Lula busca afianzar su liderazgo regional acentuando su giro hacia el progresismo. Ello se puso de manifiesto en la VIII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se realizó el 1° de marzo en San Vicente y las Granadinas, cuyo primer ministro, Ralph Gonsalves -un histórico simpatizante del castrismo que mantiene al rey Carlos III de Gran Bretaña como Jefe de Estado de su país-, preside la entidad. La ministra de Relaciones Exteriores y Comercio de este país caribeño, Keysal Peters, presentó el informe sobre lo realizado durante la presidencia de su país.
Pero sigue sin resolverse la creación de una Secretaría General permanente que coordine las reuniones y planes de la Celac, dando continuidad a las sucesivas presidencias. El primer ministro de San Vicente y las Granadinas está terminando su mandato pro témpore y lo deja a la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, que mantiene cierta simpatía por el régimen chavista. Pero la Celac es una entidad que hasta ahora plantea más proyectos que realidades. El informe sostiene que los efectos negativos de la pandemia del Coronavirus han tardado en cerrarse, a causa del impacto global de las guerras de Ucrania y Gaza. Frente a ello, impulsan planes de seguridad alimentaria, de erradicación de la pobreza y programas de salud regional para el estudio, desarrollo y producción de medicamentos.
La Celac sigue siendo una organización que no logra generar políticas concretas. También el informe señala la preocupación por los efectos del cambio climático, la sostenibilidad medioambiental y la vulnerabilidad de las naciones insulares, especialmente las del Caribe, frente a ello.
Fue la presencia de los presidentes lo que dio un sesgo ideológico al encuentro. Estuvieron sólo ocho, una cuarta parte del total. Lo hicieron los de Cuba (Miguel Díaz Canel), Honduras (Xiomara Castro), Brasil (Lula), Venezuela (Nicolás Maduro), Bolivia (Luis Arce), Nicaragua (Daniel Ortega), Colombia (Gustavo Petro) y San Vicente y las Granadinas. Estuvieron ausentes los presidentes de derecha -moderada o extrema- como Javier Milei (Argentina), Daniel Noboa (Ecuador), Santiago Peña (Paraguay), Nayib Bukele (El Salvador) y Luis Lacalle Pou (Uruguay).
Díaz Canel y Castro hicieron un llamado a mantener la paz en la región sin injerencias externas, apuntando a Estados Unidos. La presidenta de Honduras dijo que “las diferencias y los problemas de este bloque deben ser resueltos entre nosotros mismos sin intromisiones”. Por su parte, Díaz Canel sostuvo que “defender la paz implica también el más firme rechazo a las medidas coercitivas unilaterales”. Ambos presidentes coincidieron en que “apoyar la paz es defender el derecho de cada pueblo a escoger libremente su modelo político y su propio camino hacia el desarrollo económico-social”. Directa o indirectamente, predominaron en la reunión discursos críticos hacia Estados Unidos.
Lula aprovechó esta Cumbre para plantear su visión sobre la seguridad regional y global. Antes de llegar a San Vicente y las Granadinas, el presidente brasileño se reunió con los de Venezuela y Guyana por el conflicto de Esequibo. Buscó así acentuar su rol en este problema geopolítico que genera tensión militar y una eventual participación militar de Estados Unidos y sus aliados, en caso de que el reclamo territorial venezolano -apoyado por el resultado de un referéndum realizado el 3 de diciembre-, derive en acciones militares, que a su vez generen una intervención externa a la región en apoyo de Guyana, liderada por Washington.
El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, estuvo presente en la Cumbre de la Celac. Lula le reclamó aceptar una moción de la Celac para ponerle “un fin inmediato al genocidio” en la Franja de Gaza, donde de acuerdo a fuentes palestinas, ya han muerto más de treinta mil personas, en su gran mayoría civiles. Lula también dijo que “en Ucrania, cada día más los combates prosiguen, aumentan el sufrimiento humano y la destrucción de hogares”. El presidente brasileño sostuvo que Guterres, en su condición de Secretario General, puede “invocar el artículo 99° de la Carta de la ONU para llevar al Consejo de Seguridad un tema que amenaza la paz internacional”, como a su juicio es el de Medio Oriente. También pidió al gobierno de Japón -país que asume la presidencia pro témpore del Consejo de Seguridad, que hasta ahora ejerce Brasil- que sume su esfuerzo y que “los cinco miembros permanentes de ese organismo dejen de lado sus diferencias y le pongan fin a esa matanza”.
La Cumbre del G20 que tendrá lugar en Río de Janeiro entre el 18 y 19 de noviembre, es el desafío más importante que tiene Lula por delante. El presidente brasileño ejerce la presidencia pro témpore del grupo. El 21 de febrero se realizó la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de los países integrantes, preparatoria para la Cumbre. Por un lado, Lula aprovechó para tener reuniones bilaterales con cancilleres claves, como los de Estados Unidos, Antony Blinken, y el ruso, Sergei Lavrov.
El G20, que se mostró eficaz dieciséis años atrás para contener los efectos de la crisis financiera originada en el mercado inmobiliario estadounidense, ahora -al igual que sucede con la ONU- se muestra incapacitado de jugar un rol en este campo. Esto da poco margen al presidente brasileño para que sea una Cumbre exitosa.
*El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría