Los países emergentes, entre ellos China, la India, Rusia y otros, aspiran y pugnan por transformar el orden internacional existente en uno más democrático y justo.
Argumentan que el orden internacional, al no reflejar la distribución de poder real, principalmente el económico, no los representa adecuadamente en sus instituciones.
Así, los tres estados mencionados se presentan como “la voz” de una pléyade de países muy diferentes, pero con reclamos comunes.
Es el tipo de aspiraciones expresadas recientemente por el premier de la India, Narendra Modi, al asumir su país la presidencia del G-20, por medio de un manifiesto cargado de nobles ideales.-
Pero ¿Será cierto?. ¿Qué quieren significar con democrático y justo?
En realidad quieren decir otra cosa. En primer lugar, digamos que esos términos no tienen el mismo significado en el orden interno y en el orden internacional. En el orden internacional un estado no es igual a otro estado, ni una mayoría de voluntades (de estados) necesariamente tiene que prevalecer sobre una minoría de voluntades (de estados). Solo formalmente, los estados son iguales (soberanos).
La “justicia” que buscan no es en el plano jurídico formal, sino que significa que se les permita la realización de sus intereses nacionales, y que los demás los reconozcan como legítimos.
Entonces ¿Qué quieren decir? Que quieren imponer un nuevo orden internacional, el suyo propio.
Que ese nuevo orden esté acompañado de aquellos nobles ideales, parece difícil; porque las políticas aplicadas y que los llevaron a su ascenso internacional, indican lo contrario.
Esas “nuevas potencias” han practicado políticas exteriores realistas, buscando en definitiva, agregar poder de todo tipo, a sus capacidades nacionales. Pero nada nuevo en política internacional. Hace tiempo han comprendido que el poder es lo único que los visibilizará.-
Esos mecanismos incluyen el poder económico y militar, pero también el control de recursos en el exterior, el monopolio en ciertos mercados, la apropiación de tecnología foránea, sistema de alianzas, el uso de la fuerza, etc.
Además, resulta difícil pensar que un país no democrático, como la China, quiera un orden internacional que sí lo sea; o que un país, como la India, gobernado por un partido nacionalista que hace de la identidad hindú la única base legítima del Estado, pretenda otra cosa en la comunidad de naciones. O la Federación Rusa, que utiliza el poder bruto de la fuerza militar para realizar sus intereses nacionales en Ucrania, someta el mismo a la buena voluntad y consenso internacional.
Lo dicho no implica juicio de valor sobre el orden existente ni negar los necesarios reajustes del sistema; iniciativas que ya existen, por ejemplo, para la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la creación de nuevas instituciones financieras internacionales, etc.
Pero, además, la realidad en parte cumple aquellas aspiraciones, dado que las fuerzas del mercado y la actividad económica, han trasladando su epicentro al Asia-Pacífico.
Los principales países emergentes, China, la India, Rusia, disfrazan sus propios intereses nacionales como los intereses de un grupo más grande, que algunos llaman el Sur Global. De ahí la amplificación y repercusión de su reclamo.-
Por ello, cuando desde Pekín se habla de un “destino compartido” o desde Nueva Delhi de “Un planeta, una familia, un futuro”, estamos frente nada más que a sloganes, que no sintetizan sus verdaderos reclamos y aspiraciones.
En realidad debemos entender otra cosa, que están realizando todas las acciones y esfuerzos necesarios, para imponer un nuevo orden internacional, el suyo propio. Un nuevo orden, no necesariamente más democrático y justo.
* El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales.