Nada más clásico que una campaña electoral en la que los candidatos besan a niñitos y se adentran en ignotos asentamientos de extramuros. Y más clásico aún, si cabe, si prometen restaurar la dignidad de los jubilados recuperando sus haberes siempre en trance de disminución.
Lo prometió este Gobierno tal como lo hicieron los anteriores, a sabiendas de que luego ajustarían el sistema de manera inclemente. Tal como hizo este Gobierno e hicieron los anteriores.
Pero le toca a las presentes autoridades –las que prometieron lo mismo que todas– haber otorgado la partida de defunción del Fondo de Sustentabilidad, ese que fuera creado con los activos de las administradoras de fondo de jubilaciones y pensiones (AFJP) y llegó a tener unos 60 mil millones de dólares, hoy reducidos a sólo 20 mil de la divisa norteamericana.
No porque se haya gastado la diferencia en compensar los desfases jubilatorios, sino en seguir financiando la desmesura de un Estado que gasta lo que no tiene con la voracidad de un monstruo bíblico. Claro que esta vez la historia parece haber llegado a su fin.
Ni al más iluminado de los jubilados argentinos se le ocurriría conjeturar que la rápida baja del dólar blue de los últimos días la pagaron ellos gracias a que el Ministerio de Economía de la Nación vendió los bonos nominados en pesos que formaban parte de sus activos a inversores ávidos, que los cobrarán luego a valor atado a la evolución del dólar. Un negocio redondo, con el que se logró secar la plaza del exceso de pesos que presionaban sobre la cotización del dólar paralelo.
O sea que el Fondo deberá pagar las utilidades de la operación a la hora de su rescate, si este se produce, ya que entre nosotros los bonos se rescatan emitiendo más bonos. Como sea, el ya exhausto Fondo habrá dejado de existir sin haber cumplido nunca su cometido original.
Para que esto sucediera, el Congreso aprobó previamente la transferencia de esos activos al Ministerio de Economía, decisión defendida por el legislador -y banquero– Carlos Heller con el argumento de que así se garantizaba su intangibilidad. Bien se sabe lo que esta palabra significa en estas tierras.
Llegados a este punto, sólo queda recordar que hoy Argentina paga una jubilación mínima de 100 dólares, la más baja de Latinoamérica, mientras nuestros legisladores se abocan a diseñar una nueva fórmula de ajuste de haberes que los rebajará más.
Nada novedoso de parte de quienes prometieron recuperarlos, como lo hicieron otros antes. Y como otros prometerán en próximas campañas electorales.
Nadie, hasta el momento, ha pensado en reducir la evasión y el trabajo informal, tareas estas ciclópeas para las menguadas fuerzas de nuestros dirigentes.
Lo concreto es que el Fondo de Sustentabilidad ha muerto de causas casi naturales, sin haber cumplido nunca su cometido, y ya no está entre nosotros.
Seguro habremos de extrañarlo. Que en paz descanse. Algo proverbial en un país cuyos gobernantes se llenan la boca defendiente con la palabra a jubilados que luego agreden con sus medidas, tal como este presidente cuya primera promesa fue aumentar las jubilaciones.