El 21 de noviembre de 1945, Eduardo Rodríguez Larreta, ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, envió una nota a las cancillerías americanas, entre ellas a la Argentina.
Este documento diplomático proponía discutir la posibilidad de una “intervención multilateral” sobre países que violasen “derechos esenciales del hombre y del ciudadano” en el orden interno, aunque esos regímenes no fueran -de forma inmediata y directa- una amenaza para la paz regional.
La nota, titulada “Paralelismo entre la democracia y la Paz”, tuvo un enorme impacto mediático en el continente.
La mayoría de los contemporáneos la interpretaron dirigida a la dictadura argentina, presidida por Edelmiro Farrell y Juan Domingo Perón.
Asimismo, Estados Unidos con su “completa e inmediata adhesión” despertó sospecha de ser el autor intelectual.
De este modo, el canciller uruguayo quebró una tradición de política exterior de su país que había velado por la defensa del “principio de no intervención” en distintas conferencias internacionales.
La gestación del documento tuvo varias etapas, teniendo como punto de partida una consulta estadounidense realizada el 10 de octubre a las cancillerías americanas informándoles que la dictadura argentina era una “amenaza totalitaria”.
Estados Unidos preguntaba si estaban de acuerdo con su tesis y si querían colaborar con más pruebas para evaluar si tomar o no acciones contra Argentina.
Mientras tanto, el presidente Farrell encarcelaba a Perón acorralado por una oposición democrática que pedía su cabeza.
En la vecina orilla, Uruguay demoró su respuesta hasta el 19 de octubre.
Los acontecimientos argentinos del día 17 no pasaron desapercibidos.
La multitudinaria movilización que pidió la liberación de Perón fue una señal de alarma por su popularidad, ya que era tildado por sus enemigos de nazi-fascista.
El gobierno uruguayo recomendó actuar con “prudencia y esperar” ante el rumbo imprevisible de la política argentina.
No obstante, el Departamento de Estado encontró en la respuesta oriental frases valiosas y así sugirió que el canciller Rodríguez Larreta fuera el encargado de elaborar un nuevo documento para los países americanos.
Así se fue incubando la “doctrina Larreta”, en el vocabulario de sus defensores.
El gobierno uruguayo discutió si asumir o no esa responsabilidad.
Para algunos era un “honor moral” el pedido estadounidense.
Las únicas condiciones que exigieron fueron que el documento no nombrara de forma directa a Argentina, además pedían apoyo económico y defensivo si la dictadura vecina aplicaba represalias.
La evaluación del gobierno uruguayo fue la siguiente: Perón perdería las elecciones, por lo que con esta “riesgosa jugada” tendrían a su favor a los grupos demócratas argentinos, quienes llegarían al poder en febrero de 1946.
La doctrina Larreta cosechó escasas adhesiones.
A la “completa adhesión” de Estados Unidos sólo se sumaron Guatemala, Venezuela, Panamá y Nicaragua.
Las respuestas adversas de los demás países llevaron al entierro diplomático de la nota.
Entre los principales argumentos del rechazo destacan que el principio de no intervención era una “bandera sagrada”, y que hacía escasas semanas se había aprobado la carta de la naciente Organización de las Naciones Unidas, la que dejaba en manos del Consejo de Seguridad la intervención militar si un régimen fuera una amenaza real a la paz.
A su vez, afirmaban que Latinoamérica no se destacaba por ser un “paraíso democrático” y tenía un largo historial de caudillos dictatoriales, por lo cual se sentaba un precedente peligroso.
Estados Unidos, calibrando el categórico repudio, pidió a Uruguay que emitiera otra nota, publicada a principios de febrero de 1946.
En ella se estableció que no había sido su intención entrometerse con el principio de no intervención y que no habían planteado una intervención militar, entre otros argumentos.
En paralelo, Estados Unidos estaba ultimando los detalles finales del Libro Azul, divulgado el 12 de febrero, un documento que creyeron letal para impedir el triunfo de Perón, puesto que en este revelaban las conexiones de la dictadura militar argentina con la Alemania nazi.
Perón aprovechó la ocasión para aunar el sentimiento nacionalista argentino.
La victoria de Perón en las elecciones presidenciales del 24 febrero de 1946 conllevó represalias contra Uruguay, como el bloqueo del turismo y el corte del suministro de trigo, especialmente grave para la nación oriental en un año de malas cosechas.
Estados Unidos le vendió trigo, pero menor al esperado, ya que Europa era una prioridad más dramática que la pequeña república platense.
Al final, las relaciones de Uruguay con el primer peronismo nacieron con el estigma de la desconfianza y el resentimiento argentino.
La doctrina Larreta fue un eslabón del involucramiento estadounidense en la transición política argentina, y a diferencia del Libro Azul ha sido olvidado en la memoria popular e historiográfica.
Sin embargo, el escándalo de la doctrina uruguaya tuvo un formidable impacto diplomático y mediático en el continente, y así lo atestigua la voluminosa documentación conservada en las cancillerías rioplatenses.
* Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII)