Miseria, ausencia y oportunidad de la clase media

El ingreso, una de las variables que sirve para analizar la estructura social, muestra que en lugar de la antigua clase media argentina hoy se encuentra una clase baja cuya cultura, formación profesional, imaginario y aspiraciones siguen siendo de clase media.

Miseria, ausencia y oportunidad de la clase media
Clase media ilustración de Oscar Roldán

Conforme avanza el ajuste de los bienes y servicios transables a valores internacionales y se eliminan las distorsiones en el sistema de precios, se pone en evidencia la verdadera dimensión de la tragedia social argentina, que consiste en la larga declinación de la clase media.

El ingreso, una de las variables que sirve para analizar la estructura social, muestra que en lugar de la antigua clase media argentina hoy se encuentra una clase baja cuya cultura, formación profesional, imaginario y aspiraciones siguen siendo de clase media.

Las consecuencias de esta dramática transformación son también culturales y políticas: Aristóteles explicó que un régimen político consistente en la participación ciudadana sólo puede sostenerse sobre una base social en la que predominen los sectores medios: ni ricos ni pobres. Ciudadanos que posean bienes para vivir satisfactoriamente, que no experimenten ni la opulencia ni la necesidad: que no aspiren a cargos públicos pero tampoco los rehuyan. El predominio de los sectores medios da estabilidad y equilibrio al sistema político.

No me interesa analizar el rol político de la clase media como base ciudadana sino como semillero de la dirigencia política. Desde la presidencia de Yrigoyen las clases populares se incorporaron a los elencos dirigentes. Mientras la vieja oligarquía se retiraba, avanzaban las clases medias. Cada cambio de ciclo era ocasión de una renovación -parcial, pero sustantiva- de la dirigencia.

El actual discurso de impugnación de la “casta política” está dando cuenta del rechazo a reconocerle representatividad. La clase política kirchnerista se alimentó de la cooptación temprana por vía de la militancia universitaria, la prebenda o el cargo público.

Eso se tradujo en el deterioro progresivo de la calidad de los dirigentes y funcionarios, al priorizar la subordinación y el alineamiento, ignorando las capacidades profesionales. Una muestra terminal fueron los paupérrimos antecedentes profesionales y de gestión del gabinete de Alberto Fernández, que presumió de ser la cabeza de un gobierno de científicos. Hace tiempo que los profesionales y técnicos de la clase media abandonaron la política.

El fenómeno recuerda a la “secessio” del año 494 a. C. Los plebeyos integrantes del ejército romano decidieron retirarse al monte Aventino (o Sacrum). Pequeños propietarios y artesanos, los plebeyos anunciaron que constituirían una nueva ciudad a menos que los patricios -dueños del poder político y económico de Roma- accedieran a sus demandas de reconocimiento de instituciones políticas propias.

¿En qué se evidencia la actual ausencia de los profesionales y técnicos de la clase media? En el descenso sostenido en tres áreas del Estado que les son particularmente cercanas: educación, seguridad, salud.

Hace tiempo que las clases medias prefirieron confiar la educación de sus hijos a la enseñanza de gestión privada. Lo mismo ocurrió con la salud: quien tiene la posibilidad busca algún sistema de obra social, seguro asistencial o medicina prepaga. La evolución de los núcleos urbanos hace que las clases medias elijan vivir en barrios privados o complejos con seguridad privada. Resultado: los sistemas públicos de educación, salud y seguridad carecen de una masa de usuarios que demanden servicios de calidad. La clase media no está al frente de estos sistemas ni forma parte de sus beneficiarios.

Cuenta la tradición que los patricios finalmente accedieron a las demandas de la plebe. Fue el origen de la institución de los tribunos y el primer paso de la trabajosa y conflictiva transición de una república oligárquica a otra de índole patricio-plebeya.

Se abre con el nuevo gobierno una oportunidad para una renovación de las clases dirigentes. Por el impulso de ruptura y renovación que pretende encarnar, es posible que permita la incorporación de cuadros técnicos y profesionales capacitados a la gestión pública.

Pero será posible si tienen voluntad política y de participación. En política nadie regala nada. Esa voluntad solo puede ser movida por un espíritu genuinamente ciudadano.

Lo explicaba Natalio Botana hace casi 40 años. “Meditemos brevemente acerca de la ciudadanía. A cierta edad (…) nos convertimos de habitantes en ciudadanos (…) Ahora bien: la ciudadanía no consiste solamente en un documento ni tampoco en una institución jurídica. La ciudadanía es un estado de espíritu que emerge en una naturaleza humana solicitada por fuerzas contrarias: lo privado y lo público. Lo privado: afectos, trabajo, religión, ocio, lo que tiene de triste y agradable la vida, la casa doméstica, padres e hijos. Lo público: la responsabilidad de cada uno que proviene del hecho de pertene cer a una comunidad política, la obligación de tomar sobre nosotros la carga de esa comunidad sacrificando tiempo y vida privada. A esto los antiguos lo llamaban virtud. Hay regímenes que la imponen por la fuerza: es la democracia jacobina. La democracia constitucional es más modesta: propone el sacrificio espontáneo de alguna dimensión de la vida privada en aras de la responsabilidad pública.”

En lo que respecta a la responsabilidad política nada cambia: ni desde los primeros años de la democracia restaurada ni desde los tiempos de la república romana. No hay mucho tiempo: la clase media se deteriora día a día. Si sus integrantes más capacitados no asumen las responsabilidades de gobierno, el principio republicano se irá perdiendo junto con ella.

* El autor es profesor de Filosofía Política.

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