El repertorio léxico de nuestro español contiene una serie de vocablos con los cuales se nombra aquello que tiene poca entidad o que reviste escasa importancia. No lo advertimos hasta que alguien descalifica lo que escucha diciendo, por ejemplo, “son pamplinas”. Seguramente, muchos ignoran el significado de esta palabra: el diccionario lo define como “dicho o cosa de poca entidad, fundamento o utilidad”, como en Habla solamente pamplinas. Se utiliza coloquialmente, por lo general en plural. También puede usarse como equivalente a una manifestación poco sincera que pretende halagar a alguien o congraciarse con él: Intentó convencerme falsamente con sus pamplinas. Se registra, además, ‘pamplinada’, con el valor de “dicho o cosa fútil”. Lo interesante de la etimología de este término es que vendría del bajo latín “papaverina”, que proviene de “papaver” (“amapola”).
También, curiosamente, se acude al nombre de una planta cuando se le quiere restar valor a algo que está sucediendo y se usa la expresión “¡Me importa un bledo!”: el bledo es una planta de tallo rastrero, con flores rojas muy pequeñas; siempre aparece junto al verbo ‘importar’, en frases afirmativas o negativas, con el significado de “nada, muy poco”. Otro tanto ocurre con ‘comino’, cuando se dice análogamente ‘¡Me importa un comino!’ para indicar la escasa o nula importancia de algo que está sucediendo: el comino es también una planta de flores pequeñas y semillas de olor aromático y sabor acre, que se usan en medicina y para condimento. La cuarta planta que aparece en estas expresiones desvalorizadoras es el ‘rábano’, también con el verbo ‘importar’ o en la exclamación ‘¡un rábano!’, para rehusar algo.
Salimos del ámbito de las plantas y nos vamos a otro tipo de palabras, como ‘zarandaja’ o ‘paparruchada’: el sustantivo ‘zarandaja’ no es muy utilizado en el habla cotidiana y, en nuestro país, designa el desperdicio de las reses; pero, cuando se quiere minimizar algo, se lo utiliza para señalar que eso carece de valor, que es una cosa menuda o que su importancia es secundaria: Concéntrese en lo importante y déjese de zarandajas. En lo que respecta a ‘paparruchada’, nos remitimos a la voz que le da origen, ‘paparrucha’, que es una noticia falsa y desatinada, pero también una tontería, una estupidez, algo insustancial.
Vocablos de valor similar son, por ejemplo, ‘nonada’ y ‘nimiedad’. El primero de ellos puede, a simple vista, descomponerse en ‘no’ y ‘nada’, palabras de significado negativo que, al reunirse, sirven para nombrar una cosa de insignificante valor. Aquí podemos asociar este sustantivo con el verbo ‘anonadar’; efectivamente, las acepciones de este vocablo son “reducir a la nada” y “abrumar o dejar muy desconcertado a alguien”, como en La sorpresa lo dejó anonadado o Semejante noticia anonadó a la opinión pública. Ese valor minimizante se advierte en la tercera acepción: “apocar, disminuir mucho algo”: Por favor, que esa opinión adversa no anonade tus meritorios esfuerzos.
Muy cerca de estos vocablos se encuentra ‘nadería’, vinculado a ‘nada’ y también definido como “dicho o hecho sin importancia”.
La insignificancia o pequeñez de un hecho o de un objeto se pueden indicar a través del sustantivo ‘nimiedad’, relacionado con el adjetivo ‘nimio’. Como dato curioso, podemos rastrear la etimología latina de este adjetivo porque, en ese idioma, “nimius” equivalía a “excesivo, abundante”; estos valores los conservó también en español, pero el término –nos lo dicen los diccionarios etimológicos– se interpretó mal y recibió acepciones de significado contrario. Hoy nuestro diccionario académico trae la coexistencia de los dos valores: por un lado, “insignificante, sin importancia”; por el otro, “excesivo, exagerado”.
La punta o extremo superior de algo, en sentido real, pero también hablando figuradamente, es el ‘ápice’; al ser el extremo, es inasible, pequeño y, por ello, ‘ápice’ es una “porción o cantidad muy pequeña e insignificante de algo”: El remedio que le dieron no modificó ni un ápice su dolencia.
Las cosas sin valor pueden también nombrarse con el sustantivo ‘chorrada’: muy poco usada entre nosotros, esta palabra nombra la porción de líquido que queda luego de completarse una medida. El diccionario lo da como equivalente a “necedad, tontería”: Guarda todas esas chorradas en el cajón. A la inversa, ‘chorrera’ nombra una gran cantidad de algo, especialmente si es indeseable: Ha cometido una chorrera de errores.
‘Fruslería’ es otro sustantivo que alude al escaso valor de algo. Puede atribuirse, dice el diccionario, a una chuchería: He comprado algunas fruslerías en la feria artesanal. Pero, en sentido general, se puede atribuir a cualquier cosa con escasa importancia: Hablamos sobre fruslerías todo el tiempo. También puede usarse ‘bagatela’ con ese valor. En el ámbito musical, una ‘bagatela’ es una composición musical clásica, de carácter ligero y poca duración: Esas Bagatelas de Beethoven fueron dedicadas a su hermano Nikolaus.
¿Y cuándo decimos que algo es ‘fútil’? Reiteramos el concepto: cuando “no tiene importancia o utilidad”, como en Se vino con una excusa fútil. Dos sustantivos se relacionan con este adjetivo: ‘futileza’ y ‘futilidad’, parecidas en su significante e idénticas en cuanto a su significado: Discutieron por una futileza y Dilapida el dinero en futilidades.
Otro sustantivo que indica la escasa valoración de algo es ‘menudencia’ que, paradójicamente, reúne la acepción de “pequeñez” y la de “escrupulosidad, esmero y exactitud con que se considera y reconoce algo, sin omitir lo más menudo y leve”; respectivamente, los ejemplos son No me detengo en esas menudencias y Preparó todo con una menudencia nunca vista.
Cierro la nota hablando del ‘aspaviento’, palabra que señala demostración excesiva o afectada de espanto, admiración o sentimiento, como en Hizo tamaño aspaviento por lo que había pasado. Frente a nonadas, fruslerías y menudencias se usa este término para contrastar la reacción de una persona con la escasísima importancia de un hecho.
*Profesora Consulta de la UNCuyo.