La política exterior de un país es el resultado de su política nacional simplemente porque una parte, nunca es más importante que el todo.
Si partimos de la base que el proceso de la decadencia de nuestro país comenzó hace 80 años, correlativamente debemos interpretar que las políticas argentinas hacia la Comunidad Internacional se han ido deteriorando paulatinamente y eso ha generado ausencia de políticas de Estado. Ello significa que no cambian los principios fundacionales del país, aunque los gobiernos que se sucedan pertenezcan a diferentes signos políticos. Salvo la reivindicación y reclamo irrenunciable de la soberanía argentina en las Islas Malvinas, nuestro país ha zigzagueado increíblemente en su política exterior perdiendo protagonismo y seriedad.
Citaré sólo tres ejemplos de nuestra historia que demuestran la certeza de dichos comentarios.
Tomemos un caso bilateral: relaciones diplomáticas argentinas con Japón durante la guerra ruso-japonesa de 1904/5. Argentina prioriza sus vínculos diplomáticos con Japón y le vende los que, para la época, eran dos modernos acorazados, el Bernardino Rivadavia y el Mariano Moreno en casi 15.000.000 de yenes. Esta venta tuvo lugar en un momento en que el imperio asiático llevaba las de perder frente a la Rusia zarista y no lograba apoyo internacional. Chile por ejemplo no aceptó vender dos navíos al imperio asiático. Japón que fue el vencedor de esa guerra, nunca olvidó el gesto argentino.
Otro ejemplo: durante la Segunda Guerra Mundial los aliados incluían a los europeos, EEUU, Canadá y la mayoría de los países latinoamericanos. Mientras Argentina era reticente y no aceptaba los pedidos de los Estados Unidos de incorporarse a la Alianza Occidental, en una reunión secreta que tuvo lugar en Natal (Brasil), los presidentes Getulio Vargas y Franklin D. Roosevelt acordaban el ingreso de Brasil al grupo de los Aliados contra el fascismo y el nazismo. Brasil acordó enviar 25.000 soldados al frente de combate, cosa que hicieron junto a los combatientes norteamericanos invadiendo Sicilia y Francia. Argentina en cambio, recién rompe relaciones diplomáticas con los nazis cuando ya la derrota total de Hitler era inevitable.
Argentina tuvo una actitud complaciente con el nazismo y ello desde que, en el Luna Park de Buenos Aires, en abril de 1938, tuvo lugar un acto que congregó a 20.000 nazis según el Centro Simón Wiesenthal. Ese acto se constituyó como el más importante realizado fuera de la Alemania nazi en toda la historia. Además, al finalizar la guerra nuestro país tuvo una actitud permisiva con 2.000 jerarcas nazis entre ellos, Adolf Eichmann, Menguele y Priebke, para refugiarse en Argentina huyendo del Juicio en Nuremberg, donde jueces rusos, norteamericanos, y británicos juzgaron por los crímenes de guerra a los nazis alemanes.
Lo dicho, explica por qué EEUU siempre tuvo una actitud diferente con Brasil y Argentina.
Es que, desde el principio, en 1889/1890 en la Primera Conferencia Panamericana, que tuvo lugar en Washington DC, la Argentina fue el único país que se opuso a la propuesta estadounidense de crear una suerte de Unión Aduanera Americana que uniera a todos los países desde Canadá a la Patagonia.
La iniciativa estadounidense fracasó como consecuencia de la encendida oposición de los dos embajadores argentinos que acudieron a Washington DC, Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana, representando al país, y que serían presidentes argentinos años después.
La política exterior de los Kirchner fue absolutamente diferente a la de Menem y es obvio decirlo, a la de Javier Milei. Argentina se presenta ahora como parte del mundo occidental nuevamente, reafirmando su voluntad de mostrarse independiente y libre insertándose en el concierto de las naciones como una Nación soberana, sin complejos con su ubicación frente a poderosos como EEUU, República Popular China, Canadá, Japón y Europa. La política exterior kirchnerista priorizó sus relaciones con Irán, Venezuela, Nicaragua, Cuba, Rusia, Angola y Siria; la mileista se acercó en cambio más a EEUU y a Israel, sin olvidar sus intereses negociando con China y Europa y nuestra bicentenaria disputa, las Islas Malvinas.
* El autor es funcionario diplomático de carrera jubilado.