Pasó una semana y todavía no salen de su asombro. Los dirigentes políticos mendocinos intentan entender de dónde salió ese huracán que se llevó puestos no sólo los pronósticos preelectorales, sino también su modelo de campaña, su forma de relacionarse con la sociedad y hasta sus convicciones. El fenómeno Milei no sólo les propinó una paliza. Además, les dejó muchas preguntas para hacerse.
Los números son elocuentes e inapelables. El primer mensaje que arrojan es para todo el sistema político: comparando con las primarias provinciales, se redujo el ausentismo en seis puntos. De 34% bajó a 28%. Eso se traduce en unos 90 mil electores más. Podrán decir en su defensa que la presidencial tiene más atractivo que la puja por la gobernación. Es cierto. Como también es cierto que nunca hubo una votación con tan bajo nivel de participación como la de junio.
El voto en blanco es otra señal contundente. Pasó de 6,3% (62.377) a sólo 1,86% (19.784), o sea 42 mil menos. Los nulos muestran la misma tendencia: fueron 44 mil menos (aunque aquella vez puede haber influido algo la debutante boleta única).
Los indiferentes y los enojados de hace dos meses parecen haber encontrado esta vez un incentivo electoral que no tuvieron entonces. Y no quedan dudas de que fue Javier Milei.
Cuando se detiene la mirada en los frentes específicamente, el oficialismo provincial fue el más golpeado. Perdió 127 mil votos de junio a agosto: bajó de 421 mil a 294 mil.
Tres de cada diez votantes que optaron por sus dos precandidatos a gobernador se fugaron. No importó que en una de las fórmulas presidenciales de Juntos por el Cambio estuviese la sorpresa electoral de hace dos meses, Luis Petri. Ni el explícito y constante apoyo de todo Cambia Mendoza a Patricia Bullrich y, en menor medida, a Horacio Rodríguez Larreta.
En esta mirada retrospectiva a corto plazo, el peronismo sale mejor parado. Sus 154.810 votos y 15,68% de las PASO provinciales crecieron hasta 175.522 votos y 16,86%. Una ganancia demasiado módica para un partido siempre asociado al poder.
La conclusión es directa: Milei se nutrió de los que antes faltaron, votaron en blanco o anularon su voto y ahora no lo hicieron. También de una buena parte de los adherentes a Cambia Mendoza y de la mayoría de los que apoyaron a La Unión Mendocina, que no tiene candidatos nacionales. Por supuesto que, además, hay aportes del Partido Verde.
Ahora bien, una mirada retrospectiva más larga, y correcta para los cientistas políticos, obliga a comparar con las PASO presidenciales de 2019 y son otras las fluctuaciones. Aunque esa Argentina polarizada y su sociedad sean muy distintas a las de ahora.
Ese contraste electoral devela que los dos candidatos de Juntos por el Cambio esta vez reunieron 112 mil votos menos que los 406 mil de Mauricio Macri hace cuatro años.
Aquel núcleo duro que apoyó al entonces presidente, pese a los malos resultados de su gestión y el fuerte rechazo que generaba, se diluyó y más de una cuarta parte fue el domingo pasado directamente a Milei. Es el trasvase que a priori parecía lógico. No por nada el candidato libertario adula a Macri y hasta anunció que, si gana, le dará un cargo en su gobierno.
Pero cuando se hace foco en los números del peronismo, asoma la catástrofe a pleno que no revela la mirada cortoplacista limitada a 2023.
El Frente de Todos con Alberto Fernández, al que muchos vieron como una esperanza y el tiempo los desmintió rotundamente, ganó las primarias con 40% y 440 mil votos. En cuatro años, la sangría que tuvo en Mendoza fue de 265 mil votos.
Perdió en este camino de cuarentena, parálisis en la gestión e inflación desbordada seis de cada diez votos. Y ningún cambio de nombre del frente puede disimularlo. El trasvase que parecía imposible fue el más notorio. Y eso se comprobó en aquellas zonas más ligadas siempre al PJ: las barriadas populares. Milei arrasó, por ejemplo, en el Barrio La Gloria y alrededores, no casualmente una de las paradas de su última visita a Mendoza.
Hay un dato histórico que sirve para dimensionar el fenómeno, que tuvo en la provincia uno de sus puntos más altos del país. Desde que existen las primarias nacionales, sólo un precandidato a presidente equiparó en Mendoza el porcentaje del libertario: Cristina Kirchner. En el debut del sistema, en 2011, cuando iba por su reelección, la actual vicepresidenta reunió acá 44.8%. Lo mismo que Milei hace una semana.
¿Cómo se explica entonces el voto al libertario? Sus ideas, está claro, son opuestas a las que ofrece el peronismo actual. Pero a quienes optaron por él no les importa claramente la ideología. Sólo quieren una solución a sus problemas de hoy. Y las otras dos opciones del menú electoral son platos que ya probaron y, las estadísticas lo confirman, los dejaron con más hambre que antes. Entonces, perdido por perdido, eligieron al disruptivo.
Hay incluso en los reclamos del votante de Milei contradicciones con las propuestas de La Libertad Avanza. Pero eso parece no importar porque el candidato se convirtió en el mejor catalizador de las decepciones y la bronca por el presente.
“Es un voto raro. Indescifrable. San Carlos es antiminero y allí tuvo más del 50% de los votos”, ejemplifica un funcionario radical. “Nadie profundizó en el contenido. Sólo captaron los slogans”, suma un intendente.
“Nosotros salimos a defender la universidad pública y el tipo que tiene hambre no piensa en que sus hijos vayan a la universidad. Hablamos de paritarias libres y empleo en blanco, y acá hay 250 mil monotributistas que quedan afuera de todo. No podemos salir a asustar a los que no tienen nada que perder”, asume un peronista.
¿Y ahora?
Haber reunido ahora 28% es un problema para Cambia Mendoza porque lo deja de cara a la final provincial del 24 de setiembre con un escenario menos favorable del que hubiese querido. En la oposición hablan de “declive”. En el oficialismo prefieren enfatizar en que cada elección es distinta. Tienen dos ejemplos a mano muy concretos: Maipú y San Rafael. En ambos, ganó el peronismo en las municipales, la alianza liderada por la UCR en la provincial y Milei en la nacional.
Pero claro, eso se dice con “el diario del lunes”. El plan original era ganar las primarias nacionales con comodidad para despejar dudas y que Alfredo Cornejo quedara mejor posicionado. Ahora, sólo se sabe que el piso electoral oficialista es más bajo del que se creía, muy lejos de la hegemonía electoral que supo ser.
Por eso, en el comando de campaña admiten que debieron recalcular todo. Lejos de pegarse a Bullrich y Petri, buscarán ahora departamentalizar y provincializar las elecciones. “Soluciones concretas para problemas concretos”, definen. Se ilusionan con que la superposición de votantes de Milei y Cornejo sea mayor que la que parece a primera vista.
En el PJ ansiaban que las dos fórmulas presidenciales empujaran su techo por encima de los 20 puntos. Está claro que no lo lograron. Por el contrario, la primarias presidenciales confirmaron que el nuevo piso del 15% está muy cerca del techo. El golpe fue muy duro y el desánimo gana. Sobre todo preocupa que gane entre la militancia.
Hay un dato cuando se mira el mapa nacional que agiganta esa preocupación: Mendoza es el segundo distrito con menos porcentaje de Unión por la Patria. Sólo en Córdoba le fue peor. Pero en esa provincia, el grueso del peronismo está con Juan Schiaretti, que triplicó en votos a la suma de Massa y Grabois. Considerando esa realidad, el PJ local es al que peor le fue en el país. “Somos un partido quebrado”, lamenta un dirigente.
En esta debacle generalizada, Omar de Marchi procura mostrarse incólume. La mala performance nacional de sus dos rivales le da aire. Siempre optimista al extremo, se ilusiona con que no lo vean venir. Como a Milei. Pero está claro que por más que dos de sus aliados, el PD y los libertarios, sean socios del candidato ganador, los votos no se trasladan. Menos un fenómeno que es estrictamente personal.
En su comando ventilan una encuesta de Poliarquía que lo pone como el dirigente político con mejor imagen, muy por encima de Cornejo, y hablan de una polarización inevitable. Pero a la vez él no puede escapar a la tensión y los nervios del momento. Su cruce con un docente en un debate colegial lo dejó expuesto en las redes sociales. “Fue una emboscada”, definen a su lado. Y apuntan al kirchnerismo. “Cuando se calienta, aparece el verdadero Omar”, susurra alguien que lo conoce muy bien.
El caso Las Heras es una gota persistente, constante, que puede horadar la roca. Aunque en La Unión Mendocina insistan en que no tiene impacto provincial. El casamiento de Daniel Orozco, su viaje a México de luna de miel y la condena al agresor de Janina Ortiz sin que se sepa por qué lo hizo mantienen en agenda el escándalo. De hecho, algo debe impactar, pese a que no lo admitan, porque la campaña del intendente ha quedado circunscripta a su departamento, como si aspirara a la reelección en vez de ser candidato a vicegobernador de La Unión Mendocina.
Justo esa Las Heras caliente políticamente volvió a ser el epicentro de saqueos. Un déjà vu del 2001 que pone a Mendoza otra vez en el foco nacional y deja expuesta la profundidad de la crisis social tras una semana en la que los precios se desbocaron por la devaluación pos electoral.