Una patada en la cabeza de una violencia inaudita y que podría haber sido letal en la principal plaza de Mendoza. Una paliza a un equipo periodístico de Canal 7 con las cámaras encendidas. Robos a minimarkets filmados por ellos mismos. Y en ninguno un policía cerca. El paso de Colo Colo por Mendoza no sólo propinó una derrota a Godoy Cruz en la cancha. Fue, sobre todo, un llamado de atención a la gestión de Seguridad.
La proliferación de videos en las redes sociales, replicados por sitios online y la TV, tuvo un impacto mayor que cualquiera de las protestas vecinales por inseguridad que ha habido o incluso la acumulación de homicidios en los primeros dos meses del año por los ajustes de cuentas entre bandas. Está todo filmado, al alcance de cualquiera, y es irrefutable.
En la política, si algo abunda es la creencia en las conspiraciones. Y el desbande de los barras chilenos en el corazón de la Ciudad alimenta esas miradas que sospechan de todo, a partir de la unión de algunos datos.
En los días previos, el clima en la Policía se había enrarecido. Al descontento por los sueldos, exteriorizado en los pedidos de aumentos de un grupo de familiares de efectivos, se sumó el rumor de la supuesta renuncia del jefe de la fuerza, Marcelo Calipo. Todo surgía de las mismas usinas de siempre: por un lado, un sector que pretende la imposible sindicalización policial y por el otro, oficiales en actividad y retirados muy vinculados al peronismo y a La Unión Mendocina que se mantienen en contacto a través de grupos de Whatsapp.
El duro discurso de Alfredo Cornejo el jueves, en San Rafael, cuando inauguró la ampliación de la red Tetra, fue una forma de salir a romper ese clima enrarecido y ratificar a Calipo. Pero también fue una admisión de que existía esa insatisfacción. De hecho, al otro día se hizo el anuncio del aumento salarial para los policías, con un incremento fuerte en el dinero para compra de indumentaria.
“Si algún policía pone a sus familiares delante para ser voceros y demás, yo creo que lo mejor que pueden hacer es entregar las armas, el uniforme, irse a su casa y conseguir otro trabajo, porque el del policía es una profesión que no tiene sindicalización”, había dicho Cornejo, antes de aclarar que “la mayoría son grandes servidores públicos, gozan de todo mi respeto, son gente de bien”.
Los antónimos de los adjetivos que usó para describir a “la mayoría” pasaron automáticamente a describir a la minoría. Difícil hacer otra lectura.
La llegada del Colo Colo era un desafío. Una hinchada violenta que venía de protagonizar incidentes en su propio país. Aunque no es la primera que viene: en Mendoza, se han jugado superclásicos con barras de River y Boca en el mismo estadio y ciudad, algo que en Buenos Aires no ocurre hace años. Pero esta vez, además, había factores locales: el muerto en la previa de un partido de Gimnasia y los reiterados incidentes en la cancha de Independiente Rivadavia marcaban un precedente complejo.
El encapsulamiento de colectivos en la frontera pareció servir de poco. Una vez en la Terminal, los hinchas se dispersaron. Y el jueves, en el Parque, antes del partido, pero sobre todo el viernes, en la Ciudad, los policías no aparecieron hasta que fue demasiado tarde. Tan tarde que hasta barras mendocinos se organizaron por las redes para ir a ajusticiar a los chilenos que arrasaban con comercios, periodistas y cualquiera que se cruzaba. Como si el operativo se hubiese limitado a la frontera y el partido.
Las explicaciones en el Gobierno apuntaron a los protagonistas de los incidentes. “Son salvajes. El submundo del fútbol es así. Pasa en Londres también”, intentó contextualizar un alto funcionario. Con esa misma intención, puso como ejemplo el partido entre Boca y Colo Colo en Buenos Aires en junio del año pasado, con violentos choques entre las barras.
“Fue una cagada”, reconoció otra fuente oficial sobre lo ocurrido en el Centro. Pero por supuesto buscó defender el operativo: “Se logró contener a la mayor parte de los hinchas y los problemas fueron pocos en comparación con la magnitud del desafío”.
Sobrevuela el consuelo de que “podría haber sido peor” y se aferran a los 31 detenidos que hubo, incluso un acusado de abuso sexual.
Hay en el discurso gubernamental un argumento reiterado: en el estadio no hubo disturbios. Y niegan cualquier “omisión” policial. Así, desacreditan las miradas conspirativas que no tardaron en apuntar al clima interno de los últimos días y al discurso de Cornejo como causas de lo que podría haber sido una “zona liberada”.
Quienes eligen no transitar los caminos de los conspiranoicos hablan de ineficiencia en el ministerio que conduce Mercedes Rus.
“Hubo errores en el operativo. Claramente faltaron planificación y política”, dictaminó un ex legislador ligado a los temas de Seguridad. “No debe haber operativo más fácil de diseñar que el de las hinchadas”, cuestionó una voz dentro de la UCR.
Otro radical, más condescendiente, asumió que “los policías se confiaron” y se mostró esperanzado en la conducción del ministerio, pese a las críticas: “Ya van a aprender”. Esa idea la ratificó un funcionario cuando admitió que van a tener que “reanalizar” la seguridad en este tipo de eventos.
Puertas adentro del Gobierno marcaron que hay un actor clave que trabajó en los operativos de seguridad durante los ocho años anteriores y que ya no está: Néstor Majul.
El ex subsecretario de Relaciones con la Comunidad, del círculo más cercano a Cornejo, se fue a trabajar a la Nación con Patricia Bullrich y era el nexo con el mundo del fútbol.
Así como Rus y la conducción de Seguridad, también quedó en la mira Ulpiano Suárez porque los preventores municipales poco pudieron hacer para evitar los desbordes chilenos.
El intendente de Capital salió a dar explicaciones y en sus declaraciones pareció morderse la lengua para no recordar su reclamo de enero, cuando en una entrevista publicada por este diario pidió que se destinen más efectivos a su departamento.
Un funcionario capitalino fue menos diplomático en el off the récord: “Resulta que para cualquier manifestación del Polo Obrero arman un operativo con 700 efectivos y con la barra del Colo Colo en la Ciudad nunca supimos cuántos había”. Dicen que no solo en esta ocasión puntual sino que “siempre” falta coordinación.
Esto que ocurrió, a los ojos de un especialista en el tema, muestra también que el modelo de preventores capitalino, que se quiere extender a todo el Gran Mendoza, sirve de poco. Una cosa es una detención ciudadana de un carterista, otra muy distinta es poder hacer frente a un grupo de violentos que no acatan.
Quienes conocen por dentro la Policía de Mendoza cuentan que la salida de Roberto Munives hace dos años y su remplazo por Calipo marcó un retroceso en la conducción y el control de la tropa. El actual jefe tiene otro estilo de liderazgo y delega más en su segundo, Roberto Favaro.
Todo esto ocurre en la previa de la Vendimia, cuando se suele recargar a los policías con horas de servicio y con un crecimiento de la inseguridad por la crisis económica. El contexto político no ayuda: las diatribas del Presidente contra todos alientan la anomia social y el desorden.
No son días tranquilos para Cornejo. Mientras los barras chilenos parecían dueños del Centro, estallaba un nuevo conflicto de los gobernadores con el Gobierno nacional por el descuento de coparticipación a Chubut.
El mendocino debió consensuar con sus colegas de Juntos por el Cambio un comunicado de apoyo tras la declaración de guerra de Ignacio Torres (Pro) a Milei explicitada junto a todos los mandatarios patagónicos.
Pero lo cierto es que ese “descuento” no los sorprendió: ya todos sabían, al menos desde la semana anterior, que la Nación no había renovado el crédito a Chubut que se venía pateando mes a mes desde los tiempos de Sergio Massa en el Ministerio de Economía nacional y su alfil Mariano Arcioni en la gobernación chubutense.
Caído el préstamo, el descuento en la coparticipación era inexorable. Así como las consecuencias que esa decisión tendrá son inimaginables hoy, más con un Milei que resulta indescifrable y siempre sube la apuesta.
En Casa de Gobierno, agradecen más que nunca ahora aquella negociación de Cornejo con los intendentes peronistas, antes de asumir, que permitió incluir en el presupuesto el roll over de la deuda que vence este año. Viendo el panorama, con caída de coparticipación y recaudación, eliminación de fondos nacionales y sin ayuda de la Casa Rosada, puede representar la diferencia entre estar ajustados todo el año o vivir ahogados.
Entre tanta tensión, conflictos y malas nuevas, que ya parecen un signo de época a estas alturas, el Gobierno no pudo celebrar, ni ponerse a analizar, la que puede ser la mejor noticia económica que ha tenido Mendoza en la última década. Desde hace una semana, sale petróleo de los dos pozos que a modo de prueba YPF perforó en la lengua norte de Vaca Muerta, en el extremo sur de Malargüe.
Si dentro de tres meses los análisis de la petrolera confirman que la productividad es redituable, se va a transformar en el principal atractivo de inversiones, empleo e ingresos para la provincia. Nada de lo que hay en el escenario actual se equipara a esa posibilidad en el mediano plazo.