Milei y las neofeministas

Enemigos públicos a ultranza, el candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei, y algunas referentes de los nuevos feminismos convergen, sin embargo, en sus visiones heterodoxas sobre las relaciones sexuales y humanas.

Milei y las neofeministas
El candidato libertario Javier Milei.

“¿Qué tienen en común Milei y algunas referentes del feminismo contemporáneo que operan en redes sociales y medios de comunicación?” Me pregunta, desafiante, una amiga. No demoro mucho en contestar porque, al menos para mí, la respuesta es bastante obvia, gracias a la palabra “contemporáneo”.

Es que varios de los nuevos feminismos, esos que despuntaron localmente en órbita con Niunamenos y la campaña por el aborto, se diferencian de sus predecesores por no fomentar la libertad sexual en los mismos términos que los de antes. En tanto las referentes históricas de las primeras olas feministas promovían el ejercicio sexual, digamos, paritario entre hombres y mujeres (a riesgo de ser calificadas de libertinas, corruptoras y promiscuas dentro de los círculos más pacatos de sus tiempos) en varias de las nuevas corrientes hay un rechazo, a veces teñido de orgullo, por la vida sexual heteronormada, y la vida sexual en general.

Muchas activistas han señalado a la familia tradicional como un espacio de riesgo para la mujer, debido a que el varón es visto como peligroso (mientras que otras, en contradicción con la apología declamada del poliamor, terminan por tener una relación tradicional en la que no faltan la casa, marido y los hijos, permutando nuevos mandatos por viejos) Pero son muchas las voces que se ufanan públicamente de la abstinencia, como si contarle al mundo de qué va la vida íntima fuera una suerte de mandato en función del bien de la sociedad. En este plan se ha trazado incluso una pedagogía del sexo digital porque “es más seguro” que el otro.

Al mismo tiempo, las posibilidades que el mercado de la ciencia otorga a quienes eligen una maternidad tardía sin implicancia de relaciones con el género masculino aumentan gracias al congelamiento de óvulos, la inseminación artificial, el alquiler de vientres y otros recursos en desarrollo. Ser asexual, o célibe como se decía antiguamente, es para algunas integrantes del movimiento de género como para para Milei, algo deseable. Aunque ahora, después de haber sido objeto de calificativos despectivos del estilo “virgo”, el candidato ostente en una presunta vida sexual en los medios, lo concreto fue que en toda su construcción anterior, la jugó de lo contario.

Se puede ver cierto paralelo entre la imagen del candidato como un lobo solitario, atrincherado en su casa de country, rodeado por sus mascotas y muchos dispositivos tecnológicos que lo conectan virtualmente a los demás y la de la mujer que ve en la falta de sexo una elección empoderada, lidiando con el mundo a través de la computadora y el celular, probablemente acompañada por algún animalito. Un sujeto político aislado e hiperconectado que recela de los vínculos clásicos. El viejo “intercambio de fluidos”, como decía mi madre, no le cierra a ninguno. En su antipatía por el sexo y en su culto a la vida solitaria con relaciones que vayan por el lado de la virtualidad, muchas feministas se parecen, acaso sin saberlo del todo, al tipo que tildan de principal enemigo. Tal vez, los feminismos que quieran reforzar su oposición al candidato que tanto hizo por defenestrarlas, deban reconciliarse con la vieja y peregrina idea del coito.

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