Las últimas semanas del ciclo lectivo estarán marcadas por evaluaciones de desempeño académico en Mendoza y no habrá un alumno que escape a pasar por alguna en primaria y secundaria. Se tomarán dos pruebas Aprender, el Censo de Fluidez Lectora y la segunda etapa del programa Mendoza Mejora Aprendiendo Matemáticas. Con ellas se evaluarán los aprendizajes de los estudiantes en diversas áreas y se conocerá más de su contexto.
Contar con datos estadísticos del sistema educativo ha adquirido mayor relevancia los últimos años, sobre todo en el marco de una nueva mirada más cientificista. Los registros han ganado en actualización, en diversidad y en importancia, impulsados sobre todo por la digitalización.
Mendoza hace unos años que empezó a tomar los datos como uno de los pilares de la gestión educativa y a implementar sus propias estrategias de medición, que ha consolidado como política de Estado a través del Plan Estratégico de Alfabetización.
Poder contar con una radiografía del desempeño académico de los estudiantes y sus trayectorias es un recurso valioso para detectar vulnerabilidades. Identificar dónde están las falencias y reconocerlas para generar estrategias para revertirlo es una oportunidad no solo de apoyar procesos sino, además, de aportar equidad dentro del sistema. En ese marco, la mirada que se ha instalado los últimos años más dirigida a acompañar la diversidad y a reconocer la importancia del contexto en el que están inmersos los chicos es un paso inmenso.
Sin embargo, de los números inmediatos resta ver cuánto de esto efectivamente decanta en una mejora de las trayectorias y los aprendizajes a largo plazo y cuánto de estas estrategias están pudiendo ser implementadas por docentes que actualmente afrontan enormes desafíos: atender la diversidad en el aula, contener lo socioafectivo y el impacto de lo socioeconómico y la sobrecarga laboral por salarios que no alcanzan.