¿Qué cosa es que corre sin tener pies?
(El agua)
Las adivinanzas, como la poesía, la música, el folklore y otras expresiones de la cultura y el sentir popular, reflejan, con toda su simpleza, hasta qué punto se entrelazan en Mendoza el paisaje y su gente, sus costumbres y tradiciones y dan cuenta del arraigo del mendocino a un territorio geográficamente hostil. El agua que corre “sin tener pies” por canales, diques y acequias, simboliza el triunfo de su trabajo y esfuerzo para transformar el desierto en oasis.
El cuidado y racionalización del agua en Mendoza es una tarea que comenzaron hace siglos los primeros aborígenes. Supieron trazar una red primaria a partir del aprovechamiento y la sistematización de los cursos de agua naturales, en relación a la topografía y las pendientes. Construyeron canales y acequias para cultivar la tierra con riego y asegurar la subsistencia de su gente.
La pujante historia socioeconómica de Mendoza se podría resumir en el aprovechamiento combinado -en la planicie- de los caudales de los ríos Mendoza, Tunuyán, Diamante y Atuel, parte del sistema hidrográfico andino o del Desaguadero, que abarca una notable extensión del oeste árido del país.
Desde La Rioja hasta La Pampa, un colector de más de 1.000 km ha recogido los irregulares caudales del extenso frente andino para llevarlos al Atlántico por el río Colorado. Este se forma bajo la unión de los ríos Grande y Barrancas y arbitra como límite natural del sur de la Provincia. Acumula una serie de problemas en lo concerniente a la utilización de sus caudales, que se arrastran desde hace décadas. La inquietud de las provincias involucradas (Buenos Aires, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Mendoza) deriva de la defensa que cada una hace de sus intereses en lo económico y social, partiendo de un plano de discusión primario, con raíces en lo histórico, jurídico y político.
La unidad geográfica impuesta por el curso fluvial viene reclamando soluciones para el desaprovechamiento del recurso, por lo menos desde 1956, año en que se convocó a una Conferencia interprovincial para el aprovechamiento del Río Colorado. Ya entonces, y consciente de la necesidad de vivificar tierras para la producción y el trabajo, fijaba como objetivos “cambiar ideas, realizar estudios y propender soluciones a los distintos problemas de interés común para los estados que tienen derecho a utilizar las aguas del río que establece el límite sur de nuestra provincia”.
A tal efecto se creó la Comisión Técnica Interprovincial del Río Colorado (Cotirc), antecesora del Comité Interjurisdiccional del Río Colorado (Coirco).
Mendoza es hoy víctima de esa irresolución –arrastrada por décadas- de estados provinciales indiferentes al trazado de un futuro mejor para sus habitantes.
Sesenta y cuatro años pasaron y nos encontramos con que el Coirco solicita un nuevo “estudio de impacto ambiental” para Portezuelo del Viento. Se habla de consenso, haciendo caso omiso a un juicio ya ganado por recursos que nos pertenecen, y a un contexto de desidia, con aguas que se escurrían y perdían y que Mendoza supo aprovechar con la pujanza con que hizo de un desierto un vergel en los oasis de sus 4 grandes ríos.
De esta cuenca hidrográfica desaprovechada se tienen antecedentes por lo menos desde 1879. Las primeras apreciaciones fueron realizadas por el Cnel J.M. Olascoaga durante la Campaña al Desierto y, posteriormente, por el Ing. Cipolletti (1899). Ellos ya alertaron que el Río Colorado transporta tanto o más caudal medio que los ríos Mendoza, Tunuyán, Diamante y Atuel juntos. También fueron centrales los aportes de los ingenieros Julio Balloffet y Galileo Vitali.
El reciclado reclamo de La Pampa –que dicho sea de paso, sí cobró oportunamente 500 millones de dólares por el mismo tipo de demanda por el que Mendoza negoció con la Nación el financiamiento de la obra de Portezuelo del Viento- debe unir a los mendocinos frente a un atropello montado sobre argumentos falaces. Pero no mediante el artilugio pampeano de estímulo a una épica antimendocina, principalmente en las mentes de sus jóvenes, hoy muy activos en la reivindicación de derechos teóricamente vulnerados.
Portezuelo del Viento es mucho más que una obra hidroeléctrica. Es nuestra causa común en la defensa de una cultura productiva de arraigo ancestral. Un “laudo arbitral” adverso sería una sentencia condenatoria del valor y el respeto por el trabajo, el esfuerzo y la inversión, en la conciencia y la voluntad de las nuevas generaciones de mendocinos.
No lo deberíamos permitir.
El autor es ex Diputado nacional por Mendoza