Los nuevos héroes y los nuevos monstruos

Entre las nuevas opciones que votan los argentinos, más allá de las consideraciones económicas, debería despreciarse a los “nuevos monstruos” (como Nicolás Márquez) que todo cambio aluvional trae consigo como el agua trae al barro, e inspirarse éticamente para la renovación y la transformación en los “nuevos héroes”, como lo es Esteban Bullrich, no por su enfermedad sino por la forma valiente, solidaria y generosa con que la ha asumido. Al que precisamente por eso atacan los nuevos monstruos.

Los nuevos héroes y los nuevos monstruos
Esteban Bullrich y Nicolás Márquez

Nicolás Márquez siempre fue un defensor a ultranza de todas las dictaduras militares latinoamericanas de ultraderecha, pero eso ya se sabe desde hace mucho. Años atrás, cuando escribió un libro donde asume la defensa de las Fuerzas Armadas en la lucha contra las organizaciones guerrilleras, él mismo afirma que el texto fue un “best seller” entre los militares, y lo dice así: “En esa época todos se aferraron a ese libro. Los militares eran, además, familias numerosas. Y me compraban de ocho a diez libros”.

A pocos meses de las movilizaciones universitarias del año pasado, frente a la toma por alumnos y profesores de una universidad del interior del país, Nicolás Márquez dijo una frase monstruosa´para solicitar que la toma fuera reprimida violentamente: “¿Vieron que al final ´La Noche de los Bastones Largos no fue un error?” . Estaba reivindicando el momento aquel de 1966 cuando la dictadura de Onganía entró a los palos en la UBA, echando profesores y autoridades que consideraba “subversivos”, muchos de los cuales marcharon al exilio perdiendo la ciencia argentina talentos irreemplazables. Nunca nadie antes, en democracia, había reivindicado públicamente tamaña barbaridad, y menos alguien ligado directamente al gobierno de turno.

No se cansa Nicolás Márquez de reivindicar al dictador Pinochet, diciéndolo así: “Yo se que esto es incorrecto, pero el Chile de Pinochet es el país más moderno de América Latina”. Dijo “el Chile de Pinochet”, no el de la Concertación, a muchos de sus grandes presidentes, como Bachelet y Lagos, el mismo Javier Milei descalifica como comunistas, a pesar de que transformaron extraordinariamente a Chile, pero lo hicieron en plena democracia y libertad. Para echar más leña al fuego, justificó como un hecho institucional “normal” el golpe de Estado a Salvador Allende: “Allende era un usurpador del poder que tuvo que ser depuesto por las armas porque estaba rodeado de terroristas y agentes extranjeros”. Fijense que no dice que “fue” depuesto por las armas, sino que “tuvo” que ser depuesto. O sea, como un hecho de necesidad. Implicándose ideológica y personalmente en la acción golpista.

En fin, Nicolás Márquez, al que el presidente Milei a poco de asumir le encargó que le escribiera una biografía autorizada, o sea una apología oficial, es la misma persona que dice que “los desaparecidos no eran personas, eran guerrilleros”. Afirma también que “no hubo plan sistemático de robo de bebés. Los militares entregaron 227 bebés, o sea, el plan sistemático fue la entrega a sus familiares”. Como es común en este tipo de personalidades extremas o fanáticas, también declaró que la homosexualidad es “una conducta insana y autodestructiva”, y, por supuesto, aconseja su tratamiento médico, porque “según los informes que yo tengo, las secuelas psicológicas son intentos de suicidio, tendencia a la homosexualidad en un porcentaje más alto y a la drogadicción”. Cuando pocos días atrás, cerca de un millar de fans mileistas, convocados por el gordo Dan y con la presencia estelar de Santiago Caputo, se reunieron para autocelebrarse en un teatro, realizaron una especie de misa laica donde todos gritaron al unísono, a modo de insulto “¡Puto!, ¡Puto!, ¡Puto!”, como diciendo “El que no salta (o el que se mueve, lo mismo da) es un puto”. Como un modo de exorcizar tan tenebrosa “enfermedad degenerativa”. Detrás de esos gritos desaforados de discriminación feroz, resonaban, sin lugar a dudas, las prédicas ideológicas de Nicolás Márquez a esta nueva “juventud maravillosa”.

Son cientos las declaraciones “políticamente incorrectas de ultraderecha”, de este Márquez, uno de los principales ideólogos de la batalla cultural mileista. Recordemos la descalificación que hizo del juicio a las juntas militares concretado valientemente durante el gobierno democrático y republicano de Raúl Alfonsín. Márquez calificó al Juicio de “ilegal, debido al apartamiento del derecho vigente en ese momento, y a las garantías y procedimientos constitucionalmente consagrados) e ilegítimo” . Ese Juicio que la Argentina democrática entera (o sea, casi todos los argentinos) recordó y volvió a aplaudir con el estreno hace pocos años de la película “1985″.

Pero donde el apólogo de las dictaduras y sus métodos, el discriminador homobófico, encuentra un punto difícil de superar es con su canalla (y en mi opinión, incluso criminal) ataque a Esteban Bullrich con uno de los argumentos más deleznables que he escuchado en mi vida. Tan deleznable fue, que hasta el mismo Nicolás Márquez, se vio obligado a pedir disculpas, pero a su particular modo, que de disculpas no tienen nada.

Bastó que Esteban Bullrich recordara por los medios, muy sencillamente, un aniversario del día en que asumió como ministro de Educación de Mauricio Macri para que el energúmeno le contestara: “Se te conoce no por tu capacidad como funcionario sino por tu enfermedad, que ojalá puedas superar”. Eso le dijo para pretender minimizar al político que además de ser ministro, derrotara nada menos que a Cristina Kirchner en las elecciones a senador nacional de 2017.

Fue tal el rechazo por parte de la opinión pública de tan miserable y cobarde mensaje que Márquez se rectificó diciendo, con un cinismo a prueba de balas: “OK. Asumo que no hubo un aluvión de malos intérpretes sino lisa y llanamente un mal mensaje mío. Nunca me gustó la gestión de Macri y mucho menos la educación woke a cargo de Esteban Bullrich. Dicho esto, lamento profundamente el maltrago que padece, el cual podría padecer cualquiera de nosotros. Y mi anhelo de curación es sincero porque como católico creo en los milagros. Asimismo: las disculpas del caso por mi confuso o inoportuno mensaje. Un abrazo sincero. NM”.

Si ustedes analizan la supuesta rectificación observarán la mentira y la hipocresía de su pedido de disculpas. Simplemente habla de haberse expresado mal (o sea de no haberse hecho entender) y además evalúa su mensaje como “confuso o inoportuno”, vale decir, que no fue claro o que lo dijo en el momento indebido. No que fue equivocado en sus contenidos. Y lo principal, conviene recordar que esta falsa disculpa la publicó sólo por la reacción tan masivamente adversa que tuvo su improperio, incluso entre muchos mileistas que defienden las políticas del gobierno y a su presidente pero que no son canallas, ni malas personas, sino simplemente hombres y mujeres con sus respetables ideas políticas. Entidad de la que forman parte, suponemos, la mayoría de los mileistas. Pero las que más se hacen oír son estas minorías intensas, antidemocráticas, fascistas y discriminadoras de las cuales hablamos -y les quitamos a ustedes lectores, su tiempo- solamente porque hoy sus ideas son en las que en gran medida se apoya este gobierno para librar su “batalla cultural”.

Lamentablemente, el utilizar las enfermedades o las capacidades diferentes como modo de insulto político, para desmerecer al adversario, es muy común entre algunas sectas ideológicas. Porque lo que en el fondo, subliminalmente, se está queriendo insinuar es que hay ciertas enfermedades físicas que se producen porque su causa previa es una enfermedad moral. O el rechazo y/o el desprecio y/o el segregacionismo a las capacidades diversas o a cualquier tipo de diferencia con un supuesto modelo de normalidad (de raza superior, se decía antes). Algo que se nota patente cuando se usa la palabra “mogólico” como insulto para descalificar al oponente político. Que eso aún ocurra hoy, indica que estamos viviendo un retroceso moral fundamental en nuestros avances civilizatorios, sobre todo cuando estas actitudes no son condenadas debidamente justificándolas como meras “formalidades” que no son tan importantes como los “contenidos”. Pero insultar con enfermedades o capacidades diferentes no son simplemente palabras, sino que son acciones, son hechos, que se expresan a través de palabras. No son formas, sino contenidos. Malvados y monstruosos. Que deberían tener sanciones legales dentro de un estado de derecho.

Para peor aún, estas cuestiones son susceptibles de ser analizadas dentro de un contexto más amplio, al que el maltrato de Nicolás Márquez a Esteban Bullrich pone en evidencia. Y es que lo que se dijo es una fabulosa mentira: Bullrich no es conocido por tener ELA, sino que es reconocido por la forma digna, loable, heroica y generosa con que está luchando contra ella, no sólo ni principalmente en su persona, sino tratando de que casos como el suyo cada vez sean menos si se dedican muchos mayores esfuerzos de los que se dedicaron hasta ahora al tratamiento de esta enfermedad. Bullrich no es más conocido por tener ELA sino por ser un militante contra el ELA a tiempo completo. Y eso es exactamente lo contrario de lo que dijo Márquez.

Hace poco tiempo en Mendoza, un reconocido profesional y enorme amigo, Daniel Ostropolsky, sufrió la misma enfermedad, la cual padeció con una dignidad, una altura y una valentía a prueba de balas. Y, al igual que Bullrich, Daniel dedicó todo el prolongado tiempo en que su cuerpo se fue deteriorando, a luchar públicamente contra ese tremendo mal con toda la entereza que su condición física le permitió. Ambos son ejemplos monumentales, no por tener una enfermedad, sino por luchar contra ella, no para su salvación personal, sino en nombre y a favor de la humanidad. Cada uno con sus personales convicciones éticas acerca de la vida y la muerte, incluso diferentes, pero ambos en pos de un noble objetivo común. Esas son las cosas que jamás Nicolás Márquez podrá entender con su racismo total que incluye la disminución valorativa de todos aquellos a los que estos tipos de monstruos consideran personas “diferentes”.Por algo habrá sido” es su consigna de cabecera, coherentemente con los criminales que políticamente defiende.

El domingo pasado hablamos de que el peronismo debería dejar de lado su propensión a encerrarse en un Jurassic Park donde de a poco todos sus militantes se vayan transformando en dinosaurios como ya lo son sus principales dirigentes. El peronismo debería, por el contrario, propender, en tanto partido de la democracia, a una renovación profunda que actualice ideas y líderes para ponerse a tono con los cambios de época (sin negar necesariamente por ello ninguno de sus valores doctrinarios) en vez de ser los representantes principales de la conservación de la decadencia.

Mientras que, entre las nuevas opciones que votan los argentinos, más allá de las consideraciones económicas, debería despreciarse a los “nuevos monstruos” (como Nicolás Márquez) que todo cambio aluvional trae consigo como el agua trae al barro, e inspirarse éticamente para la renovación y la transformación en los “nuevos héroes”, como lo es Esteban Bullrich, no por su enfermedad sino por la forma valiente, solidaria y generosa con que la ha asumido. Al que precisamente por eso atacan los nuevos monstruos.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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