La resonante victoria del seleccionado nacional de rugby frente a los poderosos All Blacks de Nueva Zelanda, nos brinda, más allá de la natural euforia instantánea, una valiosa oportunidad para pensar. El resultado de un evento deportivo tiene, como la vida misma, poco de azaroso. No son casualidades, sino causalidades las que lo provocan, y es allí donde me gustaría hacer foco. Se le atribuye a Oliver Wendell Holmes el dicho de que todo hombre encierra en sí mismo no un solo hombre sino tres distintos: “el que cree ser, el que los otros piensan que es, y el que en realidad es”. Lo mismo, naturalmente, vale para un equipo o una nación, que no son otra cosa que un conjunto articulado de hombres.
La creencia que alguien tiene de sí mismo es decisiva a la hora de actuar. No es lo mismo salir a la cancha creyendo que uno puede ganarle a los All Blacks, o que, por más esfuerzo que haga, finalmente no podrá. Y en este sentido parece haber habido un click en las cabezas de los jugadores argentinos que salieron el otro día a dar batalla (el término no es caprichoso, dado que los maoríes inician cada partido con su habitual ‘Haka’, ritual guerrero).
¿Qué fue lo que cambió? Nadie lo expresó mejor que su entrenador Mario Ledesma: “Le dije a los chicos que depende mucho de ellos, que ellos se tienen que adueñar del asunto. Que mucho tiene que ver con la responsabilidad individual, con la libertad individual. Y la pandemia nos ayudó a darnos cuenta de eso” (entrevista en Scrum, 15.11.2020). Estas palabras muestran que, en realidad, el cambio se inició desde arriba, en el mismo head coach, al haber comenzado a enfocar mejor él en qué consiste la madurez humana.
A alguien podría parecerle algo abstracta o lejana la implicación entre la eficacia en marcar puntos jugando 80 minutos al rugby y el contar con una u otra filosofía de la libertad. Pero es la misma experiencia de los implicados la que nos advierte de la conexión esencial entre el estado mental de alguien y su modo de proceder en la práctica: “En los días previos al partido, la única certeza que teníamos era que se estaba generando algo muy lindo”. ¿Dónde si no en las cabezas de los líderes y luego del equipo entero iba a poder estar generándose eso que posibilitó el triunfo? Las ideas y creencias que alguien tiene, son guía de su destino. Los argentinos todos tenemos mucho que aprender de los Pumas. Imitarlos en auscultar nuestro interior, observar qué tenemos en la cabeza, modificar lo que haya que modificar, y confiar más en nosotros mismos a la hora de actuar.
Pero hay algo más en relación a su certera filosofía de la libertad que nos han revelado, a saber, que lo que cuenta no sólo es la conciencia individual, sino también su dimensión colectiva. Esto también es algo del contenido mental que cambió en las cabezas de esos jugadores. El secreto del éxito –confesó el capitán Matera después del match– está en “confiar en el que está a nuestra izquierda así como en el que está a nuestra derecha”. No hablaba de política, pero –de paso– sirve incluso para la política.
Creer en uno mismo es algo decisivo, pero nunca hay que dejar de tomar en cuenta cómo nos ven desde afuera. Y cuando la mirada que procede de un rival llega a coincidir con la propia, podemos concluir que estamos siendo objetivos. El exjugador irlandés Brian O’Driscoll escribió en un tweet que “la cohesión de este equipo argentino, que no ha jugado junto desde hace un año, ha sido brillante”. Y es exactamente eso muy lindo que viera Ledesma que se estaba generando. Ya no se trata simplemente de una creencia subjetiva o una opinión ajena. Es la realidad de un equipo argentino. La realidad de su libertad, el cumplimiento de su deseo.
*El autor es Investigador del INCIHUSA/CONICET.