En el 415 AC, en plena Guerra del Peloponeso, Atenas amaneció aterrada al ver que, durante la noche, las estatuas de las deidades protectoras de la Polis habían sido derribadas.
Que ese vandalismo sacrílego favoreciera a Esparta porque los dioses castigarían a la Polis que encabezaba la Liga de Delos, es improbable; pero que jóvenes atenienses se atrevieran a semejante rebelión era señal sísmica. Y al vandalismo herético terminaron pagándolo los filósofos y sofistas que ponían el pensamiento libre por sobre las tradiciones, las predicciones del Oráculo de Delfos y las enseñanzas de Homero.
Cuando las estatuas caen, los cimientos de los regímenes se resquebrajan. El mundo vio caer las estatuas de Lenin y luego vio desmoronarse el imperio totalitario que había fundado. Y cuando cayeron las estatuas de Saddam Hussein, el mundo supo que el régimen baasista perdía la guerra y se derrumbaba.
El presagio de las estatuas ronda Venezuela. El mundo ve caer estatuas de Chávez en su tierra y, se derrumbe o no Maduro, el orbe ya sabe que el rey está desnudo en las calles de las ciudades y aldeas venezolanas.
Nadie duda que hubo fraude, aunque algunos simulan creer que de verdad ganó el régimen. La proclamación misma de Maduro como ganador sin presentar las actas ni los resultados desglosados por mesa, implica fraude. Según el régimen un hackeo hizo los documentos ¿el único dato que quedó es que ganó Maduro? La proclamación del ganador con sólo esos elementos constituye fraude en sí misma, según la ley electoral vigente.
Quienes de verdad quieren ayudar a los venezolanos a salir de esta novela trágica, no sobreactúan la presión sobre Maduro. Se pronuncian en términos institucionales, reclamando transparencia, recuento de votos y entrega de las actas y los resultados desglosados por mesa electoral, para demostrar la verdadera voluntad popular expresada en las urnas. Mientras que, quienes actúan haciendo mezquinos cálculos políticos, lo que buscan es usar a los venezolanos para convertirlos en militantes de sus propias causas ideológicas. Hacerlos súbditos de los liderazgos que intentan construir a escala global.
Eso pareció Javier Milei en un mensaje que deja a la vista la intención de convertir la causa democrática de los venezolanos, en una causa libertaria. Cada línea del mensaje de Javier Milei demuestra lo que corona, como lamentable broche de oro, el grito de “viva la libertad carajo”. La firma al pie del panfleto.
La pelea impresentable entre Maduro y el presidente argentino sólo les sirve a ellos. Son enemigos íntimos. Atacándose se benefician mutuamente. Cada uno es el enemigo más conveniente para el otro.
Decir esto no es situarlos en el mismo plano y sostener que son lo mismo. Maduro es un criminal dictador y ya logró “destruir el Estado desde adentro”, empobreciendo a casi toda la población y dolarizando la economía.
Se trata simplemente de señalar lo evidente: siempre viene bien tener como enemigo a un extremista impresentable.
Un buen pronunciamiento, útil para la causa democrática venezolana, fue el de la canciller Diana Mondino en la OEA, donde el voto de Brasil, Colombia y México defraudó.
El grupo de observadores que envió el Centro Carter se pronunció más acertadamente que Lula, Petro y AMLO, al concluir de manera contundente que las elecciones en Venezuela “no pueden considerarse democráticas”.
También fueron categóricos frente a lo que significa la demora en proporcionar los datos reclamados Gabriel Boric, Lacalle Pou y Santiago Peña, además de los presidentes de Costa Rica y Panamá.
Lula no reconoció el proclamado triunfo de Maduro pero genera dudas haber concedido a una pandilla de forajidos todo el tiempo que necesite para entregar las actas.
Simularon el terraplanismo de creer en el triunfo de Maduro los regímenes de Rusia, Irán, China y Corea del Norte, que además de repulsar la democracia liberal tienen en Venezuela un punto de posicionamiento geopolítico.
También las dirigencias a las que Chávez y después Maduro hicieron “favores” que van desde financiamiento de campañas y estructuras políticas hasta posibilitarles hacer negocios y negociados millonarios a la sombra del Estado venezolano. Igualmente endeudados con el chavismo están los gobernantes que recibieron a precio de ganga el petróleo con que Chávez pagaba la construcción de liderazgo a escala regional.
Lula podría estar en esa lista por los negocios que hizo hacer a grandes empresas brasileñas en Venezuela. Pero la Casa Blanca dejó trascender que Biden trabaja con el líder brasileño en lograr que Maduro deje el poder en manos de los verdaderos ganadores.
Pero son lamentables todos los dirigentes que, en Latinoamérica y Europa, simulan no ver que Maduro intenta esconder un elefante en una caja de fósforos.
¿Lo logrará? Posiblemente, pero también es posible que no. Eso insinúan, como un presagio, las estatuas que están cayendo en Venezuela.
* El autor es politólogo y periodista.