Presencia animal en el léxico

Entre las frases formadas con “ratón”, hallamos “ratón de biblioteca” para aludir al erudito que con asiduidad escudriña muchos libros. Y “hacerse los ratones” es la locución que se usa para indicar las fantasías eróticas con alguien.

Presencia animal en el léxico
La presencia animal en el léxico español - Los Andes

Nadie puede ignorar la importancia que los animales revisten en nuestra vida. Ellos son nombrados por medio de sustantivos que denotan su existencia, pero también hay verbos y adjetivos que connotan sus características. Veámoslo a través de algunos ejemplos: nuestras mascotas domésticas son, seguramente, el perro y el gato. Usamos, en relación con el primero, el verbo “emperrarse”, que significa “empecinarse, empeñarse en algo, obstinarse”: “Se emperró en esa postura absurda”. En relación con ello, se nos da “emperro”, que nombra una rabieta, y “emperramiento”, como deseo vehemente de algo: “No sabe el emperro del jovencito” y “No entiendo ni apoyo tu emperramiento en permanecer aislado”.

Si miramos “gato”, la acción que nos evoca su andar es “gatear”, que se define como “trepar como los gatos y, especialmente, subir por un tronco o astil, valiéndose de los brazos y las piernas”; se da también el sustantivo “gateo” y la locución adverbial “a gatas” que, referida a una persona, significa “andar con pies y manos en el suelo, como los gatos y demás cuadrúpedos”: “Anda rápidamente a gatas por toda la casa”. Hay algunas expresiones en este sentido, como “salir a gatas”, que coloquialmente significa “librarse con gran trabajo y dificultad de un peligro o apuro”: “A gatas, salí de ese problema”. Cuando una persona no dice la edad real que tiene, se usa la frase “... y los que anduvo a gatas”, con la cual se indica que tiene más años de los que declara o de los que se le atribuyen”: “Tiene cincuenta y los que anduvo a gatas”.

Si una persona habla con exceso y es bulliciosa, se dice que “cotorrea”; pero, si se usa el verbo “lorear”, el significado es absolutamente distinto: en Chile, equivale a “observar en espera de una oportunidad para actuar”: “El ladrón loreaba el momento para sorprender a los incautos clientes”; en Uruguay, en cambio, indica “contar algo que debería mantenerse en secreto” o “hacer adulación”: “Tu hermano ha loreado todo nuestro plan a las autoridades”.

Cuando usamos el verbo “agazaparse”, raramente pensamos en el gazapo o conejo nuevo, pero la definición del verbo nos dice que equivale a “agacharse, como lo hace el gazapo, cuando quiere ocultarse de quienes lo persiguen”: “Los delincuentes permanecieron agazapados en las sombras”. Ello se ve también en el significado coloquial de “gazapo”, para nombrar al hombre disimulado y astuto: “No es directo, siempre es un gazapo”. Al utilizar el verbo “arañar”, debemos remitirnos al sustantivo “araña”, pero, conforme al diccionario etimológico, también al verbo “arar”; por ello, el valor de este verbo mezcla los dos significados (el andar liviano del insecto y la acción de rotura del arado): “rasgar con las uñas” y “raspar una superficie”. Lo vemos al decir, por ejemplo, “Habían arañado la puerta de entrada”. De esta acepción se deriva “arañazo”, como una rasgadura ligera hecha en el cutis con las uñas, con un alfiler u otra cosa o, también, la raya que queda en una superficie sólida y lisa: “Sorprendían los arañazos en la pared de entrada”. Además, coloquialmente, “arañar” puede significar “recoger con mucho afán, de varias partes y en pequeñas porciones, lo necesario para algún fin”: “Fue arañando de aquí y de allá, hasta reunir lo suficiente”.

¿Y qué nos dejan las hormigas? Podemos encontrar el verbo “hormiguear”: este verbo tiene una primera acepción, en relación con una parte del cuerpo, como “experimentar una sensación de cosquilleo similar a la que resultaría si por ella corrieran hormigas”: “Consultó al médico porque sentía que le hormigueaba el brazo izquierdo”. La segunda acepción encierra también una metáfora porque, referida a la multitud, significa “bullir, estar en movimiento”: “A esa hora, en la estación de trenes hormigueaban verdaderos ejércitos de trabajadores”. El diccionario nos da dos sustantivos vinculados a este valor: “hormigueo” y “hormigueamiento”.

Desagradables resultan las “garrapatas”, pequeños chupadores de sangre; este sustantivo, en masculino, es “garrapato”, ya no con el valor de “ácaro”, sino para referirse a la escritura, “rasgo caprichoso e irregular hecho con la pluma”; también, usado en plural, “letras mal trazadas al escribir”. Detrás de este valor significativo, está la comparación de estos rasgos irregulares con un escarabajo. El verbo que se forma es “garrapatear”, que significa que se escribe haciendo garrapatos: “No estaba inspirado y solamente garrapateó, desganado, dos o tres frases”.

Todos admiramos la belleza de las mariposas, pero sabemos también de su veleidad. Precisamente, el verbo “mariposear” da cuenta de esa versatilidad, pues significa, en materia de amores, “variar con frecuencia”: “Apenas lo considera porque siempre anda mariposeando a su alrededor”. Análogos son los otros valores: “Andar o vagar insistentemente alrededor de alguien, procurando su trato o conversación” y “Vagar de un lugar a otro cambiando de objeto de interés o sin propósito establecido”.

Cuando un camino se mueve o extiende formando curvas y vueltas como la serpiente, se dirá que “serpentea” o que es “serpenteante”: “El sendero serpenteaba hasta las cumbres más elevadas”.En cambio, “viborear”, si bien puede ser equivalente a serpentear, tiene el valor negativo de “hablar mal de una persona a sus espaldas o inventar chismes sobre ella”.Y el verbo “pajarear”, formado a partir de “pájaro” y en consonancia con el vuelo, sirve para indicar que se anda vagando, sin trabajar o sin ocuparse en cosa útil: “Sin metas claras, pasa sus días pajareando”.En Chile y Uruguay, se usa “pajaronear”, con el significado de “estar una persona distraída cuando debía estar atenta a lo que sucede a su alrededor”: “Concéntrese y no ande pajaroneando”.

Podemos cerrar con “rata” y “ratón”. El primer sustantivo, además de señalar al roedor, puede, coloquialmente, nombrar a una persona despreciable, a un ladrón o a una persona tacaña. En la expresión “más pobre que una rata”, se destaca la pobreza de una persona; en “hacerse la rata” se alude a dejar de asistir a alguna parte, sobre todo, en lenguaje escolar, a las clases rutinarias. El verbo que se forma a partir de “rata” es “ratear”, con el valor de “hurtar cosas pequeñas, con destreza”; la acción, en este sentido, es el “rateo”, mientras que el que la comete, es el “ratero”.

El “ratón”, fuera de nombrar al animalito, se usa en España para nombrar a una persona, de modo afectuoso, sobre todo si es un niño. Y sabemos que “ratón”, como calco de “mouse”, indica el pequeño aparato manual que, conectado a la computadora, permite mover el cursor en la pantalla, para dar órdenes. Entre las frases formadas con “ratón”, hallamos “ratón de biblioteca”, para aludir al erudito que con asiduidad escudriña muchos libros. Y “hacerse los ratones” es la locución que se usa para indicar las fantasías eróticas con alguien.

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