Son tantos los recuerdos que tengo sobre el tema de la nota porque además de memoriosa soy muy nostálgica. Al médico de familia lo tengo presente desde muy chica. Su figura y la importancia que tuvo para mi familia son invalorables. Durante la pandemia en ese aspecto me sentí desprotegida por el sistema de salud actual y por ello tuve tan presente al fallecido Dr. César Bustos, nuestro último médico de familia a quien uno llamaba para transmitir nuestras inquietudes. Siempre con sus respuestas tranquilizaba aún sin ir al consultorio y si él lo creía necesario venía a la casa.
Así lo hizo en feriados por la salud de mi padre anciano, mi esposo o mi hija. Verlo llegar con su maletín ya daba tranquilidad. Esto no fue hace tantos años. Era el médico amigo y un poco psicólogo.
Regresando a mi infancia no olvidaré nunca al querido Dr. Humberto Notti, el pediatra mío y de mi hermano, a quien mi madre al terminar su visita le ponía alcohol en sus manos. Así pasé la tos convulsa, la escarlatina y sarampión. Con fiebre y sin vacunas.
En mi adolescencia tuvimos al Dr. Gregorio Gordón que no solamente iba al hospital en la mañana, atendía a la tarde en su consultorio y si era necesario acudía a la visita domiciliaria. ¡Cómo se lo esperaba!
Para terminar en un ayer no tan lejano mi recuerdo imborrable y mi agradecimiento al Dr. Hipólito Filice, pediatra de mi hija desde su nacimiento.
Mi deseo es que estas palabras sean un homenaje a todos los médicos de familia que con dedicación, cariño por sus pacientes y sabiduría hicieron tanto en el ejercicio de su profesión.
