“Veía algunas de las imágenes, al pasar, de la marcha de las piedras, y vi algunos carteles que me pareció que ahí no había duelo, sino odio y bronca”, Ricardo Forster. Intelectual kirchnerista.
Por supuesto que las reivindicaciones económicas son el punto central que determina el voto de la sociedad porque los candidatos se eligen para solucionar los problemas materiales de la gente, acá y en todas partes del mundo. Por eso el gran rechazo que sufrió Macri en las PASO de 2019, muy parecido al que sufre el peronismo en las PASO del 2021, ambos castigados por no cumplir las expectativas con las que fueron votados por la buena gente.
Pero también hay factores simbólicos o psicológicos que pueden ampliar o disminuir la derrota según como se encare la relación con los votantes. Hoy desde el pelotazo en contra de Aníbal Fernández hasta casi todos los tácticos (estrategas no hay) del peronismo ponen como ejemplo a imitar para las elecciones de noviembre nada menos que al Mauricio Macri que luego de la colosal derrota de las PASO de 2019 se puso al frente de la campaña, asumió su responsabilidad y apeló a la racionalidad ciudadana, logrando revertir significativamente el resultado aunque no pudiera doblegar la derrota. Pero los que hoy lo imitan más que apelar a la racionalidad popular, llaman a los caudillos más conservadores y clientelares del interior del país o del conurbano a ver si pueden revertir el voto mediante la cruda demagogia de llenar de plata el bolsillo de la pobre gente o la gente pobre. Creyendo, como hace mucho tiempo vienen creyendo, que se trata de personas manipulables que los votaron en contra por no gastar lo suficiente para comprarlos fácilmente. Algo que no sólo comparten los caudillos a lo Rodríguez Saá o lo Insfram que han armado sus estructuras provinciales en base a la compraventa del votos, sino también los políticos “revolucionarios” como Cristina, Fernanda Vallejos, Kicillof y Gollam que dicen que el secreto está en aumentar el déficit a niveles planetarios para torcerle la voluntad los ciudadanos a los que en el fondo creen meros súbditos.
Sin embargo, más allá de las caudillejos conservadores populistas que desde mucho antes de que apareciera el peronismo sobre la faz de la Argentina vienen comprando votos, y de los líderes revolucionarios que creen que de lo que se trata es de no caer en los ajustes neoliberales (mediante las recetas albertofernandistas y martinguzmanistas) gastando lo que no se tiene, hay en el fondo de este pensamiento oportunista y demagógico una categoría aún peor (sobre todo por creerse mejor) entre los manipuladores del pueblo al que dicen representar.
En estos días otro que puso a Macri como ejemplo de meritoria voluntad para revertir los votos, aunque fuera para el lado del enemigo, fue José Pablo Feinmann, el intelectual por excelencia del kirchnerismo y en general de todo el peronismo de izquierda ya que viene escribiendo sin solución de continuidad desde los años setenta, y quizá por eso, de tanto escribir, a veces se pierda en el túnel del tiempo, como le acaba de ocurrir frente a la actual derrota en las PASO.
Feinmann es la principal “alma noble” del actual régimen político, ya que expresa la moral del reino, pues si algo hay de cierto en intelectuales de su tipo es que son insospechados de enriquecerse con su adhesión al kirchnerismo, pero aun así parecen tan alejados de la realidad como los que usufructúan el sistema político oficial.
Lo suyo no expresa la corrupción gubernamental sino las bases teóricas de la nueva oligarquía peronista argentina que en nombre de viejas banderas populares hoy siente un profundo desprecio por todo lo que huele a pueblo, como antes lo sentían los antiguas oligarquías antiperonistas allá por los tiempos del 17 de octubre.
Feinmann, mucho más soberbio que Alberto Fernández quien al menos dice que se perdió por culpas propias y no de la gente, sostiene lo contrario: que efectivamente se perdió por culpa de la gente, de los del medio y de los de abajo de la pirámide social que se traicionaron a sí mismos.
Para el intelectual K, “pyme” no quiere decir pequeña y mediana empresa sino “pequeña y mediocre empresa, porque habitualmente lo que espera el clasemediero argentino es ser de clase alta”, Releamos bien lo que nos está diciendo el pensador peronista: que el emprendedor modesto vota a Macri porque quiere ser como él.
Copia Feinmann una vieja muletilla peronista de los años 60 que acusaba a los miembros de la clase media de querer imitar usos y costumbres de la clase alta. Una especie de medio pelo que no era ni chica ni limonada, que no se tenía autoestima.
Pero Feinmann se olvida de que hoy la realidad es exactamente al revés, porque en aquel entonces la movilidad social era ascendente mientras que hoy es descendente. Los miembros de las pymes de los años K, no quieren ser de clase alta, sólo se conforman con no caer en la miseria. La clase media actual no lucha para subir a la clase alta, sino para no caer estrepitosamente en la pirámide social.
Sin embargo, la más brutal claudicación popular del gran intelectual peronista es cuando le echa la culpa de la derrota a los más pobres al decir: “Cuando nos sorprendemos porque los pobres votan a la derecha tenemos que pensar que la pobreza no es garantía de lucidez política, sino al contrario.... la pobreza hunde a las personas en la confusión, en la ignorancia, en el odio, en la bronca”.
Sin preguntarse quiénes hundieron a los pobres en tal miseria, para Feinmann ahora son los pobres de la tierra, los humillados, los postergados, quienes portan el odio, la ignorancia y la bronca y por eso votan en contra de sus intereses. Como para Forster el odio es de la clase media.
Feinmann no participa de la fiesta peronista porque es un monje austero en su vida privada, pero lo que dice es aún peor, más despreciativo para el pueblo llano. Los ideólogos suelen, generalmente hacer más daño que los oportunistas. Y en los momentos de decadencia expresan algo mucho más profundo: los que ven en los pobres y en las clases medias el odio que ellos portan dentro suyo, son los nuevos mariscales de la derrota.
Eva Perón solía decir que cuando un peronista no ama al pueblo es porque el espíritu oligarca se le metió adentro. Es precisamente la nueva oligarquía peronista compuesta por caudillos conservadores, políticos “revolucionarios” e intelectuales odiadores lo que indica que algo viejo está muriendo aunque aún no se sepa bien qué es lo nuevo que está naciendo.