El presidente Alberto Fernández sorprendió al mundo financiero al afirmar que no simpatiza con los planes económicos. “Francamente, no creo…”, sostuvo en una entrevista concedida a un medio referencial en el mundo en materia financiera. Y poco después, en la Televisión Pública, al participar de una entrevista ante una audiencia de jóvenes, remarcó que su rechazo a las políticas económicas de un gobierno son tales “porque todos los planes naufragaron”.
Como era de esperar, los conceptos vertidos al corresponsal en Buenos Aires del Financial Times repercutieron en la política interna y especialmente entre economistas con experiencia en la función pública. La inquietud se potenció, lógicamente, por encontrarse la Argentina en los momentos culminantes de la renegociación de la deuda con los bonistas internacionales más exigentes e influyentes.
Además, en el plano internacional se observa con expectativa que nuestro país registra en los últimos meses una fuerte caída de su economía, agravando el crítico panorama generado por una recesión de más de dos años. Antecedentes complicados en el contexto de un shock económico mundial sin precedentes.
Conceptos vertidos por el ministro del área, Martín Guzmán, luego de la sorprendente afirmación del Presidente tampoco aportaron demasiado: “Nosotros lo que tenemos son objetivos y una estrategia económica”, dijo el titular de la cartera de hacienda.
Desde su asunción el actual gobierno amaga con la elaboración de un programa acorde con la situación en la que recibió la economía del país.
En ese marco el Ejecutivo decidió postergar el debate del Presupuesto del corriente año y manejarse con la base de la pauta de 2019 para, desde ahí, efectuar las correcciones que considerara pertinente.
Sin embargo, la emergencia por la pandemia de coronavirus obligó a Fernández y su equipo a la adopción de medidas sanitarias que pusieron freno a las actividades comerciales y productivas en general.
Y a continuación debió recurrir a una fuerte emisión para salir en ayuda de los sectores más golpeados por la parálisis impuesta.
Si bien el presidente Fernández no se equivoca cuando afirma que muchos planes económicos implementados en el país no dieron buenos resultados y llevaron a crisis complicadas, sí comete un error al no reconocer que hubo períodos en los que a la Argentina le fue mejor, justamente, por haber adoptado sus autoridades de turno estrategias creíbles y que generaran confianza.
No cabe ninguna duda de que la economía argentina fue tradicionalmente errática y eso contribuyó para que los fracasos fuesen más que los éxitos. Pero eso es responsabilidad de la política, ya que no ocurre lo mismo en aquellos países que han mantenido una línea conductora en lo económico más allá de las alternancias ideológicas en el manejo circunstancial del poder.
En conclusión, así como en su momento la oposición avaló el camino de negociación que encaró el Gobierno con los acreedores extranjeros, el crítico momento actual justificaría que el oficialismo buscara un acuerdo político para enfrentar la tempestad económica agravada por la emergencia en materia de salud.
Esa sí sería una buena señal hacia el mundo. Pero no se observa por el momento predisposición para ir en ese camino. Una lástima porque este es un buen momento para desarrollar políticas de Estado.