Marcos Rubio, el secretario de estado antichavista

El nuevo secretario de Estado de Donald Trump es firmemente antichavista, pero sin embargo por ahora todo parece indicar que en lo que corresponde a América Latina, particularmente Venezuela, sus instrucciones son moverse con suma prudencia.

Marcos Rubio, el secretario de estado antichavista
El presidente Donald Trump y su secretario de Estado, Marcos Rubio.

Tras la asunción de Donald Trump, la oposición venezolana tiene un nuevo round frente a Nicolás Maduro, quien inició su tercer mandato consecutivo por seis años más, tras doce en el poder. El presidente venezolano logró mantener el control de la calle sin víctimas fatales en las protestas y con un uso moderado de la represión. Las Fuerzas Armadas y sectores populares permanecieron alineados. En el ámbito internacional, el nuevo mandato de Maduro se dividió entre la condena de Occidente y la convalidación o neutralidad de Asia. Pero al asistir a su asunción, los embajadores de Brasil, México y Colombia lo convalidaron diplomáticamente. A pesar del respaldo occidental al presidente electo, Edmundo González Urrutia, no se logró frenar a Maduro y Cuba y Nicaragua continúan siendo sus principales aliados políticos.

Pero con Trump, la oposición encara un segundo round. La llegada de un Secretario de Estado de origen cubano como Marco Rubio refleja un mayor compromiso con la política regional. Trump, siempre crítico de Maduro, parece ahora liderar una administración más firme en esta postura. Antes de asumir, el nuevo presidente estadounidense ya planteó reclamos como el control del Canal de Panamá y la redefinición del Golfo de México como Golfo de Estados Unidos.

Mientras Trump prioriza la expulsión de migrantes ilegales, Rubio se enfoca en frenar la influencia china en la región, destacando la relación de Taiwán con América Latina. Criticó al gobierno de Panamá por sus gestiones para que la República Dominicana rompiera relaciones con Taiwán en favor de China, y señaló la necesidad de evitar que Paraguay abandone el reconocimiento taiwanés. Esta acción específica contradice la política de EEUU de mantener relaciones con Beijing (de hecho, Xi Jinping fue invitado a la asunción de Trump).

Aunque el objetivo estratégico de Rubio es un cambio de régimen en Cuba, la crisis venezolana se convierte en la prioridad a corto plazo. En sus últimos días, Biden retiró a Cuba de la lista de países que auspician el terrorismo a cambio de la liberación de disidentes cubanos. Sin embargo, Trump anuló esta medida el primer día de su gobierno, ratificando el bloqueo a la isla. Por su parte, Rubio ha planteado una estrategia contra Maduro basada en una intensificación de su aislamiento internacional, sin innovar respecto a Biden. Washington le da impulso a la gira de González Urrutia para ampliar el rechazo a Maduro, aunque la UE, pese a no reconocer su triunfo, mantiene relaciones diplomáticas con Venezuela. Aunque han aumentado las sanciones económicas y las recompensas por información sobre el régimen, esto no ha mostrado resultados efectivos hasta ahora.

La profundización del aislamiento económico a Venezuela podría ser la innovación más relevante en la política de Trump para la región. Durante la campaña electoral, el entonces candidato republicano había señalado que, para cambiar el régimen de Maduro, era clave suspender las inversiones y el comercio petrolero que sostiene con la empresa Exxon. Aunque Biden optó por solo pedir un “seguimiento” del tema, Trump, ahora en el poder, anunció a través de Marco Rubio que interrumpirá la relación económica de la industria petrolera estadounidense con Venezuela. Para que esta medida sea efectiva, necesitaría el apoyo de países como China, Rusia e Irán, que también mantienen vínculos económicos con el régimen.

En paralelo, Estados Unidos y la OTAN han comenzado a entorpecer la “flota fantasma” de Rusia, que permite a Venezuela comerciar petróleo. Sin los ingresos estadounidenses Maduro estaría en serios problemas, pero mientras conserve el flujo de ingresos internacionales y el control de las Fuerzas Armadas, es probable que se mantenga en el poder. González Urrutia, durante su gira por Occidente, ha señalado a Maduro como un peligro regional, recordando que Venezuela posee las mayores reservas de petróleo del mundo. Hasta ahora, la estrategia de Trump parece más firme y orientada a resultados concretos para provocar el cambio de régimen que la de Biden.

Tras el fracaso del primer intento de asunción de González Urrutia, algunas voces latinoamericanas han planteado la posibilidad de una intervención militar en Venezuela. Los ex presidentes colombianos Álvaro Uribe e Iván Duque, junto a algunos ex cancilleres, cuestionaron la asunción ilegal de Maduro y mencionaron esta opción. En respuesta, Maduro organizó un ejercicio militar con ciento cincuenta mil hombres los días 22 y 23 de enero en las fronteras terrestres y marítimas del país, en los que involucró sistemas de defensa aérea. Hasta ahora, el mandatario venezolano no ha precisado cómo percibe la amenaza que representa la llegada de Donald Trump al poder. La política estadounidense de promover cambios de régimen en Venezuela, Cuba y Nicaragua ha sido explícita, especialmente en las declaraciones del Secretario de Estado.

Mientras tanto, en la frontera entre Colombia y Venezuela, un nuevo conflicto militar ha surgido entre el Ejército de Liberación Nacional y la disidencia de las FARC, dejando 80 muertos y decenas de heridos. Miles de ciudadanos colombianos han huido hacia Venezuela en busca de seguridad. En respuesta, Petro desplegó cinco mil soldados en la región y declaró el “estado de conmoción”. Aunque los detalles del conflicto son difusos, el riesgo de escalada es evidente.

* El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

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