“Cosas vederes, Sancho, que non crederes”. El Quijote
Realmente la “imaginación” de cierta gente que se autodenomina “ecologista”, “defensora de los animales”, etc,, no tiene límites… para la tontería.
Ahora la emprenden contra los arrieros y las mulas de carga en el Aconcagua, pidiendo que se prohíba la tracción a sangre. Curioso, piden que sea reemplazadas por “porteadores” locales o helicópteros. Por cierto, parece que los porteadores “no son tracción a sangre”.
A raíz de esta nota (Los Andes 29-4-24) se vinieron a mi cabeza de viejo, nacido y criado en el campo, algunas reflexiones (de memoria).
Una de ellas, muy importante de gente tan “bien intencionada”, es que menos mal que no existían a comienzos del siglo XIX, de lo contrario el general San Martín no habría podido llevar a cabo la hazaña del cruce de los Andes y la liberación de América, ya que todos los pertrechos pasaron la cordillera a lomo de mula. Si alguno de los ecologistas leyó algún libro en la escuela primaria es posible que recuerde alguna pintura de las mulas pasando por estrechos senderos cordilleranos con las cureñas de los cañones a cuestas.
Posiblemente San Martín habría sufrido alguna condena por someter a las mulas “a trabajo esclavo”.
Por otro lado, sin mulas Mendoza no habría podido subsistir con su pobre economía, durante la colonia, donde los pocos productos (frutas desecadas, vino) se transportaban a Buenos Aires en las árganas que cargaban esos nobles animales.
Otro ejemplo, tiene que ver con que la cría y venta de mulares fue una las principales actividades de la economía de lo que es hoy Argentina en el siglo XVIII y buena parte del XIX. La mayor parte de la cría de mulares (¿sabrán que es un híbrido?) se hacía en la provincia de Santa Fe y Córdoba. En la primera, un señor Candiotti criaba unas 20.000 mulas por año, que luego hacían un largo trayecto a Córdoba, pasando varios meses cuando había buenos pastos, y terminaban al cabo de un año en una gran feria de mulas en Salta. Que proveía de este indispensable animal de trabajo a la minería de Potosí y otros lugares de Bolivia.
Sin las mulas no habría habido ni libertad de América ni plata de Potosí.
Pero tampoco habría habido vitivinicultura moderna en Mendoza ya que los carros que llevaban la uva de las fincas a las bodegas y luego las bordelesas de vino a las estaciones del ferrocarril, era tirados por mulas. Quizás algunos hayan visto alguna vez los cientos de fotos que existen sobre estos hechos.
Se podrían aportar otros ejemplos, es de esperar que no le prohíban a los pequeños chacareros del cinturón verde de Mendoza el empleo de ese inteligente animal en sus tareas, que, por sus particularidades de forma de caminar, lo puede hacer por un surco de unos pocos centímetros, nos quedaríamos sin verdura.
Por último, cómo olvidar a Sarmiento, cuando en el Facundo describe al rastreador Calíbar, que siguiendo el rastro dice “aquí va una mulita mora, que tiene un vaso…”
En fin, esperemos que esta “brillante” iniciativa quede en el olvido. De lo contrario las mulas desaparecerían porque sin empleo ¿para qué se van criar?. Tampoco hay ya zoológicos, gracias a los “ecologistas”.
* El autor es Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. UNCuyo.