Una característica muy argentina es la curiosidad que despierta la mirada del otro sobre nosotros. La alimentaremos hoy viajando por el tiempo a través de los ojos de dos británicos que. durante la primera mitad del siglo XIX, dejaron crónicas sobre esta tierra y su gente.
Comenzamos con el inglés George Love quién recorriendo caminos bonaerenses conoció a uno de los hombres de Mayo, y en 1824 dejó sus impresiones: “La joven e interesante hija de don Cornelio Saavedra, doña Dominga, toca [el piano] con mucha habilidad; con un poco más de estudio sería muy admirada. Esta señorita, de belleza floreciente, posee talentos que, cultivados con esmero, serían adornos de la sociedad. Su padre, don Cornelio, fue el primer Director de la Provincia después de la revolución y pertenece a una de las familias más antiguas y respetables. Sus modales son muy agradables, físicamente se parece a un general inglés. Como tantos otros ha cambiado la espada por el arado”.
Como puede notarse en el párrafo anterior este viajero, que finalmente se instaló en nuestro país, admiraba la belleza física y encontró en las calles de Buenos Aires una especie de paraíso visual. Que así describió: “Los cuerpos de estas bellas –refiere a las mujeres de la zona- son la perfección misma (…) Las señoras maduras arreglan sus rizos blancos y usan el velo en forma análoga a las jóvenes. No emplean polvos ni otros artificios para disimular su edad. En sociedad son desenvueltas, habladoras y muy alegres. (…) Los vestidos de las niñas son tan bonitos como los de las mujeres; hay poca diferencia entre ambas —blusa de mangas cortas, cabello rizado y abanicos—. Pasan por la calle con aire muy importante, son sus madres en miniatura. Los niños de Buenos Aires son hermosos; algunas niñas son perfectos serafines, que se adelantan rápidamente a reemplazar a aquellas cuyos encantos constituyen hoy nuestra admiración”.
Love, también tuvo algunas palabras para nuestra provincia, refiriéndose al vino que consumió allá por 1824: “La producción nacional es escasa —señala Love—, el vino de Mendoza es dulce y parecido a nuestros vinos caseros. La cerveza es un lujo. La cerveza embotellada no tiene el sabor de la cerveza de barril de Londres”.
Si bien no hay registros de alguna visita de Don George a nuestra provincia, otros británicos dejaron sus impresiones al visitarla. Entre ellos sir Francis Bond Head que a principios de 1820 escribió esto sobre nuestra ciudad: “Era realmente singular pararse en una esquina y encontrar en todos los rumbos soledad tan completa en medio de una capital de provincia. El ruido producido al caminar era semejante al eco que se oye cuando uno pasea solo por la nave de una iglesia o catedral, y la escena parecía de las desiertas calles de Pompeya. (…) Al pasar por algunas casas siempre oía ronquidos, y, pasada la siesta, con frecuencia me divertía mucho ver despertar a la gente, porque hay infinitamente más verdad y placer en mirar así las escenas de la vida privada que en hacer observaciones formales sobre el hombre vestido y preparado para su desempeño en público. La gente generalmente se acuesta en el suelo pelado o piso del cuarto, y el grupo es a menudo divertido (…) Vi cierto día un viejo (de la gente principal) profundamente dormido y dichoso. Su anciana esposa estaba despierta y sentada en cómodo deshabillé rascándose. Mientras su hija, lindísima criatura de diecisiete años, estaba también despierta, pero acostada de lado besando un gato”.
Sin duda, al observarnos en estos registros encontramos mucho en común con el país y la provincia de otros tiempos.