone una enorme dosis de pensamiento mágico.
Mientras tanto, la labor de destrucción del país sigue sin prisa ni pausa. Fuera del objetivo de asegurar el copamiento del Estado y la (cada vez más difícil) perpetuación en el poder, el gobierno sigue rompiendo la economía, la sociedad, la seguridad, la educación. Va demoliendo lentamente las herramientas y los medios que permitirían reactivar la economía, agrega distorsiones tras distorsiones al sistema financiero y productivo. Es incapaz de mejorar tan solo una sola variable macroeconómica. La bola de nieve crece día a día: la pobreza y la exclusión aumentan, lo mismo que la inflación, la presión fiscal y la deuda pública. El capital humano, institucional, cultural y material se deteriora sin pausa. El acuerdo con el FMI es papel mojado.
Los partidarios del mandato completo advierten que la destrucción será brutal pero ninguno de ellos parece sufrir directamente las consecuencias del daño infligido: asalariados, jóvenes, trabajadores en negro, jubilados con la mínima, pequeños comerciantes. Esta pedagogía de la crueldad parece destinada a estos últimos. Son ellos los que pagarán la cuenta.
Mientras más se queden en el poder, más duro y drástico será el ajuste que haya que hacer para poner a funcionar la economía. Más roto y deshecho quedará todo. Más concentración de poder político hará falta para llevar a cabo ese plan económico. Más tiempo llevará una recuperación, que razonablemente debe medirse en décadas. Mientras más se demoren en el poder, mayor margen de crecimiento tendrán las opciones radicalizadas en política, los outsiders y los mesiánicos, los hombres providenciales. En eso terminará la institucionalidad que tanto aprecian.
Conclusión: lo mejor sería que se vayan cuanto antes, que procesen sus contradicciones fuera del poder, si quieren y pueden.
Toda continuidad de este gobierno redundará el mayor perjuicio para el país. Se tienen que ir cuanto antes para que el daño no sea tan grande.
Un problema adicional es que quien está tan interesada como el gobierno en que este desastre se prolongue hasta diciembre de 2023 es la oposición, que tiene una impredecible interna que resolver y no parece compartir una idea clara de qué hacer si tiene la rara fortuna de llegar al gobierno.
Por el momento, el único plan es la ausencia total de planes. No hay mucho margen para la esperanza.
*El autor es Profesor de Filosofía Social y Política.