Uno de los mayores problemas de la grieta de que solo existan dos opciones para la ciudadanía, es que el resultado de las elecciones, sobre todo en materia de legisladores, produce normalmente que la mayoría del ganador en este poder. En los hechos es la famosa escribanía, integrada por bloques obsecuentes del poder ejecutivo de turno. Salvo algunas mayorías especiales, como contraer empréstitos, el resto de las leyes sale por mera obediencia debida.
Si a esto le sumamos que estas mayorías legislativas controladas por el gobierno designan, promueven y pueden expulsar jueces y órganos de control , la autocracia mendocina funcionará como un reloj. Vayan los ejemplos de los cargos que necesitan acuerdos del senado -la mayoría vitalicios- como han sido poblados con políticos de los partidos que se alternaron en el poder con mayoría legislativa y no por el consenso de un aval generalizado más allá de los partidos.
La presencia de una tercera fuerza, impide como primera barrera ese abuso legislativo de que el que gobierna haga lo que quiere. Aparece la necesidad de acordar, de oírse, que quizás implique más tiempos, más concesiones, pero existirá más república, más respeto al oponente, y lo que se decida dejará una conformidad mayoritaria legislativa que hace a la armonía de verdaderos demócratas con leyes que perdurarán más.
Nada es perfecto, la corrupción siempre ronda, pueden aparecer las compras de voluntades. Para ellos la vergüenza, pero, si seguimos jugando a la grieta, los mendocinos que todavía no caemos en la dependencia absoluta del poder central como otras provincias, corremos ese riesgo.
Esta elección futura , y con boleta única- puede ayudar para que aparezcan terceras fuerzas que nos den el equilibro republicano, que sumado a la no reelección del gobernador harían de Mendoza un verdadero líder en institucionalidad. En particular si los que nos oponemos a la grieta construimos una tercera fuerza capaz de disputar seriamente el poder.
* El autor es abogado.
