Los vocablos “Brexit” o “Grexit” son juegos de palabras en inglés que consisten en anteponer parte del nombre de un país y unir la vocal “e” de éste con la palabra “exit” (salida), haciendo alusión al abandono de una de estas naciones a su carácter de miembro de la Unión Europea. Decir “Mendoexit” es entonces una burda adaptación gramatical. Y la idea, desde su denominación, ya comienza como un mamarracho.
Nuestra hermosa provincia no es, ni debe, ni puede ser un país independiente. No nos diferencia un idioma (como sí a Cataluña del resto de España), ni una religión (como le pasó a Irlanda o a Paquistán), ni la historia o la cultura -y ni siquiera las costumbres- con el resto de nuestro país. Somos tan argentinos como los fueguinos, los sanjuaninos o los entrerrianos.
El general San Martín eligió estratégicamente esta tierra como cuna de la gesta libertadora americana, algo que nosotros ostentamos con orgullo. Ésta, junto con la empresa de Bolívar, debía conseguir la conformación de una gran nación suramericana. Por mezquinos, pero a la vez muy poderosos, intereses localistas, el proyecto fracasó, y ese gran país se fragmentó antes de nacer.
Quienes llevamos los ideales de nuestros patriotas americanos nunca perdemos la esperanza de poder ver algún día consumado ese sueño de unidad.
Es totalmente reconocible que, como país, los argentinos enfrentamos en la actualidad múltiples y serios problemas de una muy variada gama, y más aún con un contexto internacional sumamente adverso. Pero todo esto sólo se resolverá con unidad, no con sectarismos.
Ahora bien, si quisiéramos dejar de lado las ideologías resulta igualmente difícil imaginar un “país” que apenas llegaría a los 2 millones de habitantes, con una matriz productiva agotada (la vitivinicultura), un escaso desarrollo industrial, recursos económicos insuficientes, con apenas un 5% del territorio habitable y cultivable, y con una escasez de agua angustiante, entre muchos otros inconvenientes más. No habría trabajo ni recursos para atender las necesidades de sus habitantes.
Resulta paradójico, al mismo tiempo, que esta idea independentista sea alzada como bandera por algunas personas que ocupan (u ocuparon) cargos nacionales, lo que deja en evidencia que no estarían cumpliendo con sus juramentos a la Constitución y a la bandera nacional, anteponiendo dudosos intereses locales (o quizás personales) a los nacionales. La Nación se los demandará.
Mendoza y los mendocinos debemos, como parte fundamental de un enorme proyecto nacional y continental, lo que no implica dejar de lado nuestros problemas provinciales, exigir y pelear por un país más federal y menos dependiente de Buenos Aires, ayudando al mismo tiempo a recuperar nuestras alicaídas economías regionales.
Recordemos siempre lo que nuestro maravilloso Martín Fierro nos predicó: “Los hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera.Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean los devoran los de ajuera”.
La idea de independizar a Mendoza es, en conclusión, un absurdo por donde quiera mirársela.
*El autor es Politólogo - Licenciando en Ciencias Políticas - UNCuyo