Son las 9 AM de una Mendoza arrullada por el sol. Lalo tiene 14 años. Se despierta, y tras el primer parpadeo enciende la pantalla del celular. Se conecta a Twitch, la plataforma donde conviven los streamers (creadores de contenidos con cámara en vivo) más célebres del mundo. Desde la cama, mira hipnotizado a Ibai Llanos, un joven de Bilbao que congrega a miles de espectadores (¿se siguen llamando así?) de todo el planeta, a puro videojuego, música, deporte… y lo que le dé la gana.
Ibai embolsa más dinero que cualquier estrella televisiva argentina, y probablemente más que cualquiera de Europa. No lo tuvo que contratar ninguna cadena de medios para este éxito. Lo hizo desde su casa, solo con su camarita y su PC. Es su propio jefe, trabaja desde su sillón, como la totalidad de los pibes que han copado la industria de Twitch, YouTube, TikTok…
El divertido cruce entre Kun e Ibai tras el triunfo de Real Madrid al City
Lalo ve como Ibai, con la música de Nicki Nicole de fondo, se toma su tiempo para disfrutar el último lanzamiento de Paulo Londra. Es gracioso notar como el parlanchín twitchero usa modismos argentinos como “boludo” o “pibe” que se trenzan con españolismos como “joder, tío”. Pero Lalo no se sorprende, los famosillos hispanoparlantes de esta plataforma han “adoptado” el voceo y las expresiones argentinas como suyas.
Argentinos copan el show de Ibai Llanos
Llanos anuncia que su amigo Coscu (otro streamer, en este caso argentino) y el Kun Agüero le han mandado un whatsapp “descansándalo” por un error en una transmisión de hace unas horas. Acota, mientras titilan los sobreimpresos con las donaciones del público (práctica habitual de Twitch), que pronto volverá a charlar con el productor musical más influyente de habla hispana, otro pibe de Buenos Aires llamado Bizarrap.
Pero vamos muy rápido: Coscu era un jugador de LoL (un videojuego que desde hace años produce más visualizaciones que ligas enteras de fútbol) quien desde Buenos Aires es seguido por miles de usuarios en todo el planeta. Coscu fue noticia, entre otras, porque el 24 de marzo hizo una transmisión en vivo desde la Esma, y narró que tiene familiares desaparecidos, en una producción de mucha altura y profundidad que tiró por tierra eso de que Twitch solo es “para pasar el rato”.
El Kun, por su parte, no necesita presentación; solo decir que desde antes que dejara el fútbol ya era una estrella entre los streamers, a pura simpatía, carisma y un estilo único que empieza por comerse todas las “eses” del diccionario.
Y Bizarrap, un genio de la música y el marketing que ha logrado con sus sessions “romper internet” con cada lanzamiento. Por cierto, nadie conoce su verdadero rostro, ya que usa gorra y lentes gigantes. Un Piñón Fijo 2.0.
Nicki Nicole conquista a Jimmy Fallon, Trueno a Gorillaz
Muchos no lo saben, pero esta generación de jóvenes argentinos, subidos a la corriente del trap y la música urbana, los deportes, los videojuegos, internet, han logrado una verdadera expansión cultural global que es única en la historia de nuestro país. No solo copan los canales de los streamers más famosos del mundo, si no que sin escalas ya aparecen en shows internacionales como Nicole con Jimmy Fallon, por ejemplo, o Trueno compartiendo escenario con Gorillaz.
Son pibes que emergen de barrios populares, que se valieron de las redes para dar a conocer su talento, la mayoría con celulares de segunda mano. Y todo muy lejos del estereotipo del “argentino” soberbio. Algo que les ha permitido trabajar de forma colaborativa, retroalimentando la popularidad del movimiento.
Así explica el fenómeno el sociólogo investigador del Incihusa-Conicet, Nazareno Bravo: “Se trata de la visibilización de identidades mundializadas, de modos de transitar –siendo jóvenes- una etapa histórica marcada por la hiper conectividad, la voracidad por producir, publicar y consumir, el acceso a programas y apps. Generacionalmente, se elaboran modos de interpretar la realidad y darle sentidos, eso se traduce en palabras, sonidos e imágenes que se nutren de esos procesos. Esto explica los reconocimientos mutuos, las identificaciones”.
Chicos que están conectados al mundo, pero mejor aún, a su tiempo.
L-Gante, María Becerra, Duki, Dillom y tantos otros, siguen un camino independiente que rompe fronteras, grietas, prejuicios
Es curioso como muchos exponentes de los medios tradicionales, académicos y los artistas más encumbrados todavía no se enteran de lo que está sucediendo con los “guachos”, como se autodenominan. L-Gante, María Becerra, Duki, Dillom y tantos otros, siguen un camino independiente que rompe fronteras, grietas, prejuicios.
Claro que los pibes no son perfectos; claro que el “trap” es cuestionado por sus letras y su supuesta “baja calidad” musical (error); claro que los streamers pueden ser vistos como productos mayormente vacíos. Todo lo que quiera señalar y cuestionar el viejo mundo. Ellos, por su parte, no tienen tiempo para escuchar críticas. Tampoco le importa a Lalo, y a millones de Lalos, lo que se vocifera desde esos muebles, como la radio o la tv, que solo usan sus padres. Los “guachos”, mientras tanto, están ocupados en construir su propia, maravillosa, pequeña e imperfecta revolución cultural.