Quedó la sensación de que, junto con el festejo del 25 de Mayo, Rodolfo Suárez se puso decididamente al frente del tramo final de la campaña hacia las PASO. Salió en defensa de una de sus iniciativas emblemáticas, aunque demorada, la reforma institucional, que incluyó una ambiciosa modificación de la Constitución provincial. Reforma planteada en forma inoportuna, según lo expuesto por la compañera de fórmula de Alfredo Cornejo en una reciente entrevista a Los Andes.
Con sus apreciaciones, Hebe Casado generó una polémica puertas adentro del frente oficialista. A lo mejor no fue su intención, pero no podía ignorar que con sus dichos molestaría al Gobernador, que asume con decepción la reforma aún no debatida.
Casado consideró que la reforma que propone Suárez no se encuentra en la agenda de los mendocinos, del ciudadano común. Y calentó más el ambiente cuando vaticinó que ese tema no sería prioridad para un eventual nuevo gobierno de Alfredo Cornejo.
La respuesta de Suárez no se hizo esperar. Los dichos de Casado rememoraron algún cortocircuito previo, en tiempos de pandemia, entre el Gobernador y la entonces legisladora que tomó estado público.
El oficialismo transita con bastante tranquilidad y confianza el camino hacia las PASO, con la expectativa puesta en un mano a mano entre el justicialismo y la fuerza creada por De Marchi para definir el segundo lugar.
Para poner un cierre a lo que generó el comentario de Casado en aquella entrevista, se puede llegar a la conclusión de que ambos, ella y el Gobernador, tienen su cuota de razón con sus puntos de vista. Es real que la reforma “no está en la agenda de la gente” porque el drama creciente que genera la maltrecha economía acentúa el descrédito de la dirigencia política en general, que no es nuevo pero que se viene potenciando en los últimos tiempos.
Y Suárez también tiene su acierto con aquello de que la ciudadanía está de acuerdo con achicar el costo que representa la política en el país y en la provincia. Pero, curiosamente, por lo que señala Casado posiblemente deje de lado una iniciativa a la que la mayoría de los mendocinos pueden considerar planteada a destiempo. El ciudadano medio seguramente prefiere una política más abocada a encontrar soluciones para su desasosiego diario y nada le asegura que esa misión la pueda concretar una Legislatura con una cámara en vez de dos.
El equilibrio fiscal establecido en una cláusula de la Constitución y otros aspectos de la reforma planteada por el actual gobierno provincial seguramente son avances que, de concretarse, le dejarán un elevado mérito a la actual gestión. Pero, lamentablemente para sus propósitos, al plantear la discusión el Gobierno chocó con la realidad de la pandemia y con una dirigencia que, en general, se amparó en dicha emergencia coyuntural para justificar su reticencia a cambios como los propuestos.
También en la semana el gobernador Suárez no dijo que no a la posibilidad de ser incluido en una fórmula para las presidenciales. Podría ser precandidato a vice. No es la primera vez que su nombre aparece a ese nivel. Ya en los tiempos de la bonanza transitoria que produjo el coronavirus, antes de que Rodríguez Larreta dejase de ser considerado por el Presidente de la Nación como “el amigo Horacio”, al gobernador mendocino se lo vinculó con el mandatario porteño no sólo por pertenecer a Juntos por el Cambio sino por un estilo de gestión muy prudente y, a la vez, similar ante aquella emergencia.
Después, el vendaval que se desató en la coalición opositora frenó todo y, como siempre ha sucedido, el radicalismo mendocino buscó ponerse a resguardo del mal tiempo político. El “modo Mendoza” de la UCR provincial.
La nueva visita, reciente, de Rodríguez Larreta fue un muy fuerte gesto de malestar del porteño en la tierra de De Marchi, el principal armador que tuvo en las provincias para su carrera electoral. El jefe de Gobierno de CABA insiste hasta el cansancio con que dentro de Juntos por el Cambio todo, por afuera nada. Por eso tuvo que romper relaciones partidarias con el todavía diputado nacional. Y hasta aceptó mostrarse junto a los referentes radicales locales en su dominio político de Luján.
Y volvió a retumbar el rumor sobre la precandidatura a vicepresidente. Suárez no negó que le gustaría ser, pero quiso demostrar que no es algo prioritario para él. Es que si consigue que Cornejo vuelva a ser gobernador ocupará durante los próximos cuatro años la banca de éste en el Senado. Pero la posibilidad de integrar una fórmula con chances electorales no deja de ser muy tentadora.
Muchos se sorprenden por la resonante acogida de Cornejo y Suárez si se tiene en cuenta que aquél siempre estuvo cercano a Patricia Bullrich en la interna de Juntos por el Cambio. Tal vez el precandidato a gobernador por Cambia Mendoza haya optado por repartir fichas por partes iguales (un huevo en cada canasta) al advertir una interna feroz antes de la definición para las próximas primarias nacionales.
Cornejo y Suárez ponen en vidriera a un radicalismo que pretende ser el más confiable del país, más aún que el de Morales, teniendo en cuenta que el jujeño, que ya logró imponer a su sucesor surgido entre su propio equipo de gobierno, se encuentra embarcado hacia las presidenciales como precandidato y nunca ha negado su cercanía política y afectiva con Sergio Massa.
En el caso puntual de Cornejo, un paréntesis para mostrarse con Rodríguez Larreta antes de encarar el último tramo para unas primarias mendocinas en las que tendrá el desafío de mostrar que mantiene su liderazgo.