Los portones del Parque General San Martín

Ramos Correa tomó lo valiosos existente, integró lo disperso y gestó un concepto paisajístico armónico con el entorno andino

Los portones  del Parque  General San Martín
Portones del Parque General San Martín

“Razones de estética y de cultura ciudadana en un pueblo democrático exigen que los paseos sean ampliamente abiertos, sin solución de continuidad con el núcleo urbano que complementan. Un parque cerrado ofrece la apariencia de algo que no es del dominio público y que, siendo de propiedad particular, está sujeto a un severo contralor desde la formalidad del acceso en las puertas de entrada. Ello comporta un sistema que suele aplicarse en las poblaciones donde imperan clases o castas privilegiadas”.

Daniel Ramos Correas. Plan del Parque (Enero 27 de 1940)

A la hora de contar historias, los mitos tienen un sabor del que la verdad carece. Y los comentarios sobre los Portones del Parque General San Martín, han sido un boca a boca entre creencias, prejuicios, fabulaciones, y algunas pocas certezas. Crecimos escuchando que, antes del cóndor, la corona de un imperio ocupaba la cúspide del portón central; que fueron encargados por un sultán que no terminó de gobernar, para un palacio que no llegó a construir; que se cerraban para evitar el ingreso de la gente de condición social inapropiada.

Nada de esto ocurrió. Los mitos no necesitan documentos que los avalen. Pero los portones peatonales existieron.

Y esta es una parte de esa historia

En 1938, el arquitecto Daniel Ramos Correas asume como director de Parques Calles y Paseos con un Plan para el Parque General San Martín en su cabeza y por escrito. Un estudio pormenorizado que abarcaba desde los portones hasta la cúspide del Cerro de la Gloria; un nuevo Parque Zoológico, tres teatros al aire libre, resolución de terrenos judicializados, vivero, riego. Absolutamente todo.

Nada se hizo a escondidas de la población. El Plan, presentado a la Legislatura Provincial en enero de 1940, define con precisión lo que el parque debía ser para Mendoza. Cuando eliminó las balaustradas que cerraban el frente sobre Boulogne Sur Mer, Parque y ciudad fueron una continuidad.

Pero su idea iba mucho más allá. Propuso retirar la totalidad de los portones para que la integración fuera completa. Argumentos tenía y los expuso. Pero los portones ya estaban arraigados en la población y su retiro no pasó de una idea desafiante y ambiciosa, defendida en etapa de proyecto. No ocurrió lo mismo con los portones peatonales. No fueron hechos por Macfarlane & Co, la empresa de Glasgow a la que el gobierno provincial compró el conjunto. Carecían de calidad constructiva. No armonizaban formal ni estéticamente con el resto. Y se retiraron.

En estos 80 años donde las especulaciones sobre lo incierto dieron lugar a los mitos urbanos, hay una parte desconocida de la historia.

Al morir el arquitecto Ramos Correas, su archivo fue donado a la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza. En alguna oportunidad, entre tantos gráficos y escritos, apareció un dibujo de los portones con dos elementos de hierro forjado marcando los extremos. Lo recuerdo como dos fruteras gigantes. Dos platos elevados sostenidos por sendas columnas centrales. Si ese dibujo está en algún lugar, es en la Facultad depositaria de ese archivo.

Hace unos días, recordé y busqué otra documentación sobre la Provincia de Mendoza que se encuentra en la Vivienda Museo del arquitecto Mauricio Cravotto, en Uruguay.

Cravotto, parte del equipo ganador del concurso para realizar el Plan Regulador de 1941, mantenía una fluida relación con la provincia, con Ramos Correas y con Frank Romero Day.

En una carta, fechada el 18 de noviembre de 1942, dice el ministro de Economía, Obras Públicas y Riego: “Tengo el agrado de dirigirme al Sr. Arquitecto para agradecerle el interés demostrado en la consulta que le hiciera el suscripto, con el objeto de buscar una forma de terminar el motivo artístico de los portones del “Parque General San Martín” de esta ciudad, con una ornamentación que armonizara con la entrada.”

“Se ha demorado la respuesta a su nota, porque el proyecto que enviara con la misma, fue pasado a estudio de varias reparticiones de este ministerio.”

La preocupación por la calidad del ingreso al parque y de todas las obras que se realizaron, merecían que ningún detalle se dejara de lado. Y Cravotto fue consultado para dar terminación al conjunto de ingreso. El dibujo que vi, sin firma ni referencia, debió ser el que envió desde Montevideo. Si esta historia no llegó a su fin, fue porque en 1943 se produjo un golpe de estado. Y la salida de los funcionarios de gobierno, particularmente de Ramos Correas, se dio en una situación cargada de agravios, que detallo en el libro “Espacios, formas y tramas del oasis Norte de Mendoza”.

La gestión de Ramos Correas significó el punto más alto en la historia de nuestros espacios públicos. Tomó lo existente, reconoció lo valioso, integró lo disperso y desarrolló un concepto paisajístico armónico con el entorno andino. Inventó los espacios escénicos que nos enorgullecen. Los mismos que, livianamente, hoy transformamos sin objetivos, plan ni conocimiento.

Si esta supuesta aparición de los portones peatonales tuviera algo de verdad y debieran reintegrarse a la provincia, es una discusión que va por un camino que no debe ser confundido con el de la re instalación en el ingreso del parque.

Porque las obras y los usos deben volver a pensarse con la calidad de la vara alta que tuvieron y recibimos.

Y porque calidad no es elitismo ni la mediocridad y vulgarización es hacerlo popular.

* El autor es arquitecto.

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