En este nuevo aniversario del 25 de mayo de 1810 siempre es importante recordar los pasos que dieron en aquel lejano año los próceres que pondrían en marcha el proceso independentista, que se terminaría de concretar seis años después, en Tucumán.
Si bien siempre ha sido tema de debate entre los historiadores el carácter popular de aquella gesta, nadie puede negar el sentir de los habitantes de Buenos Aires presionando con sus reclamos a los integrantes del Cabildo para que dieran a conocer definiciones sobre lo que se estaba gestando en aquel histórico edificio.
Hay que recordar que el 25 de mayo fue el día de la concreción de un sentimiento de cambio y libertad que se venía gestando con el tiempo y que tuvo en lo que llamamos la Semana de Mayo su punto más culminante. En esa semana del 18 al 25 de mayo de 1810 se puso en marcha la primera etapa de un proceso revolucionario que permitió que se fuera gestando, aun con lógicos tropiezos, el nacimiento del país que hoy tenemos.
Fue el pueblo porteño quien exigió la total prescindencia de la Corona de España ante la resistencia del virrey Cisneros, dándole fuerza y valor a los revolucionarios que constituirían la Primera Junta de gobierno patrio.
El temperamento criollo de aquel año permitió dar un paso gigantesco por la libertad y formar un gobierno independiente y alejado de una Madre Patria que, incluso, perdía autoridad sobre sus colonias al tener que ceder ante el avance napoleónico.
La sólida base de argentinidad que instaló aquella gesta nunca tambaleó, a pesar de diferencias y rivalidades que costaron vidas y recursos. Por ello, la Convención Constituyente de 1853 coronó el anhelo de quienes durante esos 43 años tomaron la posta iniciada en el Cabildo Abierto de 1810.
El Congreso General Constituyente de 1853 estableció las bases para que nos rija la forma representativa republicana federal de gobierno, plasmada en la Constitución Nacional en esos momentos proclamada. Allí trasciende una división de poderes que debe constituir la consolidación del sistema republicano.
Aquellos principios fundacionales de mayo de 1810 y la consolidación de la Argentina republicana de 1853 son faros distintivos para un país con una democracia consolidada a lo largo de casi 40 años. Democracia en la que sus dirigentes deben sentar las bases para saldar deudas con la ciudadanía que en su rol de políticos no supieron solucionar.
Un país asentado en la calidad de sus instituciones es capaz de superar diferencias irreconciliables (la llamada grieta de estos tiempos), fijar políticas de Estado que permitan atacar los grandes males que destruyen la raíz social, como la pobreza, la marginalidad y la crónica inestabilidad económica, y garantizar un nivel de educación que garantice capacidad y futuro a sus generaciones.
La gesta de mayo de 1810 comenzó a erradicar de la región el autoritarismo colonial de aquellos tiempos. Por ello, el compromiso de nuestros dirigentes políticos de hoy debe tener como prioridad no permitir todo intento o tentación autoritaria y avasallante sobre la división de poderes republicana, un riesgo siempre latente en la Argentina de hoy.